viernes, 28 de julio de 2017

Nadie acepta una religión si se impone por la fuerza / Guillermo Herrera *

El pasado miércoles 26 de julio tuve la oportunidad de ver en TVE-2 la película “¡Arriba Hazaña!” que me ‘encabronó’ y me removió las entrañas, porque se parece mucho al ambiente educativo represor que viví de niño en los años cincuenta y sesenta en el Colegio La Salle de Almería:


¡Arriba Hazaña! es una película española de 1.978, dirigida por José María Gutiérrez Santos y que tiene como protagonistas a Fernando Fernán Gómez, Héctor Alterio y José Sacristán. Se realizó en pleno periodo de la transición, encuadrada dentro del género socio político, que alcanzó un buen éxito comercial en el momento de su estreno. Se encuentra basada en la novela “El infierno y la brisa” del escritor onubense José María Vaz de Soto publicada en 1.971.
Argumento.- En España, a finales del franquismo, los alumnos de un rígido internado religioso se sublevan contra la represiva normativa del colegio y contra sus directores. Donde el político republicano Manuel Azaña es presentado como símbolo de la resistencia democrática, junto a Voltaire o Lutero.
Aparece en la peli el mismo Hermano Prefecto intrasigente que humillaba a los niños de todas las formas imaginables y el mismo Hermano Director delColegio, sonriente y cínico, que hacía de “poli bueno”, pero que estaba igual de podrido que aquel sistema de enseñanza basado en el miedo, la culpa y la humillación.
El ‘nacional-catolicismo’ es la denominación con la que se conoce una de las señas de identidad ideológica del franquismo, el régimen dictatorial con el que Francisco Franco gobernó España entre 1.939 y 1.975. Su manifestación más visible fue la hegemonía que tenía la Iglesia Católica en todos los aspectos de la vida pública e incluso privada.
Estos supuestos ‘educadores’ no se habían enterado de que una educación basada en el castigo y la humillación de las personas, no sólo no funciona, sino que además crea resentimiento para toda la vida en el inconsciente de las personas, por mucho que uno intente perdonar a sus verdugos.
Parece que los frailes de aquel entonces querían vengarse en los niños inocentes de toda la persecución anticlerical que habían sufrido durante la guerra civil española. Precisamente muchos de los perseguidores habían sido de niños humillados por aquellos frailes de los que se vengaban fusilándolos.
Después de la guerra civil, la sociedad fue recristianizada progresivamente, ya sea de grado o forzadamente. Miles de niños y jóvenes no bautizados en los años anteriores lo son ahora, ya que para diversos trámites administrativos se necesita certificado de bautismo. Se declaran inválidos los matrimonios únicamente civiles y los divorcios. Es la época de las vocaciones tardías o precoces (mil sacerdotes anuales entre 1.954 y 1.956) y la censura moral en películas y libros.
Por otro lado, este tipo de educación “nacional-católica” sólo sirvió para crear personas ateas y anticlericales, porque nadie acepta una religión si se le impone por la fuerza. Yo tuve la suerte de poder separar el trigo de la cizaña y quedarme sólo con los valores que me habían transmitido, no con los defectos, en lugar de rechazar todo el lote. Pero también pasé una época de ateísmo, resentimiento y rechazo absoluto, en la que veía al comunismo como alternativa a la tiranía del sistema franquista.



(*) Periodista

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