El cese de cuatro consejeros y del secretario del Gobierno catalán
(Baiget, Munté, Jané, Ruiz y Vila) todos ellos miembros del PDeCAT abre
una nueva crisis de credibilidad y unidad entre los partidos que
apuestan por el referéndum secesionista ilegal del 1 de octubre.
Especialmente en el seno del PDeCAT lo que sin duda tendrá un gran
impacto en el seno de la sociedad catalana con vistas al referéndum y
las imparables elecciones autonómicas catalanas del otoño.
El vicepresidente del gobierno catalán y líder de ERC, Oriol
Junqueras, es el que manda en la política catalana, y el que dirige la
orquesta del referéndum secesionista del 1-O que no se celebrará si
Rajoy cumple su promesa.
Junqueras ha forzado el cese en el Gobierno de cinco representantes
del PDeCAT, y obliga al nuevo Ejecutivo a firmar los actos ilegales de
la convocatoria del referéndum. Y su objetivo no es la independencia de
Cataluña, sino convertirse en el próximo Presidente de la Generalitat en
las elecciones autonómicas del otoño en las que ERC será el partido más
votado, en detrimento de PDeCAT, que está roto y que quedará reducido a
una veintena de diputados como tercera o cuarta fuerza política de
Cataluña, gracias a los disparates de Puigdemont y Mas.
La crisis del gobierno de Puigdemont revela las enormes dudas y las
discrepancias que no cesan de crecer en el seno del secesionismo de
Cataluña, y apuntan a la intención de Junqueras -si no es inhabilitado
por el referéndum- de formar en el otoño un gobierno de la izquierda
radical con el apoyo de ERC, Podemos, Comunes y Cup, y puede que con una
parte del PSC.
El episodio de la crisis del Gobierno catalán puede ser el inicio de
una revuelta interna en el campo del secesionismo y en su base social
que desinfle todas sus expectativas, e incluso hagan fracasar la cita
del 1-O, siempre que el gobierno de Rajoy no eluda sus responsabilidades
y actúe con la firmeza y decisión que requiere este desafío al Estado,
al Estatut y la Constitución.
(*) Periodista
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