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viernes, 17 de julio de 2020

El 66% de los españoles controlará más sus gastos tras haber empeorado la situación económica de su hogar

MADRID.- El 66% de los españoles controlará más sus gastos tras reconocer que la situación económica en su hogar ha empeorado por el coronavirus, por lo que maximizará su presupuesto, fijándose en precios y promociones en los próximos meses tras la vuelta a la normalidad, según se desprende de los datos de la tercera oleada del informe 'Consumo y compra dentro y fuera del hogar durante y después del COVID-19', realizado por Aecoc Shopperview y la consultora 40dB.

"El consumidor va a controlar más sus gastos, consumirá menos y cuando lo haga, buscará la mejor relación calidad-precio para intentar optimizar al máximo su presupuesto", ha explicado la gerente del área de estrategia comercial y marketing de AECOC, Rosario Pedrosa, durante la presentación del estudio.
En concreto, el informe desvela que el 39% de los encuestados asegura que su situación económica ya ha empeorado como consecuencia de la crisis sanitaria del coronavirus, mientras que un 56,6% de los consumidores reconoce que tiene temor al virus.
El impacto económico de la crisis y el miedo al coronavirus son los
factores determinantes en el comportamiento actual de los consumidores y marcarán su forma de comprar en estos meses.
Así, el 34% reconoce que comprará más marcas de la distribución en este periodo, aunque también se 'premiará' con productos premium. El 24% adquirirá nuevos productos y marcas que no compraba antes de la crisis, por lo que habrá una mayor infidelidad, y a la hora de ir al supermercado seguirá apostando por la proximidad, concentrando todas sus compras en una misma tienda, algo que no pasaba antes del confinamiento, y seguirá apostando con fuerza por el 'online'.
Los nuevos hábitos también afectan a la cesta de la compra. Así, la tendencia de cocinar en casa se mantiene como reconoce el 53% de los encuestados, que asegura que cocinará más de lo que lo hacía antes, lo que provoca que un 62,3% busque productos para cocinar en su hogar.
Por otro lado, la experiencia del primer confinamiento no solo ha permitido a los consumidores convivir mejor con esta situación, sino que probablemente minimizará la compra de acaparamiento que se produjo en los días previos al estado de alarma, en el caso de que se produzca un nuevo confinamiento.
De esta forma, solo el 27% de los encuestados asegura que volverá a comprar productos no perecederos para almacenar en casa, mientras que el 67% reconoce que esta vez no tendrá miedo al desabastecimiento de las tiendas.
"El consumidor tiene menos miedo a la situación actual porque ha aprendido del confinamiento. Tiene confianza en el sector y en la cadena alimentaria que ha respondido de una manera excelente durante la pandemia", ha reconocido Pedrosa.
Por otro lado, el informe desvela que el 49,3% de los consumidores afirma que se quedarán en casa, por lo que no se irán de vacaciones este año, un 31,2% no se moverá por miedo al coronavirus y un 34,7% por motivos económicos.
Sin embargo, un 8% de los encuestados reconoce que se plantea hacer turismo en el extranjero. El 92% restante se quedará en España, con un 33% que se desplazará a una segunda residencia, un 31% que buscará una casa rural o un apartamento y un 28% que irá a hoteles u hostales.
En cualquiera de los casos, la mayoría de los encuestados apuntan a que recortarán su gasto en estas partidas. Así, el 62,2% reducirá su presupuesto en viajes, mientras que un 64,4% bajará su prespuesto para la cultura.
Por otro lado, el 93% de los españoles cree que habrá un nuevo rebrote de coronavirus a lo largo de este año, aunque el 49% confía en que sea leve y no sean necesarios nuevos confinamientos, mientras que el 44% sí cree que volverá a vivir el encierro impuesto por el estado de alarma de mediados de marzo.
A pesar de que la práctica totalidad de los españoles considera que la incidencia del virus volverá a crecer en los próximos meses, los consumidores se ven ahora más capacitados de convivir con él.
El 45% afirma que, ante nuevos brotes, tendrá menos miedo al contagio, ya que ha aprendido a protegerse mejor, mientras que un 57% opina que está preparado para sobrellevar mejor posibles nuevos confinamiento tras la experiencia de marzo.

lunes, 13 de julio de 2020

El primer ministro holandés insta a Sánchez "a buscar una solución" dentro de España

LA HAYA.- El primer ministro holandés, Mark Rutte, instó este lunes al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, "a buscar una solución" dentro de España y subrayó que "no va a ser fácil" llegar a un acuerdo para el fondo de reconstrucción postpandemia del coronavirus.

Minutos antes de comenzar la reunión con el presidente del Gobierno español en su residencia oficial de La Haya, el liberal holandés señaló a la prensa que su mensaje para los españoles es: "Vosotros tenéis que encontrar la solución" dentro de España, y no en la Unión Europea, como se trata de hacer ahora.
Además, Rutte está convencido de que "no va a ser fácil" llegar a un acuerdo final o acercar posturas en su encuentro con Sánchez, aunque ya señaló durante la última semana que Holanda "no tiene ninguna prisa" por cerrar las condiciones de acceso al fondo de recuperación postpandemia en la cumbre europea del próximo viernes y sábado.
Para los holandeses, la única forma de dar su respaldo a un futuro fondo al que puedan acceder los países más afectados por la Covid-19 es que este paquete solo sea en concepto de préstamos a devolver, y no de subvenciones, como sugiere ahora la Comisión Europea.
Además, por "cada euro" prestado a estos países, principalmente España e Italia, se tendrán que llevar a cabo reformas económicas a nivel nacional, una exigencia a la que Rutte no está dispuesto a renunciar porque, como señaló el pasado viernes, "ya se escucharon antes promesas de reformas" que, en su opinión, nunca se llevaron a cabo.
Ambos mandatarios comenzaron su reunión poco antes de las 13.00 hora local en la residencia oficial del primer ministro holandés, Catshuis, a la que Sánchez llegó con una delegación que le acompañará también en sus próximos viajes a Berlín y Suecia, donde tratará con sus respectivos mandatarios las condiciones del fondo europeo.
Después de la reunión, Rutte comparte almuerzo con Sánchez en su residencia, antes de la llegada del primer ministro italiano, Giuseppe Conte, con el que el primer ministro holandés también mantendrá una reunión y una cena para tratar el mismo asunto y preparar la reunión de Bruselas del próximo 17 y 18 de julio.
Rutte ya señaló que no se siente presionado por estas reuniones con los líderes de los países del Sur de Europa y subrayó que "no está hecho de plastilina y puede gestionar" los intentos de presión por parte de sus colegas europeos, pero aseguró que para Holanda "es importante que se concreten reformas económicas" para hablar del fondo de reconstrucción.

lunes, 14 de octubre de 2019

Guía práctica para enfrentarse a la crisis que llega y no morir en el intento


MADRID.- Muchas familias españolas aún no se han recuperado de la gran crisis económica que vivimos en 2007, para otros parece que ya ha quedado olvidado en el pasado, pero los expertos llevan meses anunciando que nos estamos adentrando en un nuevo periodo económico de contracción, algo en lo que algunos economistas están en desacuerdo ya que aseguran que es la misma en la que nos vimos sumergidos en 2007 y de la que aún no hemos salido, se recuerda en la web de Telecinco.

Entre estos economistas se encuentra Santiago Niño-Becerra, catedrático de la Universidad Ramon Llull de Barcelona y autor del libro ‘El Crash. Tercera Fase’, quien defiende que seguimos en la crisis: "no finalizó aunque los políticos dijesen lo contrario. Lo que comenzó a mediados del 2018 no se trata de una nueva crisis, sino de la continuación de la crisis comenzada en el 2007 tras el parón que supusieron las inyecciones de anfeta realizadas entre el 2012 y el 2018. 

Las cosas van a peor, sí, en todas partes, pero en unas más que en otras. Existe un exceso de oferta de casi todo; la capacidad de endeudamiento está agotada, un montón de deuda no se puede pagar, los bancos aún tienen un porrón de activos malos, la tecnología está sustituyendo factor trabajo a mansalva. Esto sucede en todas partes, pero en unas sucede más que en otras".

Aranceles, Brexit, desaceleración, caídas de la bolsa, inestabilidad política, crisis climática, tecnología sustituyendo a trabajadores, el escenario económico a nivel mundial presagia unos años venideros poco esperanzadores.

En España, el paro subió en 13.907 personas en septiembre, su menor repunte en este mes desde 2004, mientras que la Seguridad Social ganó 3.224 afiliados en septiembre, su peor registro en este mes desde 2013.

El FMI habla de una "desaceleración sincronizada" como consecuencia de la paralización del comercio a raíz de las tensiones comerciales entre los países, ralentizando el crecimiento en el 90% del mundo. La nueva directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, ha advertido que el comercio mundial "prácticamente se ha paralizado", provocando así el deterioro de las manufacturas, la inversión, viéndose también afectados los servicios y el consumo. 

Cruzarse de brazos puede tener un precio demasiado alto

En 2007 la población venía de unos años de 'bonanza' y nadie esperaba una crisis de tal magnitud, cogiendo a los ciudadanos de improvisto, por lo que se produjeron situaciones de verdaderas dramas en muchas familias españolas. En la mente de todos están los despidos, desahucios, salidas del país por falta de oportunidades, grandes problemas para llegar a final de mes, volver a casa de los padres, comedores sociales abarrotados, situaciones que parecen lejanas, pero pueden volver.

