La Comisión de Investigación sobre las finanzas del PP es como todas
las comisiones que ha habido hasta la fecha, y que habrá hasta que se
haga una reforma del Reglamento del Congreso: una ristra de sesiones
inútiles, una serie de comparecencias estériles, que no van a llevar a
nada, y que cada cual trata de rentabilizar políticamente para sacar
cuatro titulares como si estuviera en un mitin.
Son inútiles porque su
objetivo debiera ser abordar las cuestiones y las posibles
responsabilidades políticas en hechos graves, y no reiterar con menos
medios investigaciones sumariales que se llevan a cabo en sede judicial.
De entrada, los diputados que las componen, salvo excepciones, no se
saben el asunto, solo lo conocen por titulares de prensa y por búsquedas
en Google, se lo han preparado como un debate con la intención de
desgastar al adversario y se enfrentan a comparecientes que se lo saben
de sobra, que pueden ser corruptos, pero no imbéciles, y les torean. Y
si llega un tipo como Bárcenas, ni te cuento.
Y al final, las
conclusiones de las comisiones son pactadas por los partidos en función
de la representación parlamentaria de cada uno, con lo que el resultado
es lamentable. Para este viaje no hacen falta alforjas, es mejor no
perder el tiempo y no hacerlas. A estos partidos no les interesa más que
como una herramienta para desgastar al Gobierno.
El PP tiene el problema de que no está acostumbrado a la minoría, lo
suyo son la mayoría absoluta y el rodillo, y como rezuma casos de
corrupción por los cuatro costados, le espera una legislatura dura, y
una comisión que no tiene otro fin que darle bambú del duro, en especial
a Rajoy. La oposición va a tratar de alargar la comisión al máximo,
porque cuanto más tiempo puedan copar titulares y portadas, mejor para
ellos.
Pero a los efectos del interés ciudadano, para conseguir que se
sustancien responsabilidades políticas, pierdan toda esperanza. Nada de
nada. En la política española los corruptos ajenos son malvados y
perversos, pero los corruptos propios son héroes ejemplares.
Sucede, además, que buena parte de la oposición tiene también el
techo de cristal, y la corrupción les salpica de lleno. Cada partido
tiene sus casos, sus delincuentes, sus presuntos. El último escándalo
salpica a Podemos, que defiende a muerte a sus concejales imputados y se
pasa sus códigos éticos por el forro. Una y otra vez lo mismo.
Y la guinda, a la que hay que estar muy atentos. La titular del
Juzgado de Instrucción 22 de Madrid ha admitido a trámite la querella
contra el despacho Equipo Económico, fundado por Cristóbal Montoro (que
hoy va a ser reprobado en el Parlamento), y va a citar a declarar como
acusados al hermano del ministro y a sus ex socios, todos ellos con
antiguas responsabilidades en la Administración. Se ventilan en el caso
presuntos delitos de prevaricación, malversación de caudales públicos,
tráfico de influencias y falsificación de documentos mercantiles y
certificados.
Una causa que tiene en vilo al Gobierno, que puede
alargarse y en la que pueden surgir sorpresas desagradables. El Equipo
Económico era un equipazo. Nació con Montoro y Guindos al frente, el hoy
ministro de Economía se bajó del barco porque vio cosas en los
tripulantes que no le gustaban, Montoro lo dejó por la política, pero
allí siguieron su hermano y otros ex altos cargos de la cosa. Y por la
calle Velázquez pasaron muchos, asuntos de alto riesgo. Veremos si la
jueza llega hasta el final. Este caso daba para una Comisión de
Investigación, pero de las de verdad.
(*) Periodista
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