Quedan pocas dudas de que el ciclo
político está cambiando en nuestro país y también en la Región de
Murcia. Las elecciones europeas no sólo han servido para elegir
eurodiputados y debatir sobre las políticas europeas, incluso esto ha
sido secundario por verse aún como escenario lejano y ser muy limitadas
las posibilidades de influir en los verdaderos centros de decisión, que
no se someten a elecciones.
En política los procesos no son
automáticos, inmediatos. Las sociedades se toman su tiempo para digerir
las medidas políticas que les afectan, pero acaban reaccionando. Las
políticas de austeridad y recortes sociales, y la injusticia y el
malestar social inmenso que han producido, han empezado a expresarse
electoralmente. Y esta reacción no se va a detener.
La etapa de
prolongadas mayorías absolutas del PP en la región han dejado un saldo
de desempleo, pobreza, deterioro institucional, clientelismo y
corrupción que ya es insoportable para la sociedad murciana. La
situación tiene ciertos paralelismos con la de mediados de los noventa,
que puso fin a la etapa de Gobiernos socialistas en España y en Murcia,
aunque ahora es más grave por la dimensión de los problemas y las
dificultades para afrontarlos.
Además, ahora se añaden al menos
dos rasgos diferenciadores: no hay un único partido que pueda
presentarse como alternativa política al desgaste del que gobierna, como
hizo el PP entonces; y el descrédito de los partidos tradicionales y
del sistema político e institucional en su conjunto es enorme, lo que
implica que cualquier cambio ha de incluir una profunda mutación del
sistema construido a partir de la Transición que permita reconstituir
sobre nuevas bases democráticas la legitimidad perdida.
La quiebra
electoral que ha supuesto el terremoto de la europeas, que los partidos
del régimen intentan difuminar y presentar como coyuntural, es de
dimensiones homéricas. Un sólo dato, por no abrumar con largas series,
lo evidencia meridianamente: el PP ha perdido en Murcia entre las
europeas de 2009 y las de 2014 el 44,6% de sus electores, casi 130.000
votos mientras, por su parte, el ya muy disminuido PSOE se veía
abandonado por el 36,5%, más de 50.000 electores. Se está abriendo un
nuevo ciclo político, y todo será diferente.
No sólo se ha agotado
el programa del PP y su dilatada etapa de mayorías absolutas en Murcia.
Es una manera concreta de gobernar dejando fuera a los ciudadanos la
que está cuestionada radicalmente, es una forma de violencia política
simbólica sobre la sociedad a través de leyes electorales injustas, de
obscenas puertas giratorias, de falta de exigencia en la asunción de
responsabilidades políticas, de complicidades amiguistas ilegítimas con
un sector del empresariado, de presión política para que los medios no
expresen la pluralidad de la sociedad, de amenazas autoritarias contra
el ejercicio de nuestras libertades, de impunidad frente a la
corrupción, de cínicos incumplimientos de promesas y programas, de
partitocracia que todo lo ocupa, etc., y, por encima de todo ello, de
insensibilidad criminal ante los problemas materiales básicos que
impiden una vida digna para miles de personas empujadas a los márgenes
de la exclusión social.
El momento clave para consumar el cambio
de ciclo serán las próximas eleciones locales y regionales de mayo de
2015, en las que hay que completar al cambio de mayorías y de
orientación de los gobiernos de la región, con la derrota del PP. Los
términos de la derrota son la pérdida de las mayorías absolutas de que
ha dispuesto hasta ahora. Este se ha convertido en el primer requisito
de una política de cambio. Sólo así se podrá desmontar la estructura
neocaciquil levantada por este partido y recuperar la igualdad de todos
para el ejercicio de la participación política. Y por vez primera en dos
décadas, aunque no es seguro, está a nuestro alcance.
Los
resultados de las elecciones europeas también han demostrado que el
impulso fundamental para el cambio ha de venir de la izquierda
transformadora y de las redes de la indignación ciudadana herederas del
15M.
En la región de Murcia hace poco más de un año que
constituimos una plataforma política, Convocatoria por el Cambio, para
hacer posible el cambio político en la región desde la convergencia de
los distintos actores políticos y sociales comprometidos con este
objetivo desde los presupuestos de la radicalización de la democracia
„la democracia real„ y la defensa de los bienes comunes frente a los
procesos de expropiación social y de privatización que está imponiendo
el modelo neoliberal hegemónico.
La injusta ley electoral de la
región, con sus artificiales circunscripciones territoriales, asignación
de escaños, porcentajes mínimos, reparto por la ley D´Hondt, etc. está
diseñada para dificultar el cambio, favoreciendo a los grandes partidos,
castigando la fagmentación del voto, y distorsonando gravemente la
voluntrad popular expresada en la máxima democrática de un voto para
cada ciudadano e igual valor para cada voto.
Convocatoria por el
Cambio esta promoviendo la necesidad de un frente electoral amplio que
incluya a IU y a esa fuerza emergente que es ahora Podemos, junto a
otros partidos como Equo, los socialistas de izquierda de CLIAS,
Republicanos, y otros partidos locales, junto a muchos ciudadanos
críticos sin adscripción partidaria, capaz de ilusionar a un sector muy
importante de la sociedad con el objetivo del cambio.
Esta
posibilidad pasa ahora porque el debate en Podemos, cuyo éxito cambia
muchas cosas, y en IU permita su cristalización, que en todo caso ha de
hacerse por procedimientos que hagan compatible la riqueza de esa
pluralidad con la radical participación democrática de los ciudadanos,
con primarias abiertas y con garantías, no por acuerdos y repartos por
arriba de las direcciones, de forma que no sólo se sumen voluntades sino
que se multipliquen a través del protagonismo ilusionado de la gente,
con el entusiamo cívico por el cambio. Las elecciones no lo son todo
pero sería un error despreciarlas o contraponerlas a la movilización
social.
El reto es muy grande y las dificultades también lo son,
pero por vez primera estrá a nuestro alcance. Si fracasamos no podremos
echar la culpa a nuestros adversarios. Será nuestra propia
responsabilidad. El cambio político ya ha comenzado en Murcia, pero
queda completarlo la próxima primavera. No hay tarea pública mas urgente
ni más ilusionante, después de veinte años muy perniciosos de Gobierno
del PP en la región.