domingo, 11 de junio de 2017

López Miras, la estrategia de la insolencia / Ángel Montiel *