Para evitar que las crisis nos deje sin posibilidad de reacción, los expertos recomiendan una serie de consejos para estar medianamente prevenidos por lo que se avecina. 
  • Ahorro en los gastos fijos
Aunque parezca difícil y para algunos sea una odisea llegar a final de mes, ahorrar en los gastos fijos es una forma de recortar en los gastos. Se pueden buscar alternativas más baratas a aquellas facturas que llegan cada 30 días, incluso aquellos pagos que son más superfluos, ir deshaciéndose de ellos. Las marcas blancas vuelven a ser una opción en la cesta de la compra, su consumo actual ha aumentado hasta el 39% del mercado, su mayor avance en cuatro años. 

Se prevé que los productos de la cesta de la compra aumenten de precio debido a los aranceles impuestos por los Estados Unidos a Europa. Otro de los motivos será la sequía y el precio del petróleo. Niño-Becerra afirma que "los aranceles los acaba pagando el consumidor final a no ser que en los bienes gravados exista una competencia feroz y los competidores absorban los aranceles. 

El aumento de los combustibles encarece el transporte, y lo paga el consumidor. Y la sequía reduce la oferta de productos agrícolas, por lo que los precios tienden a subir. Todo eso afecta muy negativamente a la cesta de la compra" 
  • Tener un colchón económico que le permita aguantar imprevistos
El economista Niño-Becerra es consciente de la imposibilidad para muchas familias de tener algún tipo de ahorro: "En España el 55% de la población no puede hacer frente a un imprevisto, y el 45% puede tener problemas para llegar a fin de mes. A la vez la tasa de ahorro se halla en cotas históricamente bajas. 

No existen recetas universales porque no es lo mismo ir encadenando contratos a tiempo parcial y/o temporales, que tener un contrato indefinido a tiempo completo, ni ser ingeniera/o de sistemas en una gran corporación que barrendera/o en una ETT". Aun así se recomienda guardar reservar algo de dinero y "tener un pequeño remante de dinero por si surge un problema"
  • Cancelar las deudas
"Reducir o cancelar deudas en la medida de lo posible por si se presentan problemas personales", sugiere el autor de ‘El Crash. Tercera Fase’.

Un buen dato se recoge del último informe del Banco de España, en el que afirma que el endeudamiento de las familias registró su cifra más baja en julio desde 2005. El importe que las familias destinan a su hogar sigue ocupando la mayor parte de su endeudamiento, ya que supone más del 73% del mismo.
  • Evitar gastos innecesarios
Se aconseja "pensar tres veces si se necesita algo antes de comprarlo o consumirlo". Los buenos hábitos de gasto pueden llevar al ahorro. Los excesos económicos no son muy recomendables en estos momentos.
  • Inversión
Niño-Becerra lo tiene claro cuando se le pregunta dónde recomienda invertir: "Como, por lo hablado hasta ahora, supongo que no estamos hablando de personas que dispongan de 100 millones para invertir, sugiero estarse quieto y ver qué pasa. Un depósito a seis meses, aunque no rinda nada, y esperar"
  • Reciclaje laboral

Por ello es recomendable realizar algún tipo de curso o enfocar nuestra profesión en otra vertiente para tener así un ‘plan B’ en el mundo laboral.

La crisis acelera el aumento de la desigualdad

La desigualdad ha situado a España como una sociedad cada vez más polarizada en la que existe una enorme diferencia entre pobres y ricos. Una de cada seis familias de clase media cayó en la pobreza durante la crisis y aún no se ha recuperado.
Niño-Becerra asegura que la desigualdad se ha disparado en todas partes “y así va a seguir, por la evolución de la dinámica histórica; la crisis ha acelerado tal aumento. El colectivo humano tiende a la desigualdad, no hace falta más que ver la Historia, y es a través de un acto de voluntad como se reduce la desigualdad. 

Entre el fin de la II GM y finales de los 70 hubo voluntad de que le desigualdad se redujese a fin de favorecer el crecimiento económico y para comprar la paz social, pero eso ya no hace falta; a eso añada que cada vez haca falta más capital para mejorar la productividad, por lo que el capital –y obviamente la riqueza– tienden a concentrarse. No hay nada mágico en todo eso”

lunes, 4 de abril de 2011

Islandia enjaula a sus banqueros


REYKJAVIK.- Se busca. Hombre, 48 años, 1,80 metros, 114 kilos. Calvo, ojos azules. La Interpol acompaña esa descripción de una foto en la que aparece un tipo bien afeitado embutido en uno de esos trajes oscuros de 2.000 euros y tocado con un impecable nudo de corbata. Se ve a la legua que se trata de un banquero: este no es uno de esos carteles del salvaje Oeste. La delincuencia ha cambiado mucho con la globalización financiera. Y sin embargo, esta historia tiene ribetes de western de Sam Peckinpah ambientado en el Ártico. 

Esto es Islandia, el lugar donde los bancos quiebran y sus directivos pueden ir a la cárcel sin que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas; la isla donde apenas medio millar de personas armadas con peligrosas cacerolas pueden derrocar un Gobierno. Esto es Islandia, el pedazo de hielo y roca volcánica que un día fue el país más feliz del mundo (así, como suena) y donde ahora los taxistas lanzan las mismas miradas furibundas que en todas partes cuando se les pregunta si están más cabreados con los banqueros o con los políticos. En fin, Esto es Islandia: paraíso sobrenatural, reza el cartel que se divisa desde el avión, antes incluso de desembarcar, publica 'El País'.

El tipo de la foto se llama Sigurdur Einarsson. Era el presidente ejecutivo de uno de los grandes bancos de Islandia y el más temerario de todos ellos, Kaupthing (literalmente, "la plaza del mercado"; los islandeses tienen un extraño sentido del humor, además de una lengua milenaria e impenetrable). Einarsson ya no está en la lista de la Interpol. Fue detenido hace unos días en su mansión de Londres. Y es uno de los protagonistas del libro más leído de Islandia: nueve volúmenes y 2.400 páginas para una especie de saga delirante sobre los desmanes que puede llegar a perpetrar la industria financiera cuando está totalmente fuera de control.

Nueve volúmenes: prácticamente unos episodios nacionales en los que se demuestra que nada de eso fue un accidente. Islandia fue saqueada por no más de 20 o 30 personas. Una docena de banqueros, unos pocos empresarios y un puñado de políticos formaron un grupo salvaje que llevó al país entero a la ruina: 10 de los 63 parlamentarios islandeses, incluidos los dos líderes del partido que ha gobernado casi ininterrumpidamente desde 1944, tenían concedidos préstamos personales por un valor de casi 10 millones de euros por cabeza. 

Está por demostrar que eso sea delito (aunque parece que parte de ese dinero servía para comprar acciones de los propios bancos: para hinchar las cotizaciones), pero al menos es un escándalo mayúsculo.

Islandia es una excepción, una singularidad; una rareza. Y no solo por dejar quebrar sus bancos y perseguir a sus banqueros. La isla es un paisaje lunar con apenas 320.000 habitantes a medio camino entre Europa, EE UU y el círculo polar, con un clima y una geografía extremos, con una de las tradiciones democráticas más antiguas de Europa y, fin de los tópicos, con una gente de indomable carácter y una forma de ser y hacer de lo más peculiar. 

Un lugar donde uno de esos taxistas furibundos, tras dejar atrás la capital, Reikiavik, se adentra en una lengua de tierra rodeada de agua y deja al periodista al pie de la distinguida residencia presidencial, con el mismísimo presidente esperando en el quicio de la puerta: cualquiera puede acercarse sin problemas, no hay medidas de seguridad ni un solo policía. 

Solo el detalle exótico de una enorme piel de oso polar en lo alto de una escalera saca del pasmo a quien en su primera entrevista con un presidente de un país se topa con un mandatario, Ólagur Grímsson, que considera "una locura" que sus conciudadanos "tengan que pagar la factura de su banca sin que se les consulte".

Y del presidente al ciudadano de a pie: de la anécdota a la categoría. Arnar Arinbjarnarsson es capaz de resumir el apocalipsis de Islandia con estupefaciente impavidez, frente a un humeante capuchino en el céntrico Café París, a dos pasos del Althing, el Parlamento. Arnar tiene 33 años y estudió ingeniería en la universidad, pero, al acabar, ni siquiera se le pasó por la cabeza diseñar puentes: uno de los bancos le contrató, pese a carecer de formación financiera. "La banca estaba experimentando un crecimiento explosivo, y para un ingeniero es relativamente sencillo aprender matemática financiera, sobre todo si el sueldo es estratosférico", alega.

Islandia venía de ser el país más pobre de Europa a principios del siglo XX. En los años ochenta, el Gobierno privatizó la pesca: la dividió en cuotas e hizo millonarios a unos cuantos pescadores. A partir de ahí, bajo el influjo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el país se convirtió en la quintaesencia del modelo liberal, con una política económica de bajos impuestos, privatizaciones, desregulaciones y demás: la sombra de Milton Friedman, que viajó durante esa época a Reikiavik, es alargada. Aquello funcionó. La renta per cápita se situó entre las más altas del mundo, el paro se estabilizó en el 1% y el país invirtió en energía verde, plantas de aluminio y tecnología.

El culmen llegó con el nuevo siglo: el Estado privatizó la banca y los banqueros iniciaron una carrera desaforada por la expansión dentro y fuera del país, ayudados por las manos libres que les dejaba la falta de regulación y por unos tipos de interés en torno al 15% que atraían los ahorros de los dentistas austriacos, los jubilados alemanes y los comerciantes holandeses. 

