Si fuera necesario encontrar un tono general, un motivo, en los relatos
dominantes sobre las distintas fuerzas políticas españolas, estoy seguro
de que coincidiríamos en el cuadro siguiente:
El
tema del PP es la corrupción y el guirigay de actuaciones judiciales
que determinan su universo. Ahora dice Bárcenas que tiene un vídeo en el
que se ven agentes de la seguridad del Estado reventando una caja
fuerte suya con supuesta información. El Watergate español amenaza
convertirse en un waterfallgate.
Del
PSOE se escucha folklore andaluz y nada más. El resto es silencio.
Oposición de trámite en el Parlamento, sin atreverse a la moción de
censura y kermesse heroica por los pueblos de España para nombrar a
Sánchez algo así como Vara mayor del reino.
En
IU, la noche de Walpurgis. En Podemos, una rapsodia húngara con mucha
disquisición teórica y apasionadas agonías, pero con un llamamiento
sostenido al epíritu del pueblo. UPyD camina a los sones de una marcha
fúnebre hacia la condición de extraparlamentaria, que no sé qué tal se
le dará.
Pero,
¿y Ciudadanos? No hay acuerdo. Cada cual apunta por donde le parece y
ofrece una imagen distinta. Cada cual pregunta lo que le intriga y las
respuestas muchas veces no son consistentes. La oganización ofrece una
imagen borrosa, imprecisa, lo que puede ser recomendable para que no te
echen en cara los renuncios cuando los cometes, pero es poco aceptable
para alguien que lleva casi diez años dando la tabarra con ser una
alternativa sin precisar nunca a qué ni cómo.
Ciudadanos
no tiene teoría ni ideología. Es más, las desprecia y echa mano en cada
ocasión a un vademécum, una especie de maletín con recetas de vendedor
de elixires con una sospechosa tendencia a parecerse a los principios de
Groucho Marx. Ciudadanos es una oferta borrosa, líquida, posmoderna.
Sus apariciones en la televisión, apoyadas en la fabulosa capacidad
comunicativa de Rivera, no tratan de aclarar los problemas sino de
embarullar las soluciones para no perder votos. Es una oferta construida
sobre una imagen que todo el mundo comparte.
La naturalidad con que se
mueve Rivera, la cercanía que trasmite, lo cuelan en los comedores de
todas las casas a la hora del café porque no aparece en lo alto de un
lejano estrado arengando a las masas, sino charlando de tú a tú con la
gente sobre los problemas concretos sobre los cuales, por cierto, no
dice nada o dice cosas contradictorias. Pero eso no importa, pues se
trata de no perder votos.
Por
eso es extraño que haya cometido el error de excluir del nombre a la
mitad del género humano. Es cierto que Ciudadanos estará lleno de leones
dispuestos a aclarar a los mequetrefes políticamente correctos que ciudadanos
engloba a las ciudadanas por mandato de la esencia misma del idioma.
Pero está claro que eso es una tontería y quien está dispuesto a
fotografiarse en púdicas pelotas no debiera hacer ascos a la grafía ciudadan@s. Aumentaría la fluidez de la oferta líquida, daría una imagen más digital y quizá le garantizara la adhesión de más mujeres.
El
carácter líquido, imprevisible, de C's, le viene también de su origen
catalán que, en un primer momento, llevó al PP a utilizarlo como arma
arrojadiza, dando órdenes a sus comunicadores de subrayarlo como un
defecto. La orden era referirse a ellos siempre por el nombre en
catalán, incluso a los comunicadores que, como Floriano, ni siquiera
sabían pronunciarlo, dejándolo, al parecer, en un penoso ciudatans.
