jueves, 17 de agosto de 2017

Pablo de Tarso / Guillermo Herrera *

No quería tocar este tema tan polémico porque sé que me voy a ganar enemigos, pero yo he nacido periodista y mi deber es tratar de descubrir los engaños para ayudar a mis semejantes y tratar de comunicar mis certezas con humildad porque no trabajo para mi gloria sino para la gloria del Creador. Quiero saber la Verdad aunque duela desprenderse de las milongas que nos han contado, porque no hay religión más alta que la Verdad.

Pido disculpas de antemano a quien se ofenda por mis opiniones. Yo sólo transmito lo que veo con claridad, y lo que siento con honestidad. El Creador nos regaló el don de la inteligencia para hacer uso de él y no entregar nuestro poder ciegamente a otras personas e instituciones. No se trata de ir contra nadie sino de esclarecer la verdad, sin ideas preconcebidas.

Toda la versión vaticana del cristianismo está centrada en Pablo de Tarso, hasta el extremo de que a veces este personaje parece más importante que el propio Jesús de Nazaret y que según los expertos no existe el cristianismo sino el ‘paulinismo’. Es decir, que el filtro paulino prevalece sobre la fuente crística original.

Si vas a una misa, no te puedes escapar sin que te den la paliza con una epístola de San Pablo a los efesios, a los tesalodicenses o a la madre que los trajo al mundo. Sus palabras suenan bien y son apaciguadoras para el rebaño, pero no dicen casi nada igual que los políticos. A eso lo llaman “palabra de Dios” cuando es la interpretación subjetiva de un teólogo que no conoció al Maestro personalmente. Todo lo contrario del verbo directo, sencillo y profundo de San Juan Evangelista: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios.” Todo lo demás es bla-bla-bla.

El cristianismo original nació con una energía absolutamente femenina pero San Pablo la masculinizó, igual que hizo San Pedro. Su misoginia llegó hasta el extremo de prohibir hablar a las mujeres en las asambleas de cristianos.

Si partimos del hecho de que Pablo de Tarso no convivió personalmente con el Maestro durante muchos años, como hicieron el resto de los apóstoles, llegamos a la conclusión de que toda su teología se basa en interpretaciones personales y subjetivas sobre alguien a quien no conoció personalmente, salvo una experiencia fugaz que podría tener muchas explicaciones psiquiátricas.

Misha no creó ningún dogma, ni ninguna religión, ni ninguna institución, pero Pablo fue el primer fabricante de dogmas e instituciones religiosas, es decir, un manipulador absoluto.

El mismo Pablo reconocía que era un ‘mentiroso’, pero se queda corto. Romanos 3,7.- “Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?”

¿Entienden lo que significa este versículo? Pablo dice en una de sus cartas que si él miente con el objetivo de glorificar y propagar a Dios, no debería ser considerado un mentiroso como tal. Dice muy claramente “Mi mentira”, dando a entender que ha recurrido a ella para aumentar la gloria de Dios.

Pero esto no para aquí, ya que Pablo sigue confesando con descaro.- “En que, siendo del todo libre, me hago siervo de todos para ganarlos a todos, y me hago judío con los judíos, con los que viven bajo la ley, me hago como si estuviera sujeto a ella, no estándolo para ganar a los que bajo ella están, con los que están si ley, me hago como los que están sin ley, para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin Ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo.” (1ª de Corintios, 9, 19).

¿Qué necesidad tiene el evangelio de ser predicado con mentiras e hipocresías? ¿Desde cuándo mandó Jesús predicar su evangelio a través de la manipulación?

Finalmente, otras dos reflexiones.- Si digo que “soy cristiano”, estoy entregando mi poder divino a una religión, pero si digo que “yo soy Cristo” es que he comprendido el mensaje verdadero del Maestro. Por cierto, el símbolo de la cruz les encanta a los satanistas porque representa la humillación y la tortura de su mayor enemigo.




(*) Periodista

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