Una economía sana, asentada sobre sólidas bases, se convirtió en una mesa de black jack. Ni siquiera faltó una campaña nacionalista a favor de la supremacía racial de la casta empresarial, lo que tal vez demuestra lo peligroso que es meter en la cabeza de la gente ese tipo de memeces, ya sea "las casas nunca bajan de precio" o "los islandeses controlan mejor el riesgo por su pasado vikingo".

La fiesta se desbocó: los activos de los bancos llegaron a multiplicar por 12 el PIB. Solo Irlanda, otro ejemplo de modelo liberal, se acerca a esas cifras. Hasta que de la noche a la mañana -con el colapso de Lehman Brothers y el petardazo financiero mundial- todo se desmoronó, en lo que ha sido "el shock más brutal y fulminante de la crisis internacional", asegura Jon Danielsson, de la London School of Economics.

Pero volvamos a Arnar y su relato: "La banca empezó a derrochar dinero en juergas con champán y estrellas del rock; se compró o ayudó a comprar medio Oxford Street, varios clubes de fútbol de la liga inglesa, bancos en Dinamarca, empresas en toda Escandinavia: todo lo que estuviera en venta, y todo a crédito". Los ejecutivos se concedían créditos millonarios a sí mismos, a sus familiares, a sus amigos y a los políticos cercanos, a menudo, sin garantías. La Bolsa multiplicó su valor por nueve entre 2003 y 2007. Los precios de los pisos se triplicaron.

"Los bancos levantaron un obsceno castillo de naipes que se lo llevó todo por delante", cuenta Arnar, que conserva su empleo, pero con la mitad de sueldo. Acaba de comprarse un barco a medias con su padre con la intención de cambiar de vida: quiere dedicarse a la pesca.

La fábula de una isla de pescadores que se convirtió en un país de banqueros tiene moraleja: "Tal vez sea hora de volver al comienzo", reflexiona el ingeniero. "Tal vez todo ese dinero y ese talento que absorbe la banca cuando crece demasiado no solo se convierte en un foco de inestabilidad, sino que detrae recursos de otros sectores y puede llegar a ser nocivo, al impedir que una economía desarrolle todo su potencial", dice el presidente Grímsson.

La magnitud de la catástrofe fue espectacular. La inflación se desbocó, la corona se desplomó, el paro creció a toda velocidad, el PIB ha caído el 15%, los bancos perdieron unos 100.000 millones de dólares (pasará mucho tiempo antes de que haya cifras definitivas) y los islandeses siguieron siendo ricos, más o menos: la mita de ricos que antes. ¿De quién fue la culpa? De los bancos y los banqueros, por supuesto. De sus excesos, de aquella barra libre de crédito, de su desmesurada codicia. Los bancos son el monstruo, la culpa es de ellos y, en todo caso, de los políticos, que les permitieron todo eso. OK. No hay duda. ¿Solamente de los bancos?

"El país entero se vio atrapado en una burbuja. La banca experimentó un desarrollo repentino, algo que ahora vemos como algo estúpido e irresponsable. Pero la gente hizo algo parecido. Las reglas normales de las finanzas quedaron suspendidas y entramos en la era del todo vale: dos casas, tres casas por familia, un Range Rover, una moto de nieve. Los salarios subían, la riqueza parecía salir de la nada, las tarjetas de crédito echaban humo", explica Ásgeir Jonsson, ex economista jefe de Kaupthing. 

El también economista Magnus Skulasson asume que esa locura colectiva llevó a un país entero a parecer dominado por los valores de Wall Street, de la banca de inversión más especulativa. "Los islandeses hemos contribuido decisivamente a que pasara lo que pasó, por permitir que el Gobierno y la banca hicieran lo que hicieron, pero también participamos de esa combinación de codicia y estupidez. Los bancos merecen sentarse en el banquillo y nosotros nos merecemos una parte del castigo: pero solo una parte", afirma en el restaurante de un céntrico hotel.

Una cosa salva a los islandeses, de alguna manera les redime de parte de esos pecados. En su incisivo ¡Indignaos!, Stephane Hessel describe cómo en Europa y EE UU los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado el bache y prosiguen su vida como siempre: han vuelto los beneficios, los bonus, esas cosas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el nivel de ingresos, ni mucho menos el empleo. "El poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos", acusa, y, sin embargo, "los banqueros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros", añade en el prólogo del libro el escritor José Luis Sampedro.

Así es: salvo tal vez en el Ártico. Islandia ha hecho un valiente intento de pedir responsabilidades. "Dejar quebrar los bancos y decirles a los acreedores que no van a cobrar todo lo que se les debe ha ayudado a mitigar algunas de las consecuencias de las locuras de sus banqueros", asegura por teléfono desde Tejas el economista James K. Galbraith.

Contada así, la versión islandesa de la crisis tiene un toque romántico. Pero la economía es siempre más prosaica de lo que parece. Hay quien relata una historia distinta: "Simplemente, no había dinero para rescatar a los bancos: de lo contrario, el Estado los habría salvado: ¡Llegamos a pedírselo a Rusia!", critica el politólogo Eirikur Bergmann. "Fue un accidente: no queríamos, pero tuvimos que dejarlos quebrar y ahora los políticos tratan de vender esa leyenda de que Islandia ha dado otra respuesta".

Sea como sea, la crisis ha dejado una cicatriz enorme que sigue bien visible: hay controles de capitales, un delicioso eufemismo de lo que en el hemisferio Sur (y más concretamente en Argentina) suele llamarse corralito. El paro sigue por encima del 8%, tasas desconocidas por estos lares. El desplome de la corona ha empobrecido a todo el país, excepto a las empresas exportadoras.

Cuatro de cada diez hogares se endeudaron en divisas o con créditos vinculados a la inflación (parece que, por lo general, para comprar segundas residencias y coches de lujo), lo que ha dejado un agujero considerable en el bolsillo de la gente. Tras dejar quebrar el sistema bancario, el Estado lo nacionalizó y acabó inyectando montones de dinero -el equivalente a una cuarta parte del PIB- para que la banca no dejara de funcionar, y ahora empieza a reprivatizarlo: la vida, de algún modo, sigue igual.

Todo eso ha elevado la deuda pública por encima del 100% del PIB, y para controlar el déficit tampoco los islandeses se han librado de la oleada de austeridad que recorre Europa desde el Estrecho de Gibraltar hasta la costa de Groenlandia: más impuestos y menos gasto público. Al cabo, Islandia tuvo que pedir un rescate al FMI, y el Fondo ha aplicado las recetas habituales: se han elevado el IRPF y el IVA islandeses y se han creado nuevos impuestos, y por el lado del gasto se han bajado salarios y beneficios sociales y se están cerrando escuelas; se ha reducido el Estado del bienestar. Que es lo que suele suceder cuando de repente un país es menos rico de lo que creía.

"Hemos recorrido una década hacia atrás", cierra Bergman. Y aun así, el Gobierno y el FMI aseguran que Islandia crecerá este año un 3%: el desplome de la corona ha permitido un despegue de las exportaciones, hay sectores punteros -como el aluminio- que están teniendo una crisis muy provechosa, y, al fin y al cabo, Islandia es un país joven con un nivel educativo sobresaliente. Entre la docena de fuentes consultadas para este reportaje, sin embargo, no abunda el optimismo.

Uno de los economistas más brillantes de Islandia, Gylfi Zoega, dibuja un panorama preocupante: "Los bancos aún no son operativos, los balances de las empresas están dañados, el acceso al mercado de capitales está cerrado, el Gobierno muestra una debilidad alarmante. No hay consenso sobre qué lugar deben ocupar Islandia y su economía en el mundo. Vamos a la deriva... No se engañe: ni siquiera el colapso de los bancos fue una elección; no había alternativa. Islandia no puede ser un modelo de nada".

Hay quien duda incluso de que los banqueros den finalmente con sus huesos en la cárcel: "Los ejecutivos han sido detenidos varias veces, y después, puestos en libertad: como tantas otras veces, eso es más un jugueteo con la opinión pública que otra cosa", asegura Jon Danielsson. Hannes Guissurasson, asesor del anterior Gobierno y conocido por su férrea defensa de postulados neoliberales, incluso traza una fina línea entre el delito y algunas de las prácticas bancarias de los últimos años. "Muy pocos banqueros van a ir a la prisión, si es que va alguno: ¿qué ley vulnera la excesiva toma de riesgos?", se pregunta.

Pero los mitos son los mitos (y un periodista debe defender su reportaje hasta el último párrafo) e Islandia deja varias lecciones fundamentales. Una: no está claro si dejar caer un banco es un acto reaccionario o libertario, pero el coste, al menos para Islandia, es sorprendentemente bajo; el PIB de Irlanda (cuyo Gobierno garantizó toda la deuda bancaria) ha caído lo mismo y sus perspectivas de recuperación son peores. Dos: tener moneda propia no es un mal negocio. En caso de apuro se devalúa y santas Pascuas; eso permite salir de la crisis con exportaciones, algo que ni Grecia ni Irlanda (ni España) pueden hacer.