Pues
esos catalanes se han echado al ruedo ibérico, pero no como una
reedición del viejo catalanismo político o de aquel Partido Reformista
Democrático de Miquel Roca, teledirigido por Jordi Pujol. Su pretensión
no es gobernar España desde Cataluña sino España, incluida Cataluña,
desde España. El Imperio ya no recluta cohortes; tiene que traerlas de
allende el limes. Y llegan a Andalucía, con ese aspecto de tecnócratas
saintsimonianos (Rivera se da un aire a Enfantin en joven) y se levantan
nueve diputados. Y, de pronto, queda claro que la oferta líquida, a la
que nadie ha hecho mucho caso hasta hoy, puede estar presente en otros
ayuntamientos y comunidades autónomas.
Todos
los focos convergen ahora sobre C's y le sacan un pasado lleno de
máculas. Que no están tan libres de corrupción como blasonan, que hacen
todo tipo de chanchullos con las listas. Bueno, responde el avispado
Rivera con sencillez evangélica, quien esté libre de pecado, que tire la
primera piedra.
Los críticos de izquierda están especialmente dolidos porque C's trae veleidades de centro izquierda
y se apresuran a señalar que el pasado de la organización no solo tiene
máculas de corrupción sino militancia directa de Rivera en el PP,
colaboración intensa con la FAES y compadrazgo con todo tipo de
organizaciones xenófobas y de extrema derecha. Sí, así es. Rivera y sus
fluidos seguidores se han fotografiado con un puñado de estafermos
nacionales brazo en alto.
Pero
tampoco es grave en esta posmodernidad líquida. Muchos dicen que C's
quiere ser la UCD de hoy. La mayoría de los de la UCD venía del
Movimiento Nacional, empezando por su jefe, que se había pasado su
tiempo brazo en alto. Y es curioso, pero colaboraron a traer una
democracia muy superior a la del PP de ahora.
Las elecciones del próximo 24 de mayo serán en pleno tiempo de las cerezas. En algunos lugares ya habrán empezado a recogerse. Le temps des cerises, le temps des promises,
el tiempo de las promesas. Todos los partidos están haciéndolas.
Preparando sus programas, como primorosos cestos de guindas, adornados
con ramitas. Cerezas rojas, brillantes, tersas, que están pidiendo
"¡comedme!", "¡creedme!".
Podemos
acaba de presentar su programa para las elecciones autonómicas.
Razonado, bien expuesto, con muchas ideas, más sosegado de lo que se
esperaba. Dicen que por eso hizo mutis Monedero. Puede ser. En todo
caso, el programa ahí está, abierto al público en la red. Buen golpe.
Los
demás hace tiempo que presentaron sus cestos de cerezas y promesas para
las autonómicas y municipales. Aunque no estoy muy seguro de haber
visto los de las autonómicas de Ciudadanos y el PSOE. Pero serán como
los otros, repletos de promesas. Todas muy razonables y sensatas. El
tiempo de las cerezas. Con las cerezas, las ramitas. García Montero dice
que hace falta una izquierda clara
porque las otras deben de ser oscuras. Los de Ciudadanos enarbolan el
orgullo de ser españoles y catalanes. Los del PSOE van a devolver a la
gente los derechos que ellos mismos ayudaron a quitarle. Y los del PP
van a consolidar la prosperidad de España a través del crecimiento
porque a todo el mundo le va estupendamente con una Samsung, es de esperar que adquirida sin pagar comisiones o sobresueldos.
Pero
todos los cestos contienen cerezas, dulces promesas. El problema no
está en las promesas sino en su cumplimiento. Así que, en lugar de
aburrir al auditorio tratando de conseguir un crédito del que se carece
porque uno es un bellaco, ¿por qué no hacen una declaración notarial
especificando que, de no cumplir las promesas en tiempos tasados,
dejarán el poder?
Bueno,
estas cerezas de hoy están cultivadas con plaguicidas y otros
productos. No son como aquellas otras de hace 144 años, las que
enrojecieron en la semana sangrienta de mayo de 1871. Eran otros tiempos.
J'aimerai toujours le temps des cerises
C'est de ce temps-là que je garde au cœur
Une plaie ouverte!
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED