martes, 1 de agosto de 2017

¿Salimos de la crisis? / Josep Borrell *

Mi anterior contribución a estas páginas digitales tenía por título “10 años de crisis” y recordaba cómo el 8 de agosto del 2007 los europeos nos enteramos de que algunos fondos de inversión de respetables instituciones financieras, como la BNP, no podían devolver el dinero a sus partícipes por culpa de haber invertido en las famosas suprime y otros productos financieros tóxicos. 

Desde entonces, decía, empezó el más largo período de estancamiento económico que ha vivido el mundo occidental, y Europa muy en particular,  desde aquel que empezó en 1929 con las turbulencias bursátiles de Wall Street y acabó, también 10 años después, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial diez años después.

Pero como no hay mal que siempre dure, las noticias económicas con las que cerramos el curso parecen ser buenas, tan buenas que el gobierno español anuncia el fin de la crisis. El PIB ha alcanzado el nivel del 2008, es decir hemos recuperado lo perdido en esa década, la economía crece al 3,1 % y ha mantenido el nivel del 0,9 % en el segundo trimestre. Llevamos ya 9 trimestres consecutivos creciendo al 3 % anual y, pese a todas las debilidades subyacentes de nuestras empresas y de nuestra sociedad, crecemos a un ritmo doble del medio de la eurozona.

Rajoy ha podido mostrar su optimismo económico a la salida de los juzgados, y con razón, porque los datos macroeconómicos son buenos, mejores de lo esperado, la desaceleración de finales del año pasado parece superada y ni la larga interinidad del gobierno, ni el anunciado choque de trenes del 1 de octubre han afectado al crecimiento.

No somos el único caso. También en Francia los datos macroeconómicos son buenos y se respira un novedoso optimismo, que el FMI saluda y bendice en la figura de la nueva Macroneconomics, aunque para ello tenga que desdecirse de sus críticas pasadas. Si Macron es o no un nuevo Blair que busca en una combinación de políticas de derechas y de izquierdas la forma de superar los bloqueos de la economía francesa, está por ver. 

En el Reino Unido en cambio ya aparecen claramente los efectos recesivos del Brexit, que algunos habían podido negar pero que los últimos datos confirman. A la espera de lo que ocurra en Alemania en septiembre, la situación en la Eurozona es mejor de lo que se podía pensar hace poco. ¡Incluso Grecia ha podido volver con éxito al mercado de capitales!

Y lo mismo se puede decir de la economía mundial. A pesar de todas las turbulencias políticas, de todas las incertidumbres,  y con el cambio de papeles entre una China campeona de la globalización mientras que los EE.UU se repliegan hacia posiciones proteccionistas, los indicadores coyunturales indican que la economía mundial ha crecido en el primer trimestre de este año a un ritmo anual del 4,5 %.

Un ritmo más parecido al de la década precrisis que a lo que estábamos acostumbrados desde el 2007. Como comparación reciente, recordemos que a principios del 2016 el crecimiento mundial no superaba el 3 %.

Cuando hay una buena noticia, hay que señalarla, sobre todo si nos puede alegrar las vacaciones que millones de españoles estarán empezando y compartiendo con una temporada turística que promete ser un nuevo récord, empujando la actividad y el empleo, aunque se corresponda con el modelo de desarrollo que nos gustaría cambiar por otro más basado en sectores de punta y de desarrollo tecnológico.

Y además, hay que destacar que esa aparente salida de la crisis se debe más al tirón de las economías desarrolladas que a las de los países emergentes. Todo el mundo desarrollado, desde EE.UU a Japón, pasando por la zona euro, se ha puesto a crecer a la vez, superando su tendencia potencial de largo plazo y alcanzando un 3 % anual en el primer trimestre. Que todas estas economías con características tan diferentes se pongan simultáneamente “en  fase”  de despegue es un hecho tan novedoso como positivo.

¿Y China? Se temía que la disminución del crecimiento produjese una explosión social y que no se pudiese controlar la especulación contra el yuan. Pero, ventajas de un régimen autoritario, el gobierno ha controlado la actividad con un relanzamiento de las inversiones públicas y el Banco de China ha sacrificado el 25 % de sus reservas de divisas para mantener el yuan. De manera que, aunque los informes de las instituciones internacionales mantienen el estado de alerta, de momento no ha pasado nada y más bien parece que se podría producir un aumento de la actividad, especialmente en Corea del Sur y Taiwán.

Incluso en Brasil y en Rusia, la relativa mejoría de los precios de las materias primas ha detenido la caída del producto bruto.

Desde el punto de vista monetario, hasta Draghi se permite decir que el riesgo de deflación ha desaparecido, aunque va a mantener los estímulos monetarios por si acaso. Y en EE.UU., los niveles de empleo han permitido que los salarios aumenten y con ello la Fed ha empezado a aumentar los tipos de interés y a reducir su enorme balance engordado durante la crisis.

A pesar de ello, las condiciones financieras en EE.UU son poco restrictivas y en Japón y Europa claramente expansionistas. Y además, después de muchos años de austeridad, la restricción presupuestaria empieza también a relajarse. De manera que los buenos datos de la economía española no son un caso excepcional en el mundo sino que forman parte de una tendencia a la recuperación que nos beneficia especialmente por las tantas veces citados vientos de cola de los tipos de interés, precios del petróleo, tipo de cambio y demanda turística.

En el horizonte hay nubes, como no podía ser de otra manera. En particular el endeudamiento sigue siendo alto y las cotizaciones de la bolsa americana excesivas, con el riesgo de un pinchazo en plenas vacaciones.

Pero no debemos olvidar que el endeudamiento de la economía mundial se ha desplazado hacia las economías emergentes, en particular en China, cuyo sistema bancario es ya el mayor del mundo y donde el crecimiento se mantiene, como hicimos nosotros, gracias al endeudamiento interior, que llega ya al 210 % del PIB para el sector privado. Pro memoria, en EE.UU. antes de la explosión de la burbuja financiera era del 170 %.

Pero aunque el futuro siga siendo incierto, y peligroso, es bueno poder irse de vacaciones con buenas noticias sobre el estado de la economía, al menos en las grandes cifras macroeconómicas. Hilando más fino, probablemente sea verdad que hemos cambiado el endeudamiento por la desigualdad como motor del crecimiento, como dice el informe de CC.OO sobre la situación económica española. Y seguramente en Europa una actitud más cooperativa entre países deudores y acreedores hubiera ahorrado mucho sufrimiento social. Temas sobre los que tratar en estos días de vacaciones. Que las tengan muy felices.


(*) Ex presidente del Parlamento Europeo


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