La última y definitiva enseñanza viene de la mano del grupo salvaje, a quien nadie vio venir: ni las agencias de calificación ni los auditores anticiparon los problemas (aunque lo que no descubre una buena auditoría lo destapa una buena crisis: Pricewaterhousecoopers está acusada de negligencia). Pero los problemas estaban ahí: la prueba es que la inmensa mayoría de los ejecutivos de banca están de patitas en la calle y algunos esperan juicio. 

Nuestro Sigurdur Einarsson, el banquero más buscado, se compró una mansión en Chelsea, uno de los barrios más exclusivos de Londres, por 12 millones de euros. La mayoría de los banqueros que tienen problemas con la justicia hicieron lo mismo durante los años del boom, y menos mal que lo hicieron: la gente les abucheaba en el teatro, les tiraba bolas de nieve en plena calle, les lanzaba piropos en los restaurantes o les dejaba ocurrentes pintadas en sus domicilios. Salieron pitando de Islandia.

El caso es que Einarsson no tuvo que marcharse: vivía en su estupenda mansión londinense desde 2005. La hipoteca no era problema: Einarsson decidió alquilársela al banco mientras vivía en la casa; al fin y al cabo, un presidente es un presidente, y ese es el tipo de demostraciones de talento financiero que solo traen sorpresas en el improbable caso de que la justicia se meta por medio. Islandia parece el lugar adecuado para que sucedan cosas improbables: según las estadísticas, más de la mitad de los islandeses cree en los elfos. En el avión de vuelta se entiende mejor la publicidad del aeropuerto, sobre todo porque las fuentes consultadas descartan que, si finalmente hay condena a los banqueros, el Gobierno islandés vaya a conceder un solo indulto. Esto es Islandia: paraíso sobrenatural. ¡Vaya si lo es!

El 'caso Icesave' (y otras rarezas)

El tiburón putrefacto es uno de los platos típicos de Islandia, que tiene una noche inacabable (no solo por las horas de oscuridad), una de las pocas primeras ministras del mundo (Johana Sigurdardottir, abiertamente lesbiana) y un museo de penes (y esto no es una errata). La lista de rarezas es inacabable: es más fácil entrevistar al presidente de Islandia que al alcalde de Reikiavik, Jon Gnarr, célebre por pactar solo con quienes hayan visto las cuatro temporadas de The Wire. Con la crisis, las singularidades han alcanzado incluso al siempre aburrido sector financiero: en Londres han llegado a aplicarle métodos antiterroristas.

Landsbanki, uno de los tres grandes bancos islandeses, abrió una filial por Internet con una cuenta de ahorro a altos tipos de interés, Icesave, que hizo furor entre británicos y holandeses. Cuando las cosas empezaron a torcerse y el Gobierno británico detectó que el banco estaba repatriando capitales, le aplicó la ley antiterrorista para congelar sus fondos. Ese fue el detonante de toda la crisis: provocó la quiebra en cadena de toda la banca. Y sigue dando tremendos dolores de cabeza a Islandia.

Holanda y Reino Unido devolvieron a sus ciudadanos el 100% de los depósitos y ahora exigen ese dinero: 4.000 millones de euros, un tercio del PIB islandés, nada menos. El Gobierno llegó a un acuerdo para que los ciudadanos pagaran en 15 años y al 5,5% de interés: la gente se organizó para echarlo abajo en un referéndum, tras el veto del presidente. 

Así llegó un segundo pacto, más ventajoso (tipos del 3%, a pagar en 37 años), y de nuevo la gente decidirá en abril en referéndum si paga o no por los desmanes de sus bancos. Agni Asgeirsson, ex ejecutivo que fue despedido de Kaupthing y ahora trabaja como ingeniero en Río Tinto, es tajante al respecto: "El primer acuerdo era claramente un fraude. Este es más discutible. No queremos pagar, pero eso añadiría incertidumbre legal sobre el futuro del país. Pero lo interesante es cómo ha reaccionado la gente".

Ese es quizá el mayor atractivo de la respuesta islandesa: la parlamentaria y ex magistrada francesa Eva Joly (a quien se encargó el inicio de la investigación sobre la banca) asegura que lo más llamativo de Islandia es que en un país "que se consideraba a sí mismo un milagro neoliberal, y donde se había perdido gradualmente todo interés por la política, ahora la gente quiere tener su destino en sus propias manos".

"Eso sí: la fe en los políticos y los banqueros tardará en volver, pero que mucho, mucho, tiempo", cierra el cónsul de España, Fridrik S. Kristjánsson.

domingo, 31 de mayo de 2009

La recesión golpea con dureza a la clase media

MADRID.- Principal sustento de las Haciendas públicas y garante del Estado de bienestar, la clase media es el verdadero rostro de la sociedad occidental. En un mundo globalizado, en el que hasta en el más mísero país siempre se puede encontrar a alguien con suficientes medios para darse un paseo espacial, sólo la preeminencia de la clase media distingue los Estados llamados desarrollados del resto. Los países dejan de ser pobres no por el puesto que ocupan sus millonarios en el ranking de los más ricos -de ser así, México o la India estarían a la cabeza del mundo dada la fortuna de sus potentados-, sino por la extensión de su clase media, según relata hoy 'El País'.

Pero parece que la clase media está en peligro o, al menos, en franca decadencia. Eso piensan muchos sociólogos, economistas, periodistas y, lo que es más grave, cada vez más estadísticos. Como los dinosaurios, esta "clase social de tenderos" -como la calificaban despectivamente los aristócratas de principios de siglo XX- aún domina la sociedad, pero la actual recesión puede ser el meteorito que la borre de la faz de la Tierra.

Siguiendo con la metáfora, el proceso no será instantáneo sino prolongado en el tiempo, pero inevitable. La nueva clase dominante que la sustituya bien pudieran ser los pujantes mileuristas, los que ganan mil euros al mes. Tal y como sucedió cuando los mamíferos sustituyeron a sus gigantes antecesores, los mileuristas tienen una mayor capacidad de adaptación a circunstancias difíciles. También se adaptan los pobres, pero no dejan de ser excluidos, mientras que los mileuristas son integradores de la masa social. Por eso se están extendiendo por todas las sociedades desarrolladas.

El mileurismo -un término inventando por la estudiante Carolina Alguacil, que escribió una carta al director de El País en agosto de 2005 para quejarse de su situación laboral- ha dejado de ser un terreno exclusivo para jóvenes universitarios recién licenciados que tienen que aceptar bajos salarios para hacerse con un currículo laboral.

En los últimos años ha incorporado a obreros cualificados, parados de larga duración, inmigrantes, empleados, cuarentones expulsados del mercado laboral y hasta prejubilados. Se estima que en España pueden alcanzar en torno a los doce millones de personas.

Su popularidad es tan creciente que ya hay varios libros dedicados exclusivamente a los mileuristas, tienen web propia y hasta película. Se llama Generazione 1.000 euro, una producción italiana que se acaba de estrenar. Cuenta la historia de un joven licenciado en matemáticas que malvive en una empresa de mercadotecnia y se enamora de otra mileurista. Basa su argumento en el libro con el mismo título que triunfó gracias a las descargas gratuitas de Internet (la gratuidad de la Red es una de las pocas válvulas de escape de los mileuristas).

Hasta los políticos comienzan a mirar hacia ellos. Las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate del estado de la nación, aunque luego descafeinadas, parecen ser las primeras especialmente diseñadas para mileuristas: equiparar las ayudas al alquiler, eliminar para las rentas medias la desgravación de la vivienda (¡el pisito, icono de la clase media española!), bonos de transportes desgravables y, sobre todo, máster gratis sin límite para graduados en paro.

Másteres, estudios de posgrado, doctorados, idiomas..., el signo de identidad de esta generación Peter Pan, dicen que la mejor preparada de la historia pero cuya edad media de emancipación del hogar familiar está a punto de alcanzar los 30 años.

La estadística da cuenta cada vez de forma más fehaciente de la pujanza del mileurismo frente a la bendita clase media. Uno de los datos más reveladores se encuentra en la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE), un informe cuatrienal pero que desnuda la realidad sociolaboral como ninguna otra.

Según la misma, el sueldo medio en España en 2006 (última vez que se realizó) era de 19.680 euros al año. Cuatro años antes, en 2002, era de 19.802 euros. Es decir, que en el periodo de mayor bonanza de la economía española, los sueldos no sólo no crecieron, sino que cayeron, más aún si se tiene en cuenta la inflación.

Si nos remontamos a 1995, la primera vez que se llevó a cabo la encuesta, la comparación es aún más desoladora. El salario medio en 1995 era de 16.762 euros, por lo que para adecuarse a la subida de precios experimentada en la última década, ahora tendría que situarse en torno a los 24.000 euros. Se trata del sueldo medio, que incluye el de los que más ganan. Por eso convendría tener en cuenta otro dato más esclarecedor: la mitad de los españoles gana menos de 15.760 euros al año, es decir, son mileuristas.

Los sueldos se han desplomado pese a la prosperidad económica e independientemente del signo político del partido en el poder en los últimos años (desde 1995 han gobernado sucesivamente PSOE, PP y nuevamente PSOE). La riqueza creada en todos esos años ha ido a incrementar principalmente las llamadas rentas del capital.

Algunos dan definitivamente por muerta la clase media. Es el caso del periodista Massimo Gaggi y del economista Eduardo Narduzzi, que en su libro El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste (Lengua de Trapo) vaticinaban la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo, y en el otro un "magma social" desclasado en que se confunden las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitado, a imagen y semejanza de los productos y servicios que les ofrecen las compañías low cost (bajo coste) como Ikea, Ryanair, Mc Donald's, Zara o Skype.

