domingo, 16 de julio de 2017

Descuadres / Alberto Aguirre de Cárcer *

Algo pasa con las agendas de los políticos, que, como dicen los cursis, no cuadran. Especialmente la del presidente Rajoy. Por lo visto no tiene tiempo en todo el verano para recibir al Círculo del Agua, que aglutina a numerosas asociaciones agrarias y empresariales, centros universitarios y de investigación, así como a otros colectivos que están preocupados por la situación de sequía en el sureste. 

Por carta, Rajoy les ha remitido al Ministerio de Agricultura, donde los primeros contactos con las comunidades autónomas para elaborar un Pacto Nacional del Agua se han dejado en manos de directores generales. Ciertamente es difícil visitar a Rajoy en estos tiempos. Ya han pasado más de dos meses desde que Fernando López Miras asumió la presidencia regional y aún no han tenido un encuentro institucional en La Moncloa. No encajan las agendas, aseguran desde San Esteban, aunque el presidente murciano ha podido verse con el Rey durante más de dos horas y coordinarse con no sé cuántos comisarios europeos en un viaje de 48 horas a Bruselas. 

Dicen los portavoces del Gobierno regional que Miras y Rajoy hablan a menudo, pero poca utilidad pública tienen sus contactos si no trascienden los contenidos. Es sabido que los líos del agua no entusiasman al presidente del Gobierno, como ningún otro con espinas territoriales. Pero Miras y el Círculo deberían no cejar en el intento de comprometerlo en persona con el problema, como es su obligación, y que todos lo veamos. (Yo lo intentaría por última vez cuando termine el Tour de Francia. Por probar, vaya).

Quien sí encontró un hueco esta semana fue el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, quien casi sin previo aviso de las autoridades murcianas pasó como una exhalación por Murcia. Al menos dio la cara, se sometió a preguntas y comprometió plazos. La Plataforma Prosoterramiento se quedó con las ganas de un encuentro. Y me da la impresión de que algunos alcaldes, también. Aseguran que problemas de agenda, cómo no, lo impidieron. No hay que desesperarse. También es verdad que en estos tiempos verse las caras en torno a una mesa no es garantía de nada. 

Algunos se descuelgan antes de empezar, como Podemos, que se ha apeado del Pacto Regional del Agua. La política (hablar de nueva y vieja ya solo mueve a la risa) se ha convertido en un espectáculo desmoralizante por lo que tiene de frívola sobreactuación teatral, tanto en los cansinos ataques al adversario como en los anuncios de las iniciativas de gobierno. En paralelo al ‘y tú más’, con la misma ligereza se promete que con 3 millones de euros se lograrán inversiones empresariales de gran valor tecnológico por valor de 600 millones en Escombreras que con 4 millones y un rutilante Plan Gastronómico se abrirán nada menos que 1.500 restaurantes en tres años en la Región.

Volviendo al agua, percibo en Podemos propuestas que no deberían quedar fuera del debate. Poner un tope a los regadíos o utilizar las desalinizadoras es recomendable en un contexto de sequía, que además puede enquistarse por el proceso acelerado de subida global de las temperaturas. Pero, a mi juicio, tropiezan conceptualmente cuando se mezcla todo en una batidora y lo condimentan con reparos a los trasvases que tienen más peso ideológico que científico. El cambio climático reducirá el agua disponible y por eso son y serán necesarias las desalinizadoras, pero las ‘fábricas de agua’ no mitigan precisamente el cambio climático porque a día de hoy consumen una enorme cantidad de energía que contribuye a elevar los niveles de CO2. 

Por eso, California, el estado norteamericano más comprometido con el protocolo de Kioto, apenas apuesta por las desalinizadoras y mantiene los trasvases cuando están garantizados los caudales ecológicos de las cuencas cedentes. Las desalinizadoras que usan con energía fotovoltaica se cuentan con los dedos de la mano. Son prototipos no comerciales que solo están al alcance de manera experimental en los países más ricos del Golfo Pérsico. En las antípodas en cuanto a potencial económico, la mayor aportación real de la Región a la lucha contra el cambio climático consiste en mantener su cubierta vegetal, un sumidero de CO2 que está en riesgo precisamente por la falta de agua. 

Por supuesto que hay que apostar por las energías fotovoltaicas, por una reindustrialización con tecnologías limpias y por un modelo productivo sostenible, pero renunciar hoy a los trasvases es poner en riesgo el 25% del PIB regional sin disponer de una alternativa realista a corto plazo sobre la mesa. Las opiniones de Podemos en materia de agua son tan respetables como las demás, pero sorprende que considerándose adalides de esa nueva política tengan la piel mucho más fina y reaccionen con virulencia ante la mínima crítica o cuestionamiento. 

Los nuevos partidos han traído aspectos positivos a la vida pública, pero en materia de sectarismo y priorización de estrategias partidistas se han mimetizado con lo ya existente a velocidad de vértigo. Ahí está la lamentable controversia vivida con el 20 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, a raíz de una petición al Ayuntamiento de Madrid de Movimiento contra la Intolerancia, nada sospechosa de connivencia con el PP. Un día sí y otro también, dominada por ese tactismo de todos los partidos políticos, la agenda pública española nos descuadra a todos.  


(*) Periodista y director de La Verdad


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