martes, 11 de julio de 2017

Theresa May se escuda en los Reyes de España para no ir al Parlamento / A.R. Mendizabal *

Es ve­rano, hace ca­lor, el curso ha sido denso y tenso y se acercan las va­ca­cio­nes. Todo es­taba pre­pa­rado para aflojar el pis­tón. Nada más lejos de la reali­dad: en los úl­timos días se ha vi­vido un ex­tra­or­di­nario juego de po­der. Primero, la UE llegó a un acuerdo co­mer­cial con Japón, para que el Trump del ‘America First’ y la Theresa May del Brexit duro se en­teren de qué va el co­mercio libre en el mundo glo­ba­li­zado. 

Segundo, los líderes de la ‘relación especial’ anglosajona respondieron en la misma moneda: el inquilino de la Casa Blanca anunció o prometió, no quedó muy claro, un futuro acuerdo comercial ‘muy, muy grande’ entre Washington y Londres. Brillaron así los sables de la diplomacia en torno al G-20 en Hamburgo.

Tercero: Trump amenazaba con imponer aranceles a la importación de acero extranjero en EEUU. Bruselas restalló inmediatamente: vale, pues la UE gravará el whiskey bourbon. En cuarto, quinto, seto y más lugares, el fin de semana asistió perplejo al dueto Trump-Putin, a la idea de un organismo bilateral de ciberseguridad, a los piropos de uno a otro y viceversa y a los patéticos esfuerzos de Donald Jr. por explicar cómo y por qué se reunión con representantes rusos que le habían prometido ‘kompromat’ contra Hillary Clinton en junio del año pasado.

Ya hay expertos legales en EEUU que creen que puede haber habido delito, violación de legislación electoral y hasta traición, y se ha mencionado y publicado la eventualidad de ‘cárcel’.

Pero Trump se fue y aquí quedaron los europeos, con el Brexit pendiente. Toda la gran prensa, incluida la norteamericana, han dado como triunfadora del G-20 a Angela Merkel, no tanto por dar la nota como precisamente por lo contrario. Su discreción destacó sobre el pavoneo de Trump, y su frase final fue antológica: ‘La reunión ha tenido lugar’.

La primera ministra británica, en cambio, regresó a Londres con esa vaga verborrea de Trump para afrontar una creciente rebelión en sus propia filas republicanas y con el aliento de los laboristas de Jeremy Corbyn en la nuca. Habrá nuevas elecciones en septiembre, dicen. Otros creen que se puede descabalgar a May desde dentro antes de eso.

Arrollada por una serie de desgracias, desde tres atentados yihadistas casi consecutivos al pavoroso incendio de la torre Grenfell y la derrota moral en las elecciones que la han mantenido de momento al frente del Gobierno con una exigua coalición, May solicita este martes la ayuda de todos para que las cosas no se desmadren más. Está en juego el futuro de esa ‘Gran Bretaña global’ con la que sueña en su nacionalismo populista y proteccionista.

Está en juego…, y parece que lo está perdiendo. Una encuesta entre empresarios ha dado un revolcón: 98% o no quieren Brexit en absoluto o quieren que el país siga de alguna manera en el mercado único y en la unión aduanera. En otro sondeo, el 54% se declara ahora contrario al Brexit. Los últimos datos macro revelan un enfriamiento de la economía. Cada día nuevas firmas anuncian planes para instalarse en el continente. Nadie sabía en qué iba a consistir el Brexit, y todavía nadie lo sabe. Los ciudadanos votaron a ciegas por una vuelta a la soberanía nacional, pero ahora que está tomando algo de forma el futuro, no es muy apetecible.

Los nervios están tan a punto de estallar que la diputada conservadora Anne Marie Morris, una de las más opuestas al Brexit duro, se dejó llevar este lunes por una frase racista que ha provocado todo un escándalo. Irse de la UE dando un portazo y sin acuerdo, como más de una vez ha amenazado May, sería ‘una auténtica metedura de pata’. Morris ha sido suspendida porque la expresión que usó tiene fuertes connotaciones racistas. Con el castigo también se ha reducido a 12 votos la mayoría parlamentaria negociada con los unionistas de Irlanda del Norte.

Este miércoles no hay votaciones en el Parlamento británico: es miércoles, día en el que la primera ministra debe responder a las preguntas de los diputados. Pocas veces algún primer ministro se ha ausentado. En todo caso, por un viaje oficial al extranjero. Pero aunque está en Londres, Theresa May no va a ir mañana a Westminster.

Estará en el Palacio de Buckingham, a poco más de un kilómetro. Asistirá a un solemne acto oficial de la Visita de Estado de los Reyes de Españaa Reino Unido entre hoy día 11 y el viernes 14. Normal, pero no tanto, porque hay tiempo para todo, como subraya entre otros el Daily Mail: la primera ministra ‘se escaquea’ de la sesión de control parlamentario. Al diputado laborista James Frith no le parece nada bien: ‘De modo que la lista de incomparecencias de Theresa May continúa. Está contra las cuerdas en Westminster, sacudida en Europa y huyendo de los laboristas’.

Y en efecto, este fin de curso está siendo agobiante para Theresa May. Uno de los columnistas estrella de Financial Times, Gideon Rachman, ya aventura hasta tres escenarios en los que Reino Unido puede ser ‘humillado’ por el Brexit. Primero: que May se vea obligada a aceptar lo que sea que proponga Bruselas, con lo que la factura de 100.000 millones de euros podría materializarse.

Segundo: que sea todo lo contrario, que para evitar esa humillación Londres dé el portazo; el orgullo quedaría en eso, porque los productos británicos se quedarían al otro lado del Canal o tendrían que abonar fuertes aranceles.

Y tercero: que ante la alternativa de un mal acuerdo o de un no acuerdo, el país tenga que dar marcha atrás y volver a la UE. Es una opción que ronda en algunos ambientes. El último en proclamarla públicamente, en una entrevista en la BBC, ha sido el ex ministro liberal conservador Vince Cable: el Brexir presenta ‘problemas tan enormes, con fuertes divisiones en los dos grandes partidos, que veo un escenario en el que eso no ocurre’.

Para Rachman, el hecho de que estén sobre la mesa las tres posibilidades ya es una humillación para un país que nunca ha sido derrotado.


(*) Periodista

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