Murcianos y murcianas todos (y todas):
Es verdad que he
empezado mi mandato, pasmoso y carambólico, un tanto convencional y
seguidista, como señala la costumbre y más fácil resulta: que si agua
para todos, la agricultura por encima de todas las cosas, el Mar Menor
arreglado, el AVE inminente, el aeropuerto chupado, Portmán, un ejemplo,
el Gorguel ya veréis, los turistas europeos como moscas?
Pero he dado
en estudiarme las críticas y advertencias que sobre nuestra Región se
vienen haciendo, incluso por los más indeseables y aguafiestas de por
aquí (ya sabéis: los ecologistas, que no estarán en la Asamblea pero
cómo incordian) y, vaya, me creo que ahí tengo yo la oportunidad de
dejar de parecerme a mis antecesores, de figurar en la croniquilla de
esta tierra (algo acomplejada, bien es verdad, pero es lo que hay) como
alguien entre original y sincero.
Olvidaos, pues, de mi discurso
del Día de la Región, obligado, imperfecto y fantasioso, y tomaos en
serio lo que tengo que deciros, que es lo que vale. Empezaré por poner a
parir a mis antecesores, incluyendo al Jefe súper, responsable directo e
indirecto de este naufragio general al que ya llego yo en chinchorro y
con vía de agua; y, por supuesto, el que me vea repetir lo de que PAS es
mi ejemplo, por cuya estela discurrirá mi leal proceder, que me mande
un breve y explícito «¡Eh!» sin más, que con eso yo me entiendo.
De
lo primerico, primerico que haré será decir a mis consejeros que se
olviden de pedir al Estado la competencia en Costas, que (esto lo he
leído no sé cuántas veces en los fogosos, a la par que rigurosos y
proféticos, textos ecologistas) con la acérrima incompetencia nuestra,
políticos y burócratas de la Región, más la codicia de empresarios y
especuladores, nos bastaría con una legislatura para tragarnos el
litoral a bocados; mejor lo dejamos como está, sí. Algo parecido haré
con el Pacto del Agua, que mejor no meneallo: no ya por el desacuerdo
anunciado sino porque el país entero está pendiente de nuestro pertinaz
pedigüeñismo y a las risicas hoy condescendientes podría suceder una
invasión en regla de tres o cuatro regiones para corrernos a gorrazos y
con razón, que están de nosotros hasta el moño.
Es en esto del
agua, y en lo del campo en general, donde quiero ser imaginativo y
arrojado, de verdad.
Están diciendo que Murcia es inviable con una
agricultura insoportable y empiezo a creérmelo. Fijaos que lo del «Agua
para Todos», todavía discreto aunque con la trampa que todos sabemos, ha
sido superado por la propuesta del diputado Cano Molina,
qué fenómeno, con un extático «Agua para Siempre», a lo que yo, que
estoy pensando todo el día, me voy preparando con este otro eslogan:
«Nos falta agua y menos que tendremos».
Para fundamentar mi
nueva política, me estoy leyendo las decenas de textos que describen el
cambio climático en ciernes y señalan a Murcia como la región de la
Península que más lo va a sufrir, con creciente déficit de agua y alza
de las temperaturas medias, subida del nivel del mar y erosión playera,
invasión de insectos, reaparición de enfermedades olvidadas?
Se impone,
pues, el control y la revalorización de nuestros recursos propios y
básicos, agua y suelo en primera instancia (más toda una pléyade de
producciones olvidadas y condenadas por la agricultura intensiva
criminal, que hay que recuperar ya), con un replanteamiento general de
la política agraria que retome la sabiduría de los años 50 y 60, cuando
nuestros campos estaban habitados, cuidados y cultivados y nos regalaban
con calidad y optimismo dándonos de comer, no como ahora.
Que es de
necios esperar que la Región pueda seguir como va, con una economía
agrícola exportadora (es decir, de saqueo) más allá de un decenio, como
estamos viendo por el marco climático-catastrófico que nos castiga. Así
que yo voy a hacer con lealtad lo que me toca, aunque (como es más que
probable) mi ejercicio político de chamba finiquite en 2019.
Empezaré
poniendo orden social en el campo, de condiciones sonrojantes, en el
que, temporeros o no, una buena parte de los trabajadores se
desenvuelven al filo del esclavismo. Porque veo que los inspectores de
trabajo no inspeccionan, y si lo hacen no denuncian, y si denuncian no
se nota. Que no se diga más que el PP vive en concubinato pecador con
negreros y piratas del campo.
Y cuando me reúna con los
representantes de las organizaciones agrarias y me salten vociferando y
amenazando pidiendo la luna (o sea, más agua) o una reducción más de
tarifas y cargas varias, en lugar de achantarme y someterme pediré a los
antidisturbios que les zurren la badana y alisen el flequillo, a ver si
se ubican y tranquilizan.
Aunque no creo que haga falta, ya que lo
primero que me van a hacer antes de reunirnos en esta nueva etapa de
emergencia real y sin cuentos es el cálculo minucioso del espeluznante dumping
con el que se forran: que me expliquen, en euros contantes y sonantes,
los daños que vienen provocando en los acuíferos, en los suelos, en el
ambiente atmosférico, en las aguas marinas y la franja litoral, a ver si
se enteran de que sus lechugas cuestan, no el euro (digamos) que pagan,
sino cinco o diez, aunque ellos hagan recaer los otros nueve sobre la
naturaleza y la sociedad.
Para que esos cálculos sean rigurosos les
cederé a mi consejero Juan Hernández, liberándolo de la
pesada carga de otorgar subvenciones y que se aplique a la aritmética,
nada complicada, de los costes globales ambientales; y si éste me viene
con la murga del comercio libre y los precios de mercado, cojo y lo
reenvío a la UCAM, a que se realice.
Los del Centro de
Edafología, CEBAS, van a tener trabajo, ya que me van a decir, con pelos
y señales con qué suelos contamos para la supervivencia, con el relato
minucioso de las hectáreas estériles, que presumo ingentes por la acción
persistente de los productos anti natura con que la agricultura
industrial nos viene machacando.
No os quiero cansar, y menos en
este Año Santo caravaqueño, solemne y fabuloso, milagrero y
penitencial, en el que os animo a hacer, como yo, propósito de enmienda:
os prometo que en un año podréis notar que la región abandona la
derrota sostenida hacia ninguna parte y arrumba a puerto seguro».
(*) Ingeniero, politólogo, activista y profesor jubilado