Mi anterior contribución a estas páginas digitales tenía por título
“10 años de crisis” y recordaba cómo el 8 de agosto del 2007 los
europeos nos enteramos de que algunos fondos de inversión de respetables
instituciones financieras, como la BNP, no podían devolver el dinero a
sus partícipes por culpa de haber invertido en las famosas suprime
y otros productos financieros tóxicos.
Desde entonces, decía, empezó el
más largo período de estancamiento económico que ha vivido el mundo
occidental, y Europa muy en particular, desde aquel que empezó en 1929
con las turbulencias bursátiles de Wall Street y acabó, también 10 años
después, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial diez años
después.
Pero como no hay mal que siempre dure, las noticias económicas con
las que cerramos el curso parecen ser buenas, tan buenas que el gobierno
español anuncia el fin de la crisis. El PIB ha alcanzado el nivel del
2008, es decir hemos recuperado lo perdido en esa década, la economía
crece al 3,1 % y ha mantenido el nivel del 0,9 % en el segundo
trimestre. Llevamos ya 9 trimestres consecutivos creciendo al 3 % anual
y, pese a todas las debilidades subyacentes de nuestras empresas y de
nuestra sociedad, crecemos a un ritmo doble del medio de la eurozona.
Rajoy ha podido mostrar su optimismo económico a la salida de los
juzgados, y con razón, porque los datos macroeconómicos son buenos,
mejores de lo esperado, la desaceleración de finales del año pasado
parece superada y ni la larga interinidad del gobierno, ni el anunciado
choque de trenes del 1 de octubre han afectado al crecimiento.
No somos el único caso. También en Francia los datos macroeconómicos
son buenos y se respira un novedoso optimismo, que el FMI saluda y
bendice en la figura de la nueva “Macroneconomics”, aunque para
ello tenga que desdecirse de sus críticas pasadas. Si Macron es o no un
nuevo Blair que busca en una combinación de políticas de derechas y de
izquierdas la forma de superar los bloqueos de la economía francesa,
está por ver.
En el Reino Unido en cambio ya aparecen claramente los
efectos recesivos del Brexit, que algunos habían podido negar pero que
los últimos datos confirman. A la espera de lo que ocurra en Alemania en
septiembre, la situación en la Eurozona es mejor de lo que se podía
pensar hace poco. ¡Incluso Grecia ha podido volver con éxito al mercado
de capitales!
Y lo mismo se puede decir de la economía mundial. A pesar de todas
las turbulencias políticas, de todas las incertidumbres, y con el
cambio de papeles entre una China campeona de la globalización mientras
que los EE.UU se repliegan hacia posiciones proteccionistas, los
indicadores coyunturales indican que la economía mundial ha crecido en
el primer trimestre de este año a un ritmo anual del 4,5 %.
Un ritmo más parecido al de la década precrisis que a lo que
estábamos acostumbrados desde el 2007. Como comparación reciente,
recordemos que a principios del 2016 el crecimiento mundial no superaba
el 3 %.
Cuando hay una buena noticia, hay que señalarla, sobre todo si nos
puede alegrar las vacaciones que millones de españoles estarán empezando
y compartiendo con una temporada turística que promete ser un nuevo
récord, empujando la actividad y el empleo, aunque se corresponda con el
modelo de desarrollo que nos gustaría cambiar por otro más basado en
sectores de punta y de desarrollo tecnológico.
Y además, hay que destacar que esa aparente salida de la crisis se
debe más al tirón de las economías desarrolladas que a las de los países
emergentes. Todo el mundo desarrollado, desde EE.UU a Japón, pasando
por la zona euro, se ha puesto a crecer a la vez, superando su tendencia
potencial de largo plazo y alcanzando un 3 % anual en el primer
trimestre. Que todas estas economías con características tan diferentes
se pongan simultáneamente “en fase” de despegue es un hecho tan
novedoso como positivo.
¿Y China? Se temía que la disminución del crecimiento produjese una
explosión social y que no se pudiese controlar la especulación contra el
yuan. Pero, ventajas de un régimen autoritario, el gobierno ha
controlado la actividad con un relanzamiento de las inversiones públicas
y el Banco de China ha sacrificado el 25 % de sus reservas de divisas
para mantener el yuan. De manera que, aunque los informes de las
instituciones internacionales mantienen el estado de alerta, de momento
no ha pasado nada y más bien parece que se podría producir un aumento de
la actividad, especialmente en Corea del Sur y Taiwán.
Incluso en Brasil y en Rusia, la relativa mejoría de los precios de las materias primas ha detenido la caída del producto bruto.
Desde el punto de vista monetario, hasta Draghi se permite decir que
el riesgo de deflación ha desaparecido, aunque va a mantener los
estímulos monetarios por si acaso. Y en EE.UU., los niveles de empleo
han permitido que los salarios aumenten y con ello la Fed ha empezado a
aumentar los tipos de interés y a reducir su enorme balance engordado
durante la crisis.
A pesar de ello, las condiciones financieras en EE.UU son poco
restrictivas y en Japón y Europa claramente expansionistas. Y además,
después de muchos años de austeridad, la restricción presupuestaria
empieza también a relajarse. De manera que los buenos datos de la
economía española no son un caso excepcional en el mundo sino que forman
parte de una tendencia a la recuperación que nos beneficia
especialmente por las tantas veces citados vientos de cola de los tipos
de interés, precios del petróleo, tipo de cambio y demanda turística.
En el horizonte hay nubes, como no podía ser de otra manera. En
particular el endeudamiento sigue siendo alto y las cotizaciones de la
bolsa americana excesivas, con el riesgo de un pinchazo en plenas
vacaciones.
Pero no debemos olvidar que el endeudamiento de la economía mundial
se ha desplazado hacia las economías emergentes, en particular en China,
cuyo sistema bancario es ya el mayor del mundo y donde el crecimiento
se mantiene, como hicimos nosotros, gracias al endeudamiento interior,
que llega ya al 210 % del PIB para el sector privado. Pro memoria, en
EE.UU. antes de la explosión de la burbuja financiera era del 170 %.
Pero aunque el futuro siga siendo incierto, y peligroso, es bueno
poder irse de vacaciones con buenas noticias sobre el estado de la
economía, al menos en las grandes cifras macroeconómicas. Hilando más
fino, probablemente sea verdad que hemos cambiado el endeudamiento por
la desigualdad como motor del crecimiento, como dice el informe de CC.OO
sobre la situación económica española. Y seguramente en Europa una
actitud más cooperativa entre países deudores y acreedores hubiera
ahorrado mucho sufrimiento social. Temas sobre los que tratar en estos
días de vacaciones. Que las tengan muy felices.
(*) Ex presidente del Parlamento Europeo
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