domingo, 18 de junio de 2017

La burbuja democrática / Ángel Montiel *


Hay partidos, como el PP, que cuando escuchan la palabra democracia desenfundan a Rafael Hernando. Pero otros, los de la izquierda, PSOE y Podemos, están sufriendo ahora mismo (y cuando digo ahora mismo me refiero a esta hora de reloj en la que está usted leyendo este artículo) una resaca bastante tremenda después de haberse dopado con ese concepto sin contención alguna a la frivolidad. 

Al exceso de control y dirigismo de las estructuras orgánicas de los partidos, mortal para la democracia interna en las organizaciones que sirven de vehículo a la democracia ciudadana, se ha respondido con una fórmula tan extraordinariamente abierta que ha acabado por trasladar el autoritarismo que se pretendía corregir desde los aparatos a los líderes. Tanto en el PSOE como en Podemos es posible percibir los efectos de esa burbuja democrática, que han acabado no siendo precisamente positivos a priori

Entre los socialistas, porque la elección del líder del partido mediante primarias tiene la consecuencia de que éste se constituye en jefe absoluto: nombra directamente a su equipo e impone sus políticas con la legitimidad de la obediencia a ´las bases´, y toda crítica a su gestión constituiría una refutación del sentimiento y la voluntad de éstas. Ha nacido un caudillo. 

En Podemos el problema se agrava, pues tienen derecho a la elección del líder, más allá de los militantes convencionales, los llamados ´inscritos´, que votan telemáticamente y carecen, a los efectos, de rostro y domicilio, de tal manera que con una previsión adecuada, podrían decidir el destino de la organización personas que atendieran a los intereses de otros partidos, que contribuirían a apoyar a la opción menos preocupante para su auténtica obediencia. 

El PSOE. Este fin de semana se celebra el congreso federal, y antes de su inicio ya conocíamos el grueso de los integrantes de su ejecutiva. Nombrados a dedo por el muy meritorio ganador de las primarias. La nueva presidenta, Cristina Narbona, llegó a agradecer hace unos días su elección en un tuit, antes de que el congreso la hubiera elegido. En realidad, lo suyo y lo de los demás es una designación. 

Legitimada, eso sí, por el líder elegido contracorriente por los militantes del partido. Democracia total en las primarias, pero democracia dedocrática en el congreso. Por más señas, Pedro Sánchez concluirá hoy su elección formal en el congreso con una especie de mitin dirigido, no a los delegados, sino a la militancia, un gesto que no disimula la subsidiaridad de los órganos estructurales del partido. 

La pregunta es: ¿a cuento de qué el gasto y la molestia que suponen el desplazamiento a Madrid de los delegados socialistas si éstos no cuentan más que como simples autómatas? Democracia abierta para elegir al líder, democracia cerrada para elegir al resto de los dirigentes. Y un jefe político entronizado en el voto popular que no rendirá cuentas a los órganos ejecutivos del partido, sino que las exigirá a éstos si pudiera producirse algún ´desviacionismo crítico´ respecto a lo que se da por sentado que es el sentir mayoritario de los militantes. 

Sánchez ha concebido una ejecutiva a su medida. ¿Y quién se lo podría reprochar? El antecedente inmediato contempla el episodio de la deserción conspirativa de la mitad de la dirección para hacerlo caer en un golpe predeterminado. Parece lógico que Sánchez quiera preservarse de jugarretas parecidas. Pero este remedio conllevará inevitablemente un problema posterior. Y es que hasta ahora, quien ganaba un congreso intentaba ´integrar´ a la parte perdedora a fin de garantizarse un periodo de paz interna. 

Sin embargo, la medida precautoria de Sánchez, obligada también porque ha de satisfacer a quienes lo apoyaron incondicionalmente a sabiendas de que corrían un alto riesgo, crea las condiciones perfectas para la fractura interna, pues obliga a los opositores a refugiarse en estructuras a la contra, así como también para la deserción, pues habrá quienes decidan regresar a casa a la vista de que carecen de espacio en una organización con una dirección extraordinariamente unipersonal. 

