jueves, 22 de junio de 2017

Castejón promete / Ángel Montiel *

Podrá decirse que lo tiene fácil. No siempre toma posesión un alcalde, en este caso una alcaldesa, para sustituir a un friki. Sólo con que Ana Belén Castejón normalice el discurso institucional ya tendrá ganado el respeto.

El PSOE vuelve a gobernar en Cartagena tras veintidós años alejado de la vara, un periodo en que se han producido, lenta pero inexorablemente, las transformaciones que han convertido a la segunda ciudad de la Región en una de las más atractivas del Mediterráneo español, y aun cuando queda mucho por hacer, la ciudad está ahí para verla. Una maravilla. 

Tal vez los propios cartageneros, que la tienen en sus narices y sufren, sin duda, sus deficiencias, no sean tan conscientes como quienes la visitamos ocasionalmente del potencial que acumula. La recuperación y puesta a punto tras la crisis industrial de los 90 fue protagonizada por el PP, pero el largo periodo de gobernación y el tapón que supuso la larga supervivencia de su staff inicial se tradujo al final en rutina y otros vicios menos comprensibles. 

La popularidad de Pilar Barreiro resultó finalmente afectada, sobre todo por el empeño de mantener su candidatura en las últimas municipales cuando ya era perceptible que sólo se trataba de salvar aquel trámite, y que iba de salida. No obstante, el PP resistió, y fue el partido más votado, pero la pérdida de la mayoría absoluta facilitó otro escenario.

Ahí es donde se expresa por primera vez la inteligencia política y la habilidad de una recién llegada desde el PSOE a la política electoral, Ana Belén Castejón, a quien no le importó pactar sobre la marcha con José López, el crecido representante del Movimiento Ciudadano, heredero formal de un cantonalismo residual y, en el fondo, por mentalidad y posición, todavía más a la derecha que la derecha, pues añade a ésta los componentes del localismo y de la supuesta eficacia extrapolítica que se quiere hacer suponer sobre quienes ejercen desde las instituciones con planteamientos de empresa antes que estrictamente políticos. 

Castejón redujo los efectos de su abrazo con López con el pretexto del rechazo general del resto de fuerzas políticas a la continuidad del PP, todavía más disminuido por la deserción de Barreiro, y se garantizó la alcaldía para los dos últimos años del mandato municipal, es decir, el que desemboca en las siguientes elecciones. 

Para esto aprovechó el rechazo de Podemos (CTSSP, su denominación local) a toda posibilidad de permanencia de los populares, y se constituyó en vicealcaldesa, tras López, lo que le permitía una considerable visibilidad. Dos años para que una casi completa desconocida fuera haciéndose una imagen y le diera opción a terminar de patearse el municipio y de entrar en contacto con todos sus activos más importantes. Se atribuyó las áreas más atractivas, dejando a López la supuesta bicoca de Urbanismo en un periodo en que la crisis económica había paralizado esa actividad que, por otra parte, en una economía diversificada como la de Cartagena (una de sus características más interesantes) no era tan importante como en otras localidades. 

A lo largo de ese trayecto, Castejón ha tenido que emplearse en mantener la precaria estabilidad con su ocasional socio, al que ha acabado por llevar políticamente al huerto, e incluso lo ha protegido aplacando sus impulsos. Y esto con todo tipo de habilidades, pues la relación ha contenido gritos (siempre a puerta cerrada, aunque con decibelios capaces de atravesar paredes), halagos y consejos. 

Pero el primer escollo que tuvo que vencer Castejón fue la oposición inicial a ese pacto que le planteó el aparato socialista de Princesa, dirigido por la superior inteligencia política de González Tovar, quien al final ha tenido que ceder hasta el punto de presentar en la Asamblea una propuesta para la provincialidad de Cartagena (condición de López aceptada con falso entusiasmo por Castejón), asunto del que finalmente el PSOE se verá aliviado por la negativa del PP. 

Castejón, una mujer viva, dinámica y con una inteligencia política natural muy trabajada por el esfuerzo y la dedicación, ha conseguido inyectar nuevas energías en el PSOE cartagenero, dejando atrás el fardo de la vieja guardia tóxica, y tiene ante sí una gran oportunidad para revalidarse, pues en paralelo el PP no ha encontrado todavía su ser: los que hace años se empeñaban en la renovación han llegado al poder orgánico cuando ya son más veteranos que los que entonces se resistían a ser sustituidos, y no hay señales de recuperación para ellos en una plaza que es vital incluso para reforzar la posición autonómica del partido en el Gobierno, que perdió su mayoría absoluta por ese agujero.

Pero Castejón no lo va a tener fácil. La primera, en la frente: su socio, López, está imputado por presunta corrupción, y mantenerlo en la concejalía de Urbanismo rompería el discurso socialista desde Cartagena a Madrid, pasando por Murcia. Se dará algún tiempo para constatar si prospera o no el recurso del exalcalde contra esa imputación, pero en caso de que ésta persista no tendrá otro remedio que dejarlo de concejal raso, y esto puede provocar un enorme griterío en el entorno del MC, donde será acusada de deslealtad a sus compromisos. Eso significará dificultades en el día a día de la gestión, y a no ser que se amarre a Ciudadanos, inicialmente esquivo, puede entrar en zozobra. 

En todo caso, va a ser muy interesante observar este trayecto político, porque la nueva alcaldesa parece tener desde el principio un plano-guía muy preciso y hasta ahora, salvo el tropezón interno de su adscripción al susanismo en las primarias (bien respaldada en Cartagena, eso sí), a su camino no le han salido curvas. Castejón promete.



(*) Columnista



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