martes, 20 de junio de 2017

El problema económico del 'Catalexit' / Juan Velarde *

Cuando concluí la primera clase como catedrático de Estructura Económica Mundial y de España, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, recordé que no se entendía la marcha que había tenido la economía española sin recordar esta frase fundamental: "El criteri economic dels catalans, fa molt anys qu'a triomfat"; y esto, no solo en lo que se refiere al proteccionismo, sino por ejemplo, a la política financiera. ¿Cómo no recordar el papel de Cambó en relación con la Ley de Ordenación Bancaria de 1921 para salvar la situación derivada de una quiebra bancaria local que originaba en Barcelona aquello que se expresaba así: "Parecía que se nos había muerto un pariente"?

Pero ese contexto, derivado del modelo económico que puso en marcha Cánovas del Castillo a partir de 1874, y que permaneció, incluso acentuando sus líneas básicas hasta 1956, ha desaparecido. Efectivamente parecía haberse consolidado en mil aspectos ese modelo castizo tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la Micronesia, con el fruto de un desarrollo escasísimo. De 1874 a 1956 el PIB por habitante en moneda homogénea (euros 2010), se multiplicó, en 82 años, por 2'1; y de 1956 a 2016, o sea en los últimos 60 años, se ha multiplicado por 5.

Pero ese nuevo contexto tiene dos bases esenciales. Una es, desde 1985, la incorporación de España a la actual Unión Europea, a lo que se debe añadir que se ha esfumado la peseta, y surge España desde el el inicio de la Eurozona. Se pasa así al ámbito del conjunto de la Eurozona, capitaneada, además, por el Banco Central Europeo. Y prácticamente todo eso, crea otra economía con la aceptación, además, por parte de los ciudadanos españoles de modo masivo, de la Constitución de 1978 que, señala la aceptación plena del modelo de economía libre de mercado con un natural complemento de lo que, desde 1942, se denomina Estado del Bienestar.

Todo ese conjunto de novedades es precisamente lo que se encuentra detrás del fuerte incremento del PIB que se ha señalado, lo cual supone también que España se ha incorporado al conjunto de los países que tienen como fundamento de su desarrollo, el estar al día en la Revolución Industrial. 

Y eso, lo sabemos con claridad desde que Marshall lo explicó para siempre, se basa en la existencia de distritos industriales, donde se marcha en vanguardia, por supuesto en tecnología, pero también en niveles de renta, por lo cual se atrae población, necesaria porque una oscura ley, iniciada de modo científicamente incorrecto, con los trabajos empíricos de Bertillon, pero que se comprueba de modo continuo, determina que con ese crecimiento de la producción se origina una caída en la natalidad. 

La expresión de Vandellós, "Catalunya, poble decadent", en eso se basaba y, concretamente el desarrollo industrial de Cataluña exige esa inmigración, al mismo tiempo que una segura salida de sus productos al mercado, el cual, por eso, necesita que sea cada vez más amplio.

Pero he aquí que, como consecuencia de las normas básicas de la Unión Europea, una salida de un miembro, o de parte de un miembro, de esa nueva entidad, significa que, para quien abandona el ámbito de la Unión, pierde la participación previa en el mercado en una magnitud colosal. 

Y automáticamente, como se ha explicado en esa línea continua de economistas grandiosos, que va de Adam Smith a esa maravilla de trabajo que es el artículo de Allyn Young, Increasing returns and economic progress, publicado en The Economic Journal, en 1928, surge una brusca reducción del mercado. Y para que esto no se origine, tal como están las disposiciones de la Unión Europea, se precisa, sin duda alguna, el visto bueno del Gobierno de España. 

¿Y no se adivina cuál será ésta, con la postura actual del Gobierno, del PSOE y Ciudadanos? Y no digamos lo que supondría salir del euro. ¿Una vuelta a la peseta -diminutivo, por cierto, catalán- no hundiría el mundo financiero de la región con todas sus consecuencias?

Debe agregarse algo más. Por supuesto que los planes de Puigdemont se diferencian de los de Claris, Maciá o Companys en que la separación en esos casos no tenía consecuencias económicas especialmente escalofriantes, porque en el siglo XVII o en el XX que siguió a la I Guerra Mundial, el daño era limitado por las propias características de la economía europea. Pero la estructura actual de la economía mundial se quiera o no, velis nolis, hunde hoy a quien quiere vivir solo. 

También es necesario que sepamos los españoles que la posible pérdida de Cataluña, además del daño político, cultural y sociológico para el resto de España, también para ésta supone un castigo en la economía. Cataluña se hundiría en lo económico, pero el resto de España experimentaría el castigo de perder parte del mercado peninsular. Un daño mutuo.

 Cuando se señalizó la defensa del modelo proteccionista e industrializador de Manoilescu pareció tener algún respaldo el intento de Lluis i Vidal, sobre el que publiqué un artículo, después de haber manejado documentos importantes de sus conversaciones con el fascismo italiano para separar a Cataluña de España en la etapa de la II República, con la ayuda de Mussolini, a cambio de estar amparando con especiales adhesiones políticas al Imperio fascista con el que soñaba Mussolini. 

Por supuesto, si se hubiera logrado algo de esto el daño para Cataluña y el resto de España, hubiera sido colosal. Hubiéramos contemplado la II Guerra Mundial dentro de nuestras fronteras. 

Todo esto es muy preocupante, porque, en el fondo, estoy de acuerdo con estas palabras del gran economista Ludwig von Mises en su obra colosal La Acción Humana que en el capítulo XXXIX dice: "La economía, se dice, cegada por presupuestos nacionalistas, supone que la parte aspira ante todo, o al menos primordialmente, al bienestar material. Pero esta premisa es inexacta, ya que en la práctica la gente persigue con mayor vehemencia objetivos irracionales que racionales. Con más fuerza atraen al hombre los mitos y los ideales, que el prosaico mejoramiento del nivel de vida". 

Y ahora vemos que eso es lo que atrae a personas significativas de Cataluña, sean estos obispos de la Tarraconense o rectores de Universidad.


(*)  Catedrático y presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.


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