Fue el general Charles De Gaulle quien siendo el presidente de
Francia y en una visita a Montreal en 1967 gritó ante una multitud:
‘¡Vive le Quebec libre!’. Y la armó en la región francófona de Canadá.
De esos polvos luego llegaron dos referéndums fallidos de
autodeterminación de Quebec, pero legales y consentidos por el
Parlamento canadiense, igual que ocurrió en Escocia. Y lo contrario de
lo que pretenden los secesionistas catalanes de Puigdemont que mencionan
a Escocia y Quebec para justificar su referéndum ilegal.
Pero con este motivo Canadá apareció en el debate político español
donde ahora regresa de la mano de Pedro Sánchez que ha decidido que el
PSOE votará contra el Tratado de Libre Comercio entre la UE y Canadá
(CETA). El que había sido aprobado por los eurodiputados y diputados del
PSOE y que de pronto, y como este partido ya ‘es de izquierdas’ (desde
que acabó su 39 congreso), han decidido cambiar de posición sobre la
cuestión canadiense y se han posicionado en línea con lo que defienden
Podemos y varios grupos anticapitalistas europeos.
Afortunadamente la decisión del PSOE no afectará a la ratificación
europea y española del acuerdo pero esta decisión de Sánchez, que su
portavoz en el Congreso Margarita Robles dice que no es definitiva, ha
causado asombro y podría acabar en la abstención, que sería la tercera
tras las abstenciones del PSOE en la investidura de Rajoy y en la moción
de censura de Podemos.
O sea que ha sido llegar Sánchez y besar el santo. Y oponerse a
Canadá que es un país fundamental para la UE, sobre todo ahora en pleno
trámite del Brexit y de las frías relaciones con los USA de Trump,
cuestiones estas de gran calado que los socialistas deberían sopesar.
Las prisas no son buenas compañeras pero está visto que Sánchez tiene
mucha prisa para llegar a no sabemos dónde y que suele prometer la Luna
o la conquista de la Moncloa con exceso de optimismo. Así se demostró
en su fallido proceso de investidura al que nunca debió acudir -tenía
razón Rajoy cuando ‘declinó’ la oferta del Rey- sin antes tener los
votos necesarios para triunfar.
Ahora Sánchez ya tiene cita con Pablo Iglesias para ver cómo
arrinconan al Gobierno del PP en el Parlamento y echan a Rajoy de la
Moncloa. Y en unos días se verá con Albert Rivera con idéntico objetivo
aunque previsiblemente con peores resultados, porque Iglesias le correrá
la mano izquierda al natural a Sánchez y con la derecha le quitará la
cartera, mientras que Rivera, que le acaba de aprobar los Presupuestos
de 2017 a Rajoy, se opondrá a cualquier intento de desestabilización.
Menos aún de la mano de Iglesias y en vísperas del choque de trenes
catalán.
Imaginamos que Sánchez, que está como niño con zapatos nuevos, quiere
demostrar a toda velocidad que el PSOE ya es de izquierdas y por eso le
ha tocado a Canadá pagar el pato de dicha exhibición. Pero de la moción
de censura con C’s ya se puede ir olvidando y ni siquiera lograría ese
objetivo con la llamada Operación Frankenstein, o la suma de PSOE,
Podemos, ERC y resto de grupos nacionalistas, Bildu incluido aunque no
condene a ETA.
Es decir que hay Rajoy para rato (salvo que el juez de Gürtel decida
que el presidente pase de testigo a procesado ante el Tribunal Supremo) y
que en el PSOE les hace falta tiempo para consolidar y madurar el nuevo
liderazgo de Sánchez en los congresos regionales del partido que ya
están al llegar, mientras se calienta el escenario catalán donde le
guste o no Pedro Sánchez tendrá que pactar con Mariano Rajoy. Al fondo
se quedará la improvisación sobre el Tratado europeo con Canadá donde el
PSOE ha dado un paso en falso que nada nuevo le aportará.
(*) Periodista
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