lunes, 12 de junio de 2017

Recuerdo de la Argentina / Ramón Cotarelo *

Parece absurdo obstinarse en tratar la acción independentista, el "proceso", como un asunto de orden público, cosa de policía y tribunales, inhabilitaciones y procesamientos, y no como una crisis política constitucional del Estado que requiere soluciones políticas negociadas y pactadas, cual corresponde a la civilidad de nuestro tiempo. 
 
Pero a la vista está. Frente a la movilización permanente de la sociedad catalana dirigida por la Generalitat en la hoja de ruta, el Estado español sigue sin dar señales de vida salvo en los preparativos para coartar la acción del independentismo a través de los tribunales. Es decir, los preparativos de la acción represiva

Esa actitud puede provocar una escalada que encone el conflicto, según la que a su vez adopten las autoridades de la Generalitat en la vía de desobediencia al Estado. La movilización masiva en apoyo al gobierno catalán trata de legitimar la opción del referéndum tanto en Cataluña como en España y fuera de España. Tiene un valor testimonial. Pero el Estado no puede ignorar que es un testimonio de millones de personas, que su política de negación al diálogo y al referéndum frustra las esperanzas de cerca del 80 por ciento de los catalanes.

Y, sin embargo, lo ignora. Ostensiblemente. Lo de Cataluña es una "algarabía", según Rajoy. Una conspiración con ayuda de corruptos. Una extralimitación de funciones de la Generalitat que tendrá condigno castigo. Ahí es donde la derecha quiere llegar, a la confrontación, en la esperanza de que una crisis de tal magnitud tape el cenagal de corrupción en que chapotea. 
 
Cambiando lo que haya que cambiar, que no es mucho, esta actitud recuerda la del general Leopoldo Galtieri, uno de los sucesivos dictadores militares de los años 70 y 80 en la Argentina, cuando, para desviar la atención de la corrupción e ineptitud de su gobierno, invadió las Malvinas. A lo mejor se refería a esta similitud Guardiola cuando pedía ayuda frente a un Estado autoritario.  

Por eso no hay posibilidad de solución pactada. Al gobierno no le interesa; solo le interesa invadir las Malvinas catalanas para pasar de la página de tribunales a la de gestas por la gloria de la Patria. 

 
La renuncia voluntaria de Díez, Madina y, por último, Fernández a defender la obra teórica de la Gestora y hasta la Gestora misma es la prueba definitiva de que no era una instancia neutral, orgánica, sino un comité institucional de la candidatura de Díaz. Habiendo esta perdido las primarias, también se consideran perdedores sus pseudópodos.

El 39º Congreso del PSOE es un triunfo de la candidatura de Sánchez. Triunfo al estilo romano: entra el vencedor en la capital llevando por delante a sus vencidos enemigos en cadenas. Y establece su imperio. Tezanos defenderá el programa del triunfo y, salvo error por mi parte, el de los vencidos no tendrá defensor. Y eso que era el programa de Díaz, Juana de Arco devuelta de golpe a la condición de aldeana de Domrèmy. Eso tampoco está bien. Ese programa tenía muchos apoyos. Alguno debiera defenderlo. Y, si no, que el congreso nombre un abogado del diablo, como hace la Iglesia en los procesos de canonización, aunque ahora lo llame "promotor de la justicia", en este siglo descreído.

Sánchez parece concentrado en la labor que Díaz se había pedido de “coser” el partido. Sabia decisión dentro del arte de la guerra. Debe integrarse al enemigo vencido en lugar de agraviarlo más y echarlo al monte. También conviene que los vencidos no pongan las cosas difíciles. Díaz pide a Sánchez “respeto para los territorios”. Eso es una perogrullada, salvo que quiera decir algo distinto (algo de privilegio, etc), en cuyo caso, pardiez, se hace, si se puede, pero no se dice.

Por muy absorbente que sea la tarea de reconstrucción de la casa del padre a la que regresa el hijo proscrito, ya se ve que no será difícil, con la cantidad de antiguos servidores que retornan ahora cantando alabanzas. Queda tiempo para aclarar cuestiones en temas políticos, de interés para todas, no solamente para las socialistas. Y son tres los bloques:

El bloque de la política frente al PP en el gobierno. El comienzo ha sido lamentable, pues lejos de pedirse la dimisión de Rajoy por incompetente, se le ha apuntalado pretextando para ello la llamada cuestión catalana. Nadie se lo pidió, se ha hecho gratis (como la tan criticada abstención de la Gestora) y ello unce aun más al PSOE al PP en un contexto político parlamentario caótico (pero muy favorable a la derecha) y otro penal sombrío. No es para estar orgulloso.

El bloque de la política con la izquierda. Es obvio que sobre Sánchez gravitan fuertes presiones de los antepasados, los vivos más que los muertos, para que huya como de la peste de Podemos. El miedo a ser devorados por la fiera comunista, “sorpassados”, anida en sus memorias de lo que sucedió con la JSU. Esas cosas no se olvidan y Sánchez es un pipiolo. Pero, por más que amenacen las momias y su poderoso aparato mediático, la única posibilidad que tiene el PSOE de volver al gobierno es liderando una unión de la izquierda, al estilo portugués. Que tampoco es tan difícil. En cuanto a Podemos, el principio de la realidad ya les ha enseñado mucho. Hay que oponerse a la derecha, pero no al PSOE, con independencia de que se le considere capaz de las peores traiciones. Aplíquese la sabia cautela romana de la Punica fides (que, por cierto, viene como anillo al dedo) y manténgase alta la guardia. Pero coordínense las acciones.

El bloque de Cataluña. Luego de salir Sánchez a la palestra como Parsifal, en defensa de la honra soberana de España, se trata de saber cómo será la justa, si con las armas de la derecha o las del diálogo y la negociación. Si es lo segundo, eso no se improvisa. Hay que formular una propuesta propia, independiente de la derecha, que la parte catalana pueda considerar. Ahora se abre una buena ocasión si, como parece, Puigdemont cede a las instancias de los Comunes y se explica en el Congreso. (Ya señalamos que la posición de los comunes en Cataluña de referéndum consultivo no vinculante puede convertirlos en árbitros de la situación). En tal caso, será incluso de cortesía que el encargado de dar la réplica al catalán en nombre del grupo socialista no se limite a justificar su no, sino que haga una contrapropuesta razonable que quite hierro al conflicto.

Aunque lo veo crudo porque, esta vez, los indepes catalanes vienen al grito de Desperta ferro! y con un horizonte de Donec Perficiam.

Y, puestos a pedir, también podría el PSOE dar respuesta a la reivindicación republicana de JxS y la CUP (aunque en este caso no estoy seguro de si se trata de una república o una comuna ácrata) en el sentido de plantear la cuestión de la Jefatura del Estado como un objetivo de una reforma constitucional sin tabúes Que el soberano pueblo español, cuya abstracta esencia se manifieste en concreto decidiendo si quiere una República o una Monarquía. ¿O no tiene derecho a hacerlo?
 
 
La denodada lucha de Cristina Cifuentes en defensa propia, de su honradez personal y su legitimidad como gobernante, tiene algo de darwinismo social, de lucha por la existencia. Si la oposición, depredadora, se sale con la suya de probar su implicación en la Púnica o algún otro viscoso asunto de los que chorrean por el PP, su carrera política habrá terminado. Su carrera a secas porque esta política profesional lleva toda su vida ejerciendo cargos de su partido o públicos o ambos. No tiene pues experiencia laboral alguna que no sea en el servicio público.

Servicio público desde cargos públicos dedicados a privatizar lo público. Unos lo han predicado como ideología neoliberal y otros lo han interpretado como práctica de apropiación indebida, delictiva, vamos. De lo que se trata ahora es de averiguar qué lugar ocupaba la sempiterna representante de lo público entre las dos ciudades agustinianas. Eso es también servicio público (información) que no se puede torpedear con exabruptos o luciendo un camafeo de la Guardia Civil a la vez que se acusa al benemérito cuerpo de inventarse los informes.

(Pequeña digresión). La misma Guardia Civil (aunque otros efectivos, es de suponer) que baila la conga al son de “¡Qué viva España!” en una peregrinación a Lourdes pagada con dineros públicos. Estos liberales han conseguido invertir la famosa propuesta de De Mandeville, vicios privados, virtudes públicas por el de virtudes privadas, vicios públicos. Lo que no se me alcanza, al no estar iluminado por el Espíritu Santo, es por qué ha de costear la colectividad este número de recio ridículo hispano.

Bien, en la lucha por la vida estamos. La Asamblea de Madrid es pura jungla de asfalto. Su presidenta consume más tiempo abroncando a las diputadas de la izquierda que todos los diputados juntos en sus intervenciones. La presidenta de la Comunidad utiliza unas descalificaciones zafias. Viene preparada para una lucha a muerte en la que lo único seguro es que sobrevivirán los más aptos, pues la naturaleza es tautológica. Lo malo es que solo lo saben después del combate. Algunas de sus armas bordean la calumnia. Acusar a otro de “pederasta” es acusarlo de un delito.

Pero con broncas no va a solucionarse el asunto. Cifuentes tiene también un equipo y unos colaboradores salpicados de irregularidades en cantidades pavorosas. Sus socios de C’s muestran signos de distanciarse, como quien va en el bote y rema desesperadamente para separarse del barco que se hunde.
 
Aunque Cifuentes salga penalmente indemne de esta, políticamente su situación es insostenible. Si dimite por mor de salvar la coalición de gobierno, le quedará algo de margen para reaparecer posteriormente. Si la echan con una moción de censura, su reaparición será como la del fantasma de Canterville o, quizá peor, como la del perro de los Baskerville.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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