El expediente abierto por la Comisión Europea a Polonia, Chequia, y
Hungría por el incumplimiento de los acuerdos correspondientes a los
respectivos cupos de migrantes centrifugados por lo que es ya algo más
que la guerra civil en Siria, abunda en la impresión de que la Unión
Europea está incursa en una derivada de progresiva insolidaridad en lo
que concierne al temario de propósitos y tareas comunes, derivados del
compartido entendimiento de que se trata y responde de un interés
asimismo solidario.
Ese giro hacia el desistimiento respecto de actitudes que se
conjugaban antes de manera solidaria y cooperante, habría quizá de
entenderlo como efecto de otros cambios habidos en el ensamblaje de
alianzas y consensos más amplios. Como los que mediaban entre las dos
orillas de la Alianza Atlántica. Algo que ha venido a saltar poco menos
que por los aires con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con
todo su cortejo coral de trapisondas y disonancias.
En paralelo con los tres expedientes abiertos por Bruselas a los tres
Estados incumplidores de sus respectivas cuotas de migrantes, aunque en
sentido opuesto, la Canciller de Alemania rompía una lanza en pro de
una apuesta económica de la Unión Europea en pro del desarrollo del
Continente Africano, como antídoto de la presión migratoria africana
sobre el solar europeo.
Pero también, obligado es advertir el hecho de que conviene observar
el que, desde los tiempos de Chu en Lai, China no ha cesado de penetrar
en nuestro vecino Continente del Sur, principalmente en pos de la
explotación minera de metales estratégicos. No son extrañas ni aisladas
las coincidencias entre la moral de la cooperación y el dicho interés
de las conveniencias.
(*) Periodista y abogado
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