Los preparativos para el congreso de
Vistalegre II son muy movidos, más por las discrepancias doctrinales que
por las meras dificultades logísticas. El enfrentamiento larvado hace
tiempo, ocultado, negado, criticado, rechazado, lamentado, aflora
inevitablemente. La advertencia de que las discrepancias se resuelvan
discretamente y los trapos sucios se laven en casa resulta sencillamente
absurda al tratarse de personas que se pasan el día en los medios, a
donde van porque tienen cosas que contar e interesan a la audiencia y
son precisamente esos "trapos sucios" y no los ditirambos a la sabiduría
de la dirección.
Aunque
esos mismos medios, por mor del oficio, tienden a personificar las
teorías, las doctrinas, los conceptos abstractos y por eso hablan de
"errejonistas" y "pablistas", nadie cree que se trate de un conflicto
personal. Aunque un inevitable deje de personalismo y narcisismo siempre
queda. Es llamativo, por ejemplo, que la tercera corriente articulada e
identificada en Podemos, los anticapitalistas, no tengan
personificación reconocible. Nadie habla de los "urbanistas" o los
"rodriguistas", a pesar de que estos anticapis parecen tener las ideas
más claras que sus socios y son muy conscientes de sus semejanzas y
desemejanzas.
Si se lee un magnífico artículo publicado por Iolanda Mármol en El Periódico, titulado Iglesias y Errejón, las diez diferencias
se verán estas claramente expuestas. Parecen ser solamente tácticas
pero son también estratégicas. Quien las lea verá reproducirse la vieja
confrontación de la izquierda europea desde el primer tercio del siglo
XX. Dos monólogos (solo en un par de ocasiones diálogos) adversos. Uno
radical, otro moderado; uno revolucionario, otro reformista; uno de
tradición comunista, otro socialista o socialdemócrata. En el siglo XX y
lo que llevamos del XXI, la versión radical no ha triunfado
prácticamente nunca en Europa y los triunfos de la segunda se han visto
frecuentemente desnaturalizados por su proclividad a la derecha.
El
debate es ese: estar más en la tradición radical o en la reformista. La
tendencia a ir a buscar luz en experiencias pasadas, por ejemplo, la
constitución del partido bolchevique, cuyo imaginario ronda muchas
cabezas de Podemos, no sirve de nada, salvo para cerrar filas en un
espíritu elitista vergonzante. Hoy las circunstancias son radicalmente
nuevas. España es una realidad de una extremada complejidad. El discurso
de clase tiene un auditorio muy reducido. La vindicación obrerista cala
con dificultad hasta entre los obreros. La idea -de raíz leninista- de
que la política parlamentaria es una pérdida de tiempo obtiene su fuerza
de que se exponga precisamente en el Parlamento. Los lemas de la calle
solo se escuchan en el legislativo si alguien los lleva allí.
Y
no solamente el discurso social precisa una urgente recomposición en
términos más realistas y mejor articulados, también la necesita el
discurso nacional. En los últimos años se ha abierto una crisis en la
izquierda en torno al nacionalismo y la nación. La "nación" y la
"patria" de los primeros momentos, inspirados en lo "nacional popular"
gramsciano con toques populistas latinoamericanos, no funcionan. La
propuesta sustitutoria del Estado "plurinacional", abre más
interrogantes. Por ejemplo, ¿hasta dónde llegan los derechos de estas
naciones? A declararse Estados independientes?
Añádase
la referencia al sistema político imperante, que ha cosechado todo tipo
de apelativos, "casta", "régimen", etc. En realidad, para ser
desapasionados y realistas, es la tercera restauración borbónica que
pretendió copiar los usos de la canovista, con la alternancia de dos
partidos dinásticos formando el también muy criticado "bipartidismo"
actual. Este sistema presenta un predominio de una derecha neofranquista
que controla casi todas las instancias del Estado. A su vera, su
contraparte, el PSOE parece estar hundiéndose en una crisis de muy mala
pinta producto de sus errores pasados en tiempos de Zapatero, agravados
con la etapa de colaboración vergonzante de Rubalcaba y de sus luchas
intestinas por volver a configurarlo como un partido de gobierno.
En
el caso de que los partidarios de la "unidad" en Podemos, esto es, los
radicales con el discurso de clase y la confrontación ganasen el
congreso, es posible que obtuvieran una proporción del voto algo
superior a la que tienen, pero también pueden perderlo. Sin duda la
debilidad del PSOE carga de razón a quienes desde Podemos piensan que
ahora sí se conseguirá el sorpasso que no se dio el 26J. Puede
ser, depende de muchos imponderables. No solo de la ferocidad de los
ataques. También puede ser que siga sin haber sorpasso y la izquierda
continúe en una situación de subalternidad. La cuestión es que esa sería
la situación aunque hubiera sorpasso porque no daría para formar gobierno.
Por
supuesto, son especulaciones. También los debates internos de Podemos
lo son. Se repetirá que el debate es sobre cuestiones de enjundia y de
doctrina. No es verdad. No lo es, sobre todo, por parte del sector
radical en el que la teoría, siempre imprescindible para saber a dónde
se va, ha sido sustituida por enunciados sentimentales y frases
revolucionarias. Pero, aun admitiendo que estos exabruptos sean
propuestas conceptuales, en los medios, que es en donde se expresa
Podemos (hasta el punto de que tiene los suyos propios) se pedirán las
aclaraciones pertinentes y ahí conviene tener un discurso convincente
porque, innecesario decirlo, la política es comunicación y el que gana
la comunicación, gana la partida.
Si
el congreso lo ganan los reformistas (y ya sé que el término no hace
justicia a la radicalidad de sus convicciones, pero habrá que emplearlo
mientras no se proponga otro) quiere decir que habrá perdido la opción
de la "unidad". Desde el punto de vista de la comunicación, eso tiene
mucha importancia, sobre todo si a esa derrota de la "unidad" doctrinal
sigue una fractura real de la organización.
Si
el sector radical impone la "unidad", y todas las corrientes y
organizaciones se fusionan ¿a quién afectará? No tengo claro cómo
responderán los anticapitalistas. En cuanto a IU (hoy socia de Podemos
en Unidos Podemos) y al PCE (dentro de IU y, por tanto, dentro de
Podemos), ¿se fusionan o no? Tanto si lo hacen como si no lo hacen,
habrá tumulto. Y en ese tumulto será interesante ver cómo responde
Podemos a la acusación que le harán sus rivales en las elecciones de
que, en el fondo, se trata de los comunistas de siempre con nuevas
hopalandas.
O
sea, para entendernos, seguirá gobernando la derecha. Esta derecha. A
pesar de la corrupción, de la incompetencia, del autoritarismo, de la
gestión antipopular de la crisis y la falta de diálogo con Cataluña. Con
razón no se presenta en el próximo congreso del PP moción alguna para
limitar temporalmente los cargos. Rajoy intentará estar doce años. O
más.
Lo único que puede hacer saltar lo previsto por los aires es Cataluña.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED