Todos los lunes son malditos, pero hay lunes más malditos que otros.
El de mañana, primero del mes de marzo, día 6, es de esta condición. La
vida política de PAS puede detenerse en este lunes eterno y fatal, una
impresión muy generalizada, aunque para otros, y desde luego para él,
mañana podría ser el inicio del camino hacia un inmediato viernes
liberador.
Porque nada está decidido de antemano. No es la
suerte de la ruleta ni siquiera del famoso aunque clandestino ´juego de
las caras´ que tiene lugar por navidades en las trastiendas de ciertos
establecimientos de Puerto Lumbreras, donde algunos se han jugado vidas y
haciendas apostándolo todo a la moneda al aire. Cara o cruz.
La
Justicia no es eso, por supuesto. Pero en el ambiente hay una
expectación como la que se produjo en la final de Tu cara me suena,
antes de que el murciano Blas Cantó se proclamara ganador con enorme
dilación del veredicto. Aceptemos que la Justicia, como la política, no
disfruta de su momento álgido de prestigio. Las sentencias, pero sobre
todo la aplicación de éstas, en los casos Urdangarin y Blesa/Rato, han
advertido a la ciudadanía de que tal vez entre legalidad y justicia hay
todavía un espacio por recorrer. Esta sensación impregna el ambiente y,
se quiera o no, podría incidir, aunque suponemos que no ocurrirá, sobre
el tribunal del caso PAS.
El fiscal jefe, una vez destituido,
desde luego en punto y hora sospechosos, denunció presiones sobre el
ejercicio de su labor, pero bastaría ponerse en estos momentos en la
piel de los jueces del TSJ que han de decidir sobre el futuro del
presidente de la Comunidad autónoma para sobreentender que no hay
presión más fuerte que la ambiental, y todo esto desde el supuesto de
que los jueces son inabordables.
Pero leen la prensa, salen a
comer y a cenar, son ciudadanos como usted o como yo, tienen amigos que
es seguro que los aleccionan en un sentido o en otro, y saben lo que se
juegan. Por ejemplo, si condujeran a PAS al cadalso la Justicia sería
celebrada como casi lo único que queda vivo de un régimen de
complicidades; sin embargo, en caso de no apreciar los delitos que en el
exalcalde de Puerto Lumbreras detectó la instructora del caso
Auditorio, se puede suponer que las biografías de los jueces serían
expuestas en la plaza pública con los peores ´considerandos´ respecto a
su dependencia y sumisión.
Bien, no suframos por ellos; a fin de cuentas
es su trabajo, pero sería absurdo no subrayar que, para presiones, las
que de manera sorda concurren en este estamento. De un lado y de otro,
por muy implícitas que sean. Y hay que decir que esto es un fenómeno
natural, pues la sociedad política no ha de quedarse cruzada de brazos
en la expectativa del fallo judicial, sino que se mueve por propia
lógica. La credibilidad de los jueces, como la de los políticos o la de
los periodistas, para no dejar a nadie fuera del foco, consiste
precisamente en no dejarse arrastrar por ninguna corriente como tampoco
hacer alardes contracorriente.
Pero el dilema que contribuye a
la presión ambiental se produce porque es obvio que tanto el PP como PAS
han perdido en este entreacto la credibilidad ante los sectores de
opinión más directamente interesados en la cosa pública, es decir, en el
conjunto de la sociedad atenta. La mayoría de los elementos gráficos
contribuyen a desconfiar de la versión del imputado, aunque cabe
suponer, y mañana será el día, que el protagonista dispondrá de una
versión razonable sin la cual no se explicaría lo que sin ella sería una
huida hacia adelante no sólo propia sino de su partido, cuyos intereses
podrían desplomarse en cascada en caso de que la resistencia no tuviera
sentido. La cuestión judicial está abierta, y esto es importante que
sea interiorizado para evitarse falsas sorpresas, pues bastará recordar
que en el ´caso del dúplex´, cuando todo parecía decidido, se produjo el
archivo de la causa y, como ha recordado la Fiscalía, porque ésta
retiró la acusación, un refresco de memoria tal vez dirigido a dotarse
de mayor credibilidad en el caso sobre el que ahora se dirime.