La derivada murciana. Veamos las consecuencias que este modelo, resultado de una operación hiperdemocrática que no prevé las consecuencias correctivas para el líder ungido por el favor masivo de los militantes. 

El PSOE murciano ha convocado para el próximo jueves el comité regional del partido para, una vez concluido el congreso federal, establecer el calendario y los procesos para la renovación de la dirección autonómica, con fechas que ya están previamente determinadas para el inmediato julio. 

Bien, que se sepa hay tres candidatos decididos a reemplazar a Rafael González Tovar, quien tardíamente ha tenido la revelación de que su mejor contribución a la causa es la de marcharse: Roberto García, exalcalde de Beniel, persistente en su lucha a pesar de los sucesivos tropiezos anteriores y a quien el tovarismo no ha dado ni agua; la propia hija de Tovar, María González Veracruz, tan pedrista que como diputada facilitó la investidura de Rajoy musitando que lo hacía ´por imperativo´, para inmediatamente después apuntarse a la opción Patxi López en un mal cálculo sobre el futuro que le esperaba a Sánchez, quien llegó a concebir para ella un ministerio de Ciencia en su Gobierno virtual. Y, finalmente, Diego Conesa, alcalde de Alhama de Murcia, quien junto a José Vélez, su colega de Calasparra, tuvo el arrojo de apostar por Sánchez en las primarias, con el resultado de destacarse, tal vez involuntariamente, como el ganador de esas elecciones en la Región. 

¿Qué puede ocurrir aquí? Roberto García era una posible opción del poder municipal del PSOE, visualizado por las ´alcaldesas rebeldes´ al tovarismo. Podría haber liderado ese bloque, pero la opción por el susanismo ha sumido esta alternativa en la melancolía. Algunos alcaldes y alcaldesas, que ya al optar por Susana Díaz se opusieran a sus aparatos locales, caso de Molina de Segura, han decidido regresar al perfil bajo, tal vez para aminorar el enfado de los militantes locales. 

En realidad, la mayoría de estos alcaldes apostaron por la andaluza porque era, en el registro regional, la alternativa más contraria al tovarismo, pero se quedaron colgados de la brocha, como el propio secretario regional con su Patxi, ante el implacable paseo de Pedro Sánchez, que se llevó casi el 50% de los votos murcianos. Por tanto, García tal vez pudiera contar con apoyos orgánicos aquí o allá, pero la experiencia señala con toda claridad que la militancia no responde ya necesariamente a las indicaciones de los aparatos.

¿Y qué decir del futuro de María González? Pues que depende de la exclusiva voluntad de Pedro Sánchez. Si éste se decide a bendecirla, permitiendo que regrese al hogar, muy probablemente una cierta parte de la militancia murciana que la titulaba pedrista podría perdonarle la deriva del circunstancial patxismo que sufrió en un momento pánico. Pero aquí hay que reparar en algunos signos que se han hecho evidentes tras las primarias. 

El principal, que Pedro Sánchez no se ha sentido molesto por la posición de los susanistas, pues a éstos ya los daba por descontados; lo que realmente le afectó fue que algunos de sus partidarios decidieran dar un rodeo en compañía de Patxi López, sangre de su sangre, y que quienes arropaban a éste lo hicieran dando a entender que el vasco era un líder más sólido que él, poco menos que tratado como un friki tras sus emotivas confesiones en el programa de Jordi Évole, en La Sexta

Es decir, Sánchez estaría dispuesto a reintegrar en su equipo antes a un partidario de Susana Díaz, un adversario previsible, que a quien desde su mesa camilla dio un salto a la de Patxi López, gesto en el que detecta la traición oportunista. Por tanto, si González Veracruz no es digna de regresar al regazo sanchista a pesar de todos sus ejercicios de contricción, el camino para el liderazgo en Murcia quedaría abierto para quien indudablemente resulta un incondicional: Conesa. 

¿Y quién es Conesa? Un militante sin un perfil muy determinado. Ni de la vieja escuela ni de la nueva hornada. Alguien que ha estado siempre por ahí sin llamar demasiado la atención y a quien no se le atribuyen veleidades izquierdistas, pero que, sin embargo, decidió, llegadas las primarias, que era merecedor de su apoyo el candidato que acumulaba mayor riesgo, asumiendo las enormes incertidumbres que se daban sobre el resultado. Hasta el momento, Conesa no ha dicho ni buenas tardes, conforme a la regla de que la ´cuestión Murcia´ sólo empezará a contemplarse una vez despejado el campo en el ámbito federal. Bien, eso quedará resuelto este domingo, así que a partir de mañana comienza el quinieleo para la sucesión regional. 

Y, según dicen quienes mejor conocen a Conesa, éste está disponible. Si es así, no hay duda de quién será el próximo secretario general de los socialistas murcianos. Bastará con que Pedro Sánchez, desde la alta atalaya de su poder reestrenado, ahora sin cortapisas, lo señale como su favorito. Los militantes que mostraron a Sánchez su confianza hace tan sólo unas semanas volverían a hacerlo, ahora en la persona de su ´delegado, el alcalde de Alhama. Poco importará que las claves locales sean diferentes al ímpetu que concurrió en las primarias nacionales, y que haya votantes de Sánchez que, en el test regional, pudieran tener opciones distintas. Si Sánchez levanta su bandera y la hace ondear en dirección a su favorito, no cabrá duda de que ni García ni González Veracruz dispondrán de opción alguna. Por tanto, todo depende de las ganas que Conesa tenga de jugar este partido. 

En definitiva, las primarias socialistas, y así se podrá ver en Murcia, han otorgado un poder absoluto al líder central, tanto que su dedo será decisivo, si lo extiende, y pocas dudas hay de que lo hará, para decidir los poderes autonómicos, al menos en Comunidades como ésta. Probablemente Conesa sea una excelente alternativa, pero antes de considerar este punto conviene que anotemos lo principal: la borrachera democrática puede conducir a resacas autoritarias. 

Podemos... puede desactivarse. En cuanto a Podemos, que mañana concluye su particular ´congreso´ regional, está inmerso en un debate que contemplado desde fuera de la organización resulta absurdo a todas luces. Después de haber consolidado en la Región un discurso nítido, de haberse constituido en la oposición más rigurosa al PP y de proyectar una imagen de confianza para un electorado amplio que podría conformar el imaginario de constituirse en alternativa de poder, aunque fuera en compañía de otros, el resurgimiento de un cierto infantilismo izquierdista interno podría venir a trastocar todo ese trazado. Hay indicadores muy preocupantes sobre la estabilidad del equipo de Óscar Urralburu, lo que hace prever un resultado incierto de estas primarias podemitas. 

Si ese liderazgo fuera abatido, sería una extraordinaria noticia tanto para el PSOE, que vería abierto para sí el espacio que le viene cerrando Podemos, como para el PP, cuya oposición real hasta ahora se ausentaría de los debates que preocupan en realidad a los murcianos aunque tuviera que manifestarse sobre cuestiones como el futuro de las ballenas, la paz en el mundo o las maldades intrínsecas del capitalismo. Todo ello, por supuesto, para conformidad de unas bases encantadas de permanecer para siempre en la oposición, pues es el estadio en que nunca se deja de ser coherente con las ideas de mesa camilla, y donde fluyen los guiños de superioridad intelectual o los gestos de desdén prejuicioso para quienes osan contradecir tantísimo buenismo. 

Sorprende que en una campaña interna, la alternativa a Urralburu haya ingeniado un lema como «un Podemos en que volver a creer», lo que explícitamente indica que no creen en este Podemos, y si es así envían el mensaje a quienes no están en él de que se trata de un sucedáneo. Pero el sucedáneo es el único Podemos que puede tener futuro más allá de posiciones testimoniales. Es curioso que ese esfuerzo pueda venir a cargárselo la burbuja democrática.


(*) Columnista 


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