"Nosotros hablábamos de la aparición de una clase de la masa, es decir, de una dimensión social sin clasificación que de hecho contiene todas las categorías, con excepción de los pobres, que están excluidos, y de los nuevos aristócratas. La clase media era la accionista de financiación del Estado de bienestar, y su desaparición implica la crisis del welfare state, porque la clase de la masa ya no tiene interés en permitir impuestos elevados como contrapartida política que hay que conceder a la clase obrera, que también se ha visto en buena parte absorbida por la clase de la masa. La sociedad que surge es menos estable y, como denunciábamos, potencialmente más atraída por las alarmas políticas reaccionarias capaces de intercambiar mayor bienestar por menos democracia. También es una sociedad sin una clara identidad de valores compartidos, por lo tanto, es oportunista, consumista y sin proyectos a largo plazo", señalan los autores a El País.

El declive de la clase media se extiende por todo el mundo desarrollado. En Alemania, por ejemplo, un informe de McKinsey publicado en mayo del año pasado, cuando lo peor de la crisis estaba aún por llegar, revelaba que la clase media -definida por todos aquellos que ganan entre el 70% y el 150% de la media de ingresos del país- había pasado de representar el 62% de la población en 2000 al 54%, y estimaba que para 2020 estaría muy por debajo del 50%.

En Francia, donde los mileuristas se denominan babylosers (bebés perdedores), el paro entre los licenciados universitarios ha pasado del 6% en 1973 al 30% actual. Y les separa un abismo salarial respecto a la generación de Mayo del 68, la que hizo la revolución: los jóvenes trabajadores que tiraban adoquines y contaban entonces con 30 años o menos sólo ganaban un 14% menos que sus compañeros de 50 años; ahora, la diferencia es del 40%. En Grecia, los mileuristas están aún peor, ya que su poder adquisitivo sólo alcanza para que les llamen "la generación de los 700 euros".

En Estados Unidos, el fenómeno se asocia metafóricamente a Wal-Mart, la mayor cadena de distribución comercial del mundo, que da empleo a 1,3 millones de personas, aplicando una política de bajos precios a costa de salarios ínfimos -la hora se paga un 65% por debajo de la media del país-, sin apenas beneficios sociales y con importaciones masivas de productos extranjeros baratos procedentes de mercados emergentes, que están hundiendo la industria nacional.

La walmartización de Estados Unidos ha sido denunciada en la anterior campaña presidencial tanto por los demócratas como por los republicanos. El presidente Barak Obama creó por decreto la Middle Class Task Force, el grupo de trabajo de la clase media, que integra a varias agencias federales con el objeto de aliviar la situación de un grupo social al que dicen pertenecer el 78% de los estadounidenses. El grupo tiene su propia página web y su lema: "Una clase media fuerte es una América fuerte".

Hacen falta más que lemas para salir de la espiral que ha creado la recesión y que arrastra en su vórtice a una clase media debilitada hacia el mileurismo o tal vez más abajo. En Nueva York, 1,3 millones de personas se apuntaron a la sopa boba de los comedores sociales en 2007. Apenas un año después, tres millones de neoyorquinos eran oficialmente pobres.

Los pobres limpios, como se denomina a los que han descendido desde la clase media, también comienzan a saturar los servicios sociales en España. Las peticiones de ayuda en Cáritas han aumentado un 40%, y el perfil social del demandante empieza a cambiar: padre de familia, varón, en paro, 40 años, con hipoteca, que vive al día y que ha agotado las prestaciones familiares.

Con el propósito de tranquilizar a la población, los dirigentes han comenzado a hablar de "brotes verdes" para designar los primeros signos de recuperación. Pero ésta no es una crisis cualquiera. Howard Davidowitz, economista y presidente de una exitosa consultora, se ha convertido en una estrella mediática en Estados Unidos al fustigar sin piedad el optimismo de la Administración de Obama.

"Estamos hechos un lío y el consumidor es lo suficientemente listo para saberlo. Con este panorama económico, el consumidor que no se haya petrificado es que es un maldito idiota. Esta crisis hará retroceder al país al menos diez años y la calidad de la vida nunca volverá a ser la misma".

La marcada frontera que separaba la clase media de la exclusión y de los pobres se está derrumbando a golpes de pica como lo hizo el muro de Berlín, y algunos se preguntan si tal vez la caída del telón de acero no haya marcado el inicio del fin de conquistas sociales y laborales que costaron siglos (y tanta sangre), una vez que el capitalismo se encontró de repente sin enemigo.

Al margen de especulaciones históricas, lo cierto es que la desigualdad crece. En España, la Encuesta de Condiciones de Vida, realizada en 2007 por el INE, señalaba que casi 20 de cada 100 personas estaban por debajo del umbral de la pobreza.

El último informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España, de Cáritas, resaltaba que hay un 12,2% de hogares "pobres integrados", esto es, sectores integrados socialmente pero con ingresos insuficientes y con alto riesgo de engrosar las listas de la exclusión. Su futuro es más incierto que nunca, y muchos hablan de un lento proceso de desintegración del actual Estado de bienestar.

Otros expertos son mucho más optimistas y descartan que se pueda hablar del fin de clase media.

"Es una afirmación excesivamente simplista que obvia algunos de los grandes avances que ha registrado la sociedad española en el largo plazo. Las crisis comienzan perjudicando a los hogares con menores ingresos y menor nivel formativo, para extender posteriormente sus efectos al resto de grupos. Y aunque mantenemos niveles de desigualdad considerablemente elevados en el contexto europeo estamos todavía lejos de ser una sociedad dual", señala Luis Ayala, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los autores del informe FOESSA.

El catedrático de Estructura Económica Santiago Niño Becerra ha saltado a la fama editorial por su libro El crash de 2010 (Los Libros del Lince), en el que afirma que la crisis no ha hecho más que empezar y que será larga y dura.

A la pregunta de cómo va a afectar esta debacle a la clase media, contesta: "El modelo de protección social que hemos conocido tiende a menos-menos porque ya ha dejado de ser necesario, al igual que lo ha dejado de ser la clase media: ambos han cumplido su función. La clase media actual fue inventada tras la II Guerra Mundial en un entorno posbélico, con la memoria aún muy fresca de la miseria vivida durante la Gran Depresión y con una Europa deshecha y con 50 millones de desplazados, y lo más importante: con un modelo prometiendo el paraíso desde la otra orilla del Elba. La respuesta del capitalismo fue muy inteligente (en realidad fue la única posible, como suele suceder): el Estado se metió en la economía, se propició el pleno empleo de los factores productivos, la población se puso a consumir, a ahorrar y, ¡tachín!, apareció la clase media, que empezó a votar lo correcto: una socialdemocracia light y una democracia cristiana conveniente; para acabar de completar la jugada, esa gente tenía que sentirse segura, de modo que no desease más de lo que se le diese pero de forma que eso fuese mucho en comparación con lo que había tenido: sanidad, pensiones, enseñanza, gasto social... que financiaban con sus impuestos y con la pequeña parte que pagaban los ricos (para ellos se inventaron los paraísos fiscales). Todo eso ya no es necesario: ni nadie promete nada desde la otra orilla del Elba, ni hay que convencer a nadie de nada, ni hay que proteger a la población de nada: hay lo que hay y habrá lo que habrá, y punto. Por eso tampoco son ya necesarios los paraísos fiscales: ¿qué impuestos directos van a tener que dejar de pagar los ricos si muchos de ellos van a desaparecer y si la mayoría de los impuestos de los que quieren escapar van a ser sustituidos por gravámenes indirectos?".

Y es que frente a la extendida idea de que la mejor forma de favorecer el bienestar es conseguir altas tasas de crecimiento y de creación de empleo, en los momentos de máxima creación de empleo la desigualdad no disminuyó. Al contrario, desde el primer tercio de los años noventa la pobreza no ha decrecido. Los salarios crecen menos que el PIB per cápita. El último informe mundial de salarios de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) destaca que entre 2001 y 2007 crecieron menos del 1,9% en la mitad de los países. En España, el aumento real fue casi cero, como en Japón y Estados Unidos. Para 2009, la OIT pronostica que los salarios crecerán sólo un 0,5%.

En España hay un dato aún más revelador del vértigo que siente la clase media cuando se asoma al abismo de inseguridad que le ofrece esta nueva etapa del capitalismo. El número de familias que tiene a todos sus miembros en paro ha sobrepasado el millón. Y peor aún, la tasa de paro de la persona de referencia del hogar -la que aporta más fondos y tiene el trabajo más estable- está ya en el 14,5%, muy similar a la del cónyuge o pareja (14,4%), cuyo sueldo se toma como un ingreso extra, mientras que la de los hijos se ha disparado cinco puntos en el primer trimestre y está en el 26,8%.

Luis Ayala constata que, por primera vez desde mediados de los años noventa, al inicio de esta crisis hemos asistido a tres cambios claramente diferenciales respecto al modelo distributivo en vigor en las tres décadas anteriores: la desigualdad y la pobreza dejaron de reducirse (aunque no aumentaron) por primera vez desde los años sesenta; por primera vez en muchos años la desigualdad no disminuyó en un contexto de crecimiento económico, y a diferencia de lo que sucedió con la mayoría de los indicadores macroeconómicos (PIB per cápita, déficit público, desempleo, etcétera), durante este periodo se amplió el diferencial con la UE desde el punto de vista de desigualad.