Conviene
separar los elementos. Una cosa es la cuestión política, y otra la
judicial. En esta última, puede producirse tanto una ratificación de los
indicios detectados durante la instrucción como el simple carpetazo en
lo que respecta a PAS. Nada está determinado de antemano, salvo los
deseos de los amigos y de los adversarios, pero este no es el material
que corresponde manejar en un Estado de Derecho.
Ahora bien, en la
cuestión política el Gobierno se ha desempeñado de manera fatal, porque
es indudable, por muchas fintas dialécticas que hayan pretendido
ingeniar que el presidente ha incumplido su palabra y que las
explicaciones posteriores pertenecen al viejo alambique de la política
en el que todo puede alegarse según conveniencia. Esas explicaciones no
son ya sólo insoportables sino que han sido mal gestionadas en todos los
aspectos del proceso en el que nos adentramos. Pongo un ejemplo: que el
presidente no compareciera ante la prensa tras su entrevista con el
líder de Ciudadanos, delegando esa obligación en la portavoz del
Gobierno, permitió a Miguel Sánchez convertirse en el protagonista
absoluto de aquel encuentro, que fue presentado como el meridiano desde
el que se fundamentarían en adelante los argumentos políticos.
Esa
reserva del presidente todavía carece más de sentido cuando, por la
lógica de su agenda política, ha tenido que hacer declaraciones al
respecto de su situación en dos ocasiones sucesivas. ¿Por qué, entonces,
dejar todo el protagonismo al representante de Ciudadanos en la cita
crucial? Una respuesta demasiado prejuiciosa nos llevaría a sospechar de
que lo hizo para que el otro Sánchez tuviera ocasión de colocar su
titular, algo coherente al paternalismo que en posteriores declaraciones
ha aplicado a Ciudadanos, como queriendo orientarlos en lo que
resultaría mejor para la política de ese partido, o sea, la coincidente
con la propia.
La última voz la tienen los jueces, y llegados a
este punto, el incumplimiento de la palabra del presidente (algo que no
tiene nada que ver con el hecho de que después Ciudadanos haya cambiado
de lugar la línea roja que establece el momento de la obligada dimisión
de los políticos bajo sospecha) tal vez pueda conformarse en su fe
acerca de que la Justicia estará de su parte contra todos los indicios
que lo han puesto en esta situación. Habrá que conceder un porcentaje
alto a la posibilidad de que PAS sea exculpado contra las evidencias
detectadas en la instrucción y, sobre todo, a los errores políticos
derivados de sus argumentarios para justificar sus posiciones respecto
al caso.
Si esto ocurriera, no cabe duda de que el escándalo que se
concentra en el presidente derivaría por momentos al estamento judicial,
de modo que los miembros del TSJ a quienes les ha tocado resolver esta
cuestión deberán pertrecharse, si esa fuera la circunstancia, de una
resolución prolija, extraordinariamente motivada y mejor estructurada
desde el punto de vista jurídico, claro.
La presión ambiental es
inevitable. Hoy mismo se celebra una manifestación ´contra la
corrupción´ que aunque en su enunciado remite a lo genérico, que no es
poco el tajo, sin duda está motivada por la situación candente de PAS.
Este tipo de actos se miden desde dos parámetros: por un lado, la
capacidad de convocatoria, pero también la ´transversalidad´ de ésta.
Al
PP le preocupará más el segundo significado, aunque no dejará de tener
en cuanta la densidad en la movilización de quienes se le oponen. Lo que
está claro es que no ha surtido efecto la llamada de PAS a la ´tregua´
hasta su declaración del lunes. Entre otras cosas porque se trata de una
tregua que exigirá nuevos plazos tras su declaración ante el instructor
del TSJ. La clave no está ya en esa comparecencia, sino en el nuevo
calendario, sin duda infernal, que unos y otros programarán tras ella.
Los lunes son malditos. Salvo por la esperanza de que llegue el viernes. Si llega.
(*) Columnista