"Si en un tiempo de mareas altas no disminuyó la desigualdad, cabe contemplar con certeza su posible aumento en un periodo de mareas bajas. La evidencia que muestran varios estudios de cierta conexión entre determinadas manifestaciones del desempleo y la desigualdad y la pobreza obligan, inevitablemente, a pensar en un rápido aumento de la desigualdad y de las necesidades sociales.

Así, tanto el número de hogares en los que todos los activos están en paro como la tasa de paro de la persona principal del hogar son variables más relacionadas con la desigualdad que los cambios en las cifras agregadas de empleo. La información más reciente que ofrece la EPA deja pocas dudas: en ninguno de los episodios recesivos anteriores crecieron tan rápido ambos indicadores, por lo que cabe pensar en aumentos de la desigualdad y de la pobreza monetaria muy superiores a los de cualquier otro momento del periodo democrático", afirma Ayala.

En efecto, estos datos demolen en parte el viejo bastión español frente a la crisis: el colchón familiar. ¿Cómo van a ayudar los padres a los hijos si comienzan a ser los grandes protagonistas del drama del desempleo? El profesor Josep Pijoan-Mas, del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), en el artículo Recesión y crisis (El País, 15 de marzo), observaba una preocupante similitud entre esta recesión y la de 1991-1994, cuando el paro trepó hasta el 24%.

"Los datos muestran que el aumento de la desigualdad en el ámbito individual se amplifica cuando agrupamos los datos por hogares. Esto sugiere que, contrariamente a la creencia popular, la familia no es un buen mecanismo de seguro en España: cuando un miembro del hogar experimenta descensos de renta, lo mismo sucede al resto de miembros del hogar", indica.

Afirmar a simple vista que, por primera vez desde la II Guerra Mundial (la Guerra Civil en España), las nuevas generaciones vivirán peor que la de sus padres puede parecer osado. Nunca tantos jóvenes estudiaron en el extranjero (gracias a las becas Erasmus), viajaron tanto (gracias a las aerolíneas low cost) o prolongaron tanto su formación. Pero se trata de una sensación de riqueza ilusoria, apegada al parasitismo familiar.

El número de jóvenes españoles que dispone de una independencia económica plena disminuyó desde el 24% en 2004 al 21% en 2008, según el último informe del Instituto de la Juventud (Injuve). El proceso es general en toda Europa. El número de "viejos estudiantes" ha crecido a un ritmo vertiginoso en los últimos años. Así, el 15% del total de estudiantes de la Unión Europea (entendiendo por tales los que dedican todo su tiempo a la formación) tiene ya más de 30 años, según el Informe de la Juventud de la Comisión Europea de abril pasado.

Cuando esos maduros estudiantes se incorporan al mercado laboral les esperan contratos temporales, tal vez para siempre. Y es que según el informe de la UE, el porcentaje de personas que tenía un contrato temporal y no podía encontrar uno fijo se incrementa con la edad. Del 37%, entre los 15 a los 24 años, hasta el 65%, entre los 25 los 29. Atrapados en la temporalidad de por vida, van desengañándose de encontrar algo mejor a medida que envejecen. Muchos cuando rondan la treintena ya están resignados a su suerte.

"Desde luego es la generación que menos periodos de adultez va a tener. Pueden entrar en el mercado laboral a los 33 años y encontrarse con un ERE a los 50 o directamente con la prejubilación. El problema es que ofertamos puestos de trabajo que puede hacer cualquiera. Por eso, curiosamente, los jóvenes van a responder a la crisis dependiendo de las posibilidades que tengan de esperar y formarse adecuadamente. Y en eso es decisivo el poder adquisitivo de los padres y su nivel educativo", señala el sociólogo Andreu López, uno de los autores del último informe de Injuve.

El drama laboral no sólo lo sufren los jóvenes. Puede que los miles de trabajadores que están perdiendo su empleo vuelvan al mercado laboral cuando la crisis escampe, pero no con las mismas condiciones. Por ejemplo, la ingente masa laboral de la construcción que ha sostenido la economía española deberá ocuparse en otros sectores.

"Todo lo que aprendieron a hacer trabajando en los últimos años les valdrá de poco o nada. Por tanto, no es de esperar que sus salarios sean muy altos cuando encuentren nuevos empleos. De hecho, la evidencia empírica disponible para Estados Unidos muestra que los desempleados ganan menos cuando salen de un periodo de desempleo y que dicha pérdida salarial es mayor cuanto más largo ha sido el periodo de desempleo", indicaba el profesor Pijoan-Mas.

Los gobernantes han encontrado un bálsamo de Fierabrás contra el paro y la precariedad laboral: innovación y ecología. Los empleos que nos sacarán de la crisis estarán basados en el I+D+i. Es lo que Zapatero ha llamado el nuevo modelo productivo. Sin contar con que los sectores tecnológicos no son muy intensivos en mano de obra, la premisa parte en cierta forma de una falacia: la de pensar que los países emergentes se quedaran parados mientras convertimos los cortijos andaluces en factorías de chips ultraconductores y laboratorios genéticos.

La globalización también ha llegado al I+D+i. La India, por ejemplo, produce 350.000 ingenieros al año (los mejores en software de todo el mundo), anglófonos y con un salario medio de 15.000 dólares al año, frente a los 90.000 que ganan en Estados Unidos.

Por su parte, China está a punto de convertirse en el segundo inversor mundial en I+D. "Cuando despertemos de la crisis en Europa, descubriremos que en la India y en China producen muchas más cosas que antes", avisa Michele Boldrin, catedrático de la Washington University.

Ante este clima de inseguridad y falta de perspectivas, no es de extrañar que el 45,8% de los parados esté considerando opositar y el 14,6% ya esté preparando los exámenes, según una encuesta de Adecco. Ser funcionario se ha convertido en el sueño laboral de cualquier español, y puede ser el último reducto de la clase media.

El único peligro es que su factura es crecientemente alta para un país en el que se desploman los ingresos por cotizaciones sociales y por impuestos ligados a la actividad y a la renta. La última EPA refleja que los asalariados públicos han crecido en un año en 116.200 personas, sobrepasando por primera vez la cifra de tres millones.

El coste total de sus salarios alcanzará este año los 103.285 millones de euros, según datos del Ministerio de Política Territorial. Cada funcionario le cuesta a cada habitante 2.400 euros, el doble si consideramos sólo a los asalariados. ¿Puede permitirse una economía tan maltrecha una nómina pública que consume el equivalente al 10% de la riqueza nacional en un año?

Un panorama tan sombrío para amplias capas de la población puede sugerir que pronto se vivirán enormes convulsiones sociales. Algunos advierten de un resurgimiento de movimientos radicales, como el neofascismo. Por el momento, nada de eso se ha producido. Las huelgas generales convocadas por los sindicatos tradicionales en países como Francia o Italia no han tenido consecuencia alguna, porque los más damnificados -parados y mileuristas- no se sienten representados por ellos.

En España, ni siquiera se han convocado paros. Y los llamados sindicatos de clase van de la mano del Gobierno al Primero de Mayo e invitan al líder de la oposición a sus congresos. Un marco demasiado amigable con el poder político teniendo detrás cuatro millones de parados y casi un tercio de los asalariados con contrato temporal.

Puede que no sea muy romántico advertir de que, tampoco esta vez, seremos testigos de una revolución, pero es muy probable que la caída del bienestar se acepte con resignación, sin grandes algaradas, ante la indiferencia del poder político, que llevará sus pasos hacia la política-espectáculo, muy en la línea de algunas apariciones de Silvio Berlusconi o Nicolas Sarkozy, cuya vida social tiene más protagonismo en los medios de comunicación que las medidas que adoptan como responsables de Gobierno.

En esa línea, Santiago Niño Becerra considera que hoy por hoy "la ideología prácticamente ha muerto", y gradualmente, evolucionaremos hacia un sistema político en el que un grupo de técnicos tomará las decisiones y "la gente, la población, cada vez tendrá menos protagonismo.

"Conceptos como funcionarios, jubilados, desempleados, subempleados, mileuristas, undermileuristas irán perdiendo significado.

Con bastante aceleración se irá formando un grupo de personas necesarias que contribuirán a la generación de un PIB cuyo volumen total decrecerá en relación al momento actual, personas con una muy alta productividad y una elevada remuneración (razón por la cual su PIB per cápita será mucho más elevado que el actual), y el resto, un resto bastante homogéneo, con empleos temporales cuando sean necesarios, dotados de un subsidio de subsistencia (el nombre poco importa) que cubra sus necesidades mínimas a fin de complementar sus ingresos laborales.

La recuperación vendrá por el lado de la productividad, de la eficiencia, de la tecnología necesaria; pero en ese trinomio muy poco factor trabajo es preciso. Pienso que la sociedad post crash será una sociedad de insiders y outsiders: de quienes son necesarios para generar PIB y de quienes son complementarios o innecesarios".

Una impresión bastante similar a la de los italianos Gaggi y Narduzzi que, en su último libro, El pleno desempleo (Lengua de Trapo, 2009), dibujan un marco sociolaboral sin beneficios contractuales, baby boomers (la generación que ahora tiene entre 40 y 60 años) resistiéndose a jubilarse, contratos temporales de servicios y autónomos sin seguridad. Y pese a todo, una masa social amorfa y resignada.

"La masa del siglo XXI es una forma social figurada no material en el sentido de que no es fácil ver las concretas manifestaciones políticas o sociales en la calle, mientras que es normal identificar conductas o comportamientos masificados como la utilización de Google o la pasión por el iPhone. Esto significa que cuatro millones de desempleados son hoy menos peligrosos de lo que lo eran en 1929, porque no hay una ideología política que contextualmente cohesione y aglutine el malestar y la disensión. Y también los sindicatos se han debilitado.

La crisis actual rechaza amablemente lo que decíamos en nuestro ensayo del año pasado: el mercado de trabajo se desestructura y se flexibiliza hasta el punto de que aparecen como desocupados de hecho la mayoría de los trabajadores. Es el triunfo del factor de la producción capital, que aparentemente está en crisis, pero que en realidad se aprovecha de la crisis para dar el empujón final a las últimas, y pocas, certezas de los trabajadores", señalan.

Hace cuatro años, Carolina Alguacil hizo una definición precisa y certera cuando acuñó el término de mileurista. "Es aquel joven licenciado, con idiomas, posgrados, másteres y cursillos (...) que no gana más de mil euros. Gasta más de un tercio de su sueldo en alquiler, porque le gusta la ciudad. No ahorra, no tiene casa, no tiene coche, no tiene hijos, vive al día...

A veces es divertido, pero ya cansa". Si hubiera que reescribir ahora esa definición sólo habría que añadir: "El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela".

Objetivo: la 'generación tapón'

Internacionalmente se les conoce como baby boomers. En España, le llaman generación tapón y abarca a los nacidos en las décadas de los cincuenta y sesenta, coincidiendo con un boom de la natalidad. Acaparan casi todos los puestos de responsabilidad en la política, los negocios e, incluso, la vida cultural, taponando el acceso a las nuevas generaciones, se supone que mejor formadas.

En el plano laboral, ocupan los trabajos fijos, mejor pagados, protegidos por derechos laborales y sindicatos poderosos, mientras los mileuristas sufren la precariedad y la temporalidad. Los trabajadores con un contrato temporal tuvieron un salario medio anual inferior en un 32,6% al de los indefinidos (Encuesta Estructura Salarial 2006).

Pero no todos los cuarentones son triunfadores o acomodados padres de familia. También ellos sufren su propia dualidad. Los salarios entre ejecutivos y empleados se han agrandado en los últimos años. El salario anual de los directores de empresas de más de diez trabajadores fue superior en un 206,6% al salario medio en 2006.

En tiempos de recesión, los ojos se vuelven hacia ellos. Además de ser el objetivo de los ERE, bajadas de salarios o el recorte de prestaciones, los baby boomers serán los principales paganos con sus impuestos del creciente endeudamiento que están acometiendo los Estados para sortear la crisis.

Y eso sin contar la amenaza de la inviabilidad de sus pensiones cuando lleguen a la edad de jubilación, de la que no paran de advertir los malos augures como el FMI. Pero además de una carga laboral son también el principal sostén del consumo. Así que cuidado con quitar el tapón, no vaya a ser que se vaya el gas.

viernes, 8 de mayo de 2009

El Nobel de Economía, Stiglitz, pronostica una recesión profunda tras la "caída libre" de la economía

LISBOA.- Un mezcla de corrupción entre el sistema financiero y los políticos estadounidenses, la continua desregulación asociada a la ideología de que los mercados se autorregulan y una política monetaria demasiado expansiva, son la causa de que el mundo esté inmerso en la peor crisis de los últimos 80 años, según el Nobel de Economía en 2001, Joseph Stiglitz, que consideró que el escenario de futuro más optimista es que, después de la caída libre de las economías, llegue un periodo de profunda recesión.

Stiglitz, ex presidente del Banco Mundial, participó en las Conferencias de Estoril, que bajo el tema "Desafíos globales, respuestas locales", pretende convertirse en un punto de reflexión internacional para hablar sobre globalización, a medio camino entre "el liberalismo de Davos y la utopía de Porto Alegre".

En su intervención, consideró que una de las raíces de la actual crisis nace de "la corrupción al estilo estadounidense" que se instaló en Estados Unidos, y citó como ejemplo la elevada financiación que la industria financiera proporcionó para las campañas electorales de demócratas y republicanos a lo largo de los años. "Invirtieron y consiguieron resultados, la desregulación" y la "ideología de que los mercados se autorregulan", ironizó.

Desde su punto de vista, ante las causas de la actual crisis, no se vislumbra un fin optimista a corto plazo. De hecho, el escenario más optimista que dibujó fue que tras "el fin de un período de caída libre en las economías, seguirá un período de recesión profunda", afirmó el Nobel.

El Nobel de Economía emitió fuertes críticas al sistema financiero occidental, y en particular al estadounidense. Stiglitz consideró que "intentaron quedarse con todo el beneficio del sistema productivo".

"Es difícil clasificar la depravación moral de nuestro sistema financiero", afirmó.

Sin embargo, las críticas más duras fueron para el negocio montado alrededor de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos. Los bancos, dijo, "descubrieron que había dinero en la base de la pirámide social y decidieron ir allí y traerlo para la cima (...) Robaron a los más pobres de los más pobres".

Además, acusó a los bancos de querer echar las culpas de lo ocurrido sobre los reguladores, y los comparó con "los ladrones que pagan caro a los policías para que vayan a dar una vuelta mientras ellos roban, y ahora vienen a decir que la culpa es de los policías".

En su opinión, los bancos se olvidaron de su razón de ser: la diversificación del riesgo y la transferencia del capital de los ahorradores para los inversores. "Ellos evaluaron mal el riesgo, calcularon mal el riesgo y el capital", sentenció.

Stiglitz no fue muy optimista sobre las medidas adoptadas para hacer frente a la crisis. "Cuando de la reunión del G-20 sale la decisión de fortalecer el papel del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Foro de Estabilidad Financiera, que son instituciones que gestionaron mal las crisis de los años 90, no podemos tener mucha esperanza sobre la resolución actual de la crisis", afirmó.

Pero además de las medidas internacionales, el premio Nobel también realizó un balance negativo sobre los planes para combatir la crisis de Estados Unidos.

Por un lado, acusó a la Administración Obama de apostar por "mantener vivos bancos zombis", incentivando la creación de instituciones "todavía mayores" de las que ya existían. Por otro, consideró que los apoyos a la economía "llegaron demasiado tarde, fueron demasiado pequeños y mal diseñados".

Además, defendió que "la doctrina de la derecha sobre la economía de mercado falló claramente" y demostró "la importancia de regular los mercados". Así recordó que, tanto la experiencia actual, como la de Chile, cuando el dictador Augusto Pinochet, aconsejado por Milton Friedman, experimentó la desregulación de su sistema financiero y "le costó a los chilenos un cuarto de siglo pagando deudas", demuestran la importancia de "la regulación del sistema".

Desde su punto de vista, para salir de esta crisis es necesario más inversión pública, más medidas de apoyo al mercado hipotecario y que la administración deje caer a los bancos en vez de canalizar hacia ellos la mayor parte de los recursos presupuestarios.

jueves, 30 de abril de 2009

El cardenal Rouco Varela dice que la ruina financiera es culpa de “almas y conciencias corrompidas”

MADRID.- El pecado es el culpable. Este es el contundente diagnóstico del cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, sobre la crisis económica mundial. Sostiene el presidente del episcopado español que la causa de la “ruina financiera” reside en las “almas y conciencias moralmente corrompidas”. Lo mismo que ocurrió en todas las crisis “más graves y dramáticas” del siglo XX, provocadas porque “se había pecado masivamente”.

Para el cardenal-arzobispo de Madrid, “en y de almas y conciencias moralmente corrompidas se han ido gestando ruina financiera, quiebra de orden económico, sufrimiento de las familias y drama humano de los parados”, dice el cardenal en su carta pastoral con motivo del 1º de Mayo.

Ante esa situación, la sociedad, según el purpurado madrileño, debería echar la vista atrás y no cometer los mismos errores. Y aprender del pasado. Porque en las crisis del siglo XX “se pudo ver claramente que lo que había ocurrido era el fallo moral del hombre”. O dicho más en concreto, “se había pecado masivamente”.

¿Y cuál es la salida? No repetir las recetas que ya entonces fracasaron. En las crisis del siglo XX, “no fueron suficientes los recursos técnicos y políticos. Sólo cuando se constató y experimentó trágicamente la insuficiencia de esas recetas puramente socio-económicas y político-jurídicas, antes y después de las dos Guerras mundiales que asolaron el pasado siglo, se pudo ver claramente que lo que había ocurrido era el fallo moral del hombre”.

¿Y cuál es la receta que propone, entonces, el cardenal? La conversión. “Una conversión de los corazones y de las conciencias personales y urgir, al mismo tiempo, una regeneración espiritual y moral de la sociedad”.

Sólo desde aquí “se podrá esperar una solución verdadera, justa y solidaria de los problemas económico-financieros y sociales, que nos angustian y nos hacen difícil vivir con esperanza pascual, sentencia el cardenal madrileño en su carta sobre el primero de mayo.

viernes, 17 de abril de 2009

La refinería de Escombreras deja de ser rentable y 'Repsol' parará muy pronto su producción

CARTAGENA.- La bajada de consumo de gasolina, el descenso continuado de beneficios en el refinado de cada barril de petróleo y la acumulación de pérdidas han obligado a la multinacional española Repsol YPF a tomar una decisión histórica: parar por tiempo indefinido su refinería del Valle de Escombreras. Sesenta años después de su puesta en marcha, la petrolera suspenderá este mes, de forma temporal, su producción en Cartagena, según avanzó 'La Verdad'.

La noticia trascendió de forma inesperada, aunque en las últimas semanas era un secreto a voces entre los directivos locales de la empresa y sus trabajadores. La fábrica de Escombreras es una de las más antiguas de toda la petrolera, con los beneficios más bajos de toda España y con unas unidades de producción obsoletas.

Éstas no contemplan la obtención de gasóleo ni queroseno, los dos productos que más demanda el mercado en la actualidad. Eso ha provocado que los márgenes de beneficios hayan caído en picado hasta el punto de que la vieja fábrica ya no es rentable.

Según informaron fuentes de la empresa aún no se ha determinado la fecha exacta de la parada «ni la duración de ella». Otras fuentes indicaron que podría producirse antes de que acabe este mes.

«Se trata de una decisión comercial debido a las consecuencias que sobre los márgenes internacionales del refino está teniendo la actual crisis económica internacional», explicó un portavoz de la empresa.

Añadió que el proyecto de ampliación y modernización que se está haciendo en Cartagena «cobra más sentido que nunca, ya que corregirá la situación en la que se encuentra actualmente la refinería, debido a su baja capacidad de producción de destilados medios (gasóleo y queroseno).

«Era modernizarnos e invertir para poder producir lo que el mercado nos pide o cerrar», añadieron las mismas fuentes.

En estos momentos hay trabajando 750 trabajadores en la refinería. La empresa aseguró en un comunicado que ninguno de ellos correrá peligro de perder su puesto de trabajo. Pero otras fuentes indicaron que se teme por el futuro de cien empleados que en estos momentos tienen contratos temporales. El resto, los indefinidos, seguirán haciendo cursos de formación para los trabajos que se realizarán en las nuevas instalaciones, de reciclaje o con pequeñas tareas en la fábrica.

La parada de las unidades de producción supone que de la refinería de Repsol no saldrá ni un solo litro de combustible ni los derivados del petróleo que allí se producen. Aun así la petrolera aseguró que esta situación no supondrá un perjuicio para clientes y usuarios, «ya que se van a garantizar todos los suministros, así como el mantenimiento de los sistemas de seguridad en los mismos niveles que en la actualidad».

La refinería de petróleos lleva funcionando ininterrumpidamente en el Valle de Escombreras desde 1950, año de su fundación. Entonces fue la primera refinería de la península, cuya construcción se inició en los años cuarenta bajo la denominación de Refinería de Petróleo de Escombreras, SA (REPESA).

Desde entonces y según aseguran desde la empresa nunca había tenido que parar todas sus unidades de producción. Ni siquiera cuando se incendió en 1969 los responsable decidieron paralizar la planta.

Durante ciertas épocas del año detienen alguna unidad para su mantenimiento, por lo que la parada que se realizará en los próximo días supondrá todo un hito en la historia de esta refinería.

Los primeros en sufrir el efecto dominó que supone dejar de producir combustible serán las decenas de empresas auxiliares que trabajan en la vieja factoría y que ocupan a alrededor de quinientos trabajadores.

Éstas empresas se dedican exclusivamente a tareas de mantenimiento. Los sindicatos, la patronal y los propios trabajadores de la factoría auguran que los primeros que peligran son las subcontratas. Los responsables de la refinería no quisieron pronunciarse a este respecto y sólo se limitaron a decir que ningún trabajador de Repsol perderá su trabajo.

Instrumentistas de control, electrónicos, metalúrgicos (tuberos, soldadores o montadores), los encargados del sistema de aislamiento, personal de laboratorio e incluso de limpieza de tanques de almacenamiento serán los primeros que podrían quedarse sin trabajo. La mayoría residen en la comarca y pertenecen a empresas locales, pero también del ámbito nacional que viven del trabajo que les ofrece la refinería.

El temor se centra ahora en saber cuándo y cuánto tiempo permanecerá la fábrica de la petrolera sin producir. El propio consejero de Universidades, Empresa e Investigación aseguró que Vázquez le comunicó que la actividad se reanudará cuando se recuperen los márgenes de beneficios o cuando termine la actual coyuntura económica.

La situación de crisis de la refinería no es nueva, según el portavoz del Ayuntamiento de Cartagena, Joaquín Segado. «Realmente el momento más crítico fue hace unos años cuando se decidió invertir para ampliar sus instalaciones. Si esto no hubiera sido así la situación ahora sería mucho peor», comentó.

La mayoría de los agentes sociales de la comarca coincidieron en la necesidad de cuidar a la empresa auxiliar y otros en que lo importante es que se está invirtiendo en modernizar el complejo y que ningún trabajador irá al paro.

Sin embargo, el portavoz de IU, José Antonio Pujante, criticó que las últimas inversiones de Repsol se hayan marchado a otras sedes españolas, como las situadas en Tarragona y Puertollano, «dejando a un lado la actualización de la refinería del Valle de Escombreras».

La producción actual de la refinería alcanza el 7,5% de la capacidad de refino de España. Una vez realizada la inversión prevista en la nueva planta, más del 50% de la producción del complejo serán destilados medios, fundamentalmente gasóleos y queroseno, lo que contribuirá a reducir de manera significativa el creciente déficit de estos productos en España.

Por eso, ahora todas las expectativas están puestas en la nueva factoría, que en realidad es una modernísima refinería dentro de la vieja inaugurada hace 59 años. En sus obras trabajan en la actualidad alrededor de dos mil trabajadores, de los que «ni uno sólo se verá afectado por la situación que está viviendo la empresa en estos momentos», señalaron fuentes de la multinacional.

En la nueva refinería Repsol está invirtiendo más de 3.600 millones de euros y, según los cálculos del director en Cartagena, Francisco Vázquez, podría estar finalizada para finales del año que viene o principios del 2011.

Este nuevo complejo industrial tendrá la capacidad de duplicar su producción hasta los once millones de toneladas de carburantes al año (220.000 barriles diarios). Su puesta en funcionamiento «reducirá el déficit de gasóleo en España», según Francisco Vázquez.

Los responsables de la obra prevén que llegarán a trabajar hasta seis mil empleados y que echarán más de veinte millones de horas.

La nueva refinería se convertirá en uno de los principales enclaves de producción de combustibles limpios de toda Europa y destacará en destilados medios como el gasóleo, a los que dedicará el 50% de toda su producción.

Viudes, primera víctima de 'Repsol'

La siguiente ficha en tambalearse por el huracán que ha provocado la notica de la paralización de la refinería de Repsol en Escombreras, es el Puerto de Cartagena. Según las previsiones de la Autoridad Portuaria, la llegada de buques petroleros se reducirá hasta el punto de que llegarán a perder alrededor de 300.000 euros cada mes que la planta esté parada. Esto supone casi el 10% de sus ingresos mensuales.

La noticia de la «parada técnica», según la empresa, fue recibida por el presidente portuario de Cartagena, Adrián Ángel Viudes, como un jarro de agua fría. «No sabemos cuánto tiempo durará esta situación, porque no tenemos información fidedigna. Lo mismo dura sólo una semana, un mes o hasta que se pueda poner en marcha las nuevas instalaciones que ahora están construyendo», explicó a 'La Verdad'.

Lo único que seguirá funcionando es el oleoducto desde el Valle de Escombreras hasta Puertollano (Ciudad Real) y su recién inaugurada dársena en el puerto. «La dirección de Repsol nos ha asegurado que la pérdida de ingresos será reemplazada con la llegada de buques importadores de productos ya refinados. Esto supondrá menos pérdidas, pero la operatividad del puerto bajará considerablemente», aseguró Viudes.

Mientras, la dirección de la refinería sigue sin anunciar cuándo llevará a cabo el parón, ni por cuanto tiempo. Previsiblemente podría ser a principios de la semana que viene, ya que, según apuntaron los representantes de los trabajadores, la empresa podría aprovechar la huelga que hay programada para el domingo y lunes, por demandas sociosanitarias, para comenzarla «alegando razones de rentabilidad».

El comité intercentros de Repsol, que negocia estos días el convenio colectivo, exigió a la compañía que facilite datos económicos sobre el volumen de ventas, costes de producción y márgenes comerciales de la refinería de Cartagena, «que ayuden a entender la decisión de paralizar la actividad».

Saura pide explicaciones a Valcárcel

Por su parte, el secretario general de los socialistas murcianos, Pedro Saura, pedirá la comparecencia del presidente Valcárcel en la Asamblea Regional para que explique "qué actuaciones va a desarrollar ante la empresa Repsol y qué conocimiento tenía sobre la paralización de la actividad en la refinería de Escombreras".

Saura recordó la enorme trascendencia que tiene para la actividad económica de la Comunidad Autónoma la refinería de Repsol, por ser un sector estratégico, "y también para el empleo, tanto directo como indirecto, en la comarca de Cartagena".

Por ello, el líder socialista consideró necesario que Valcárcel explique en la Asamblea Regional, no solamente lo que sabía sobre el cese en la actividad de Repsol, sino también "qué actuaciones ha puesto o piensa poner en marcha".

En este sentido, recordó que "cuando las cosas iban bien en Repsol, Valcárcel y la alcaldesa de Cartagena se partían la cara para hacerse las fotos; ahora tienen que dar la cara cuando las cosas no van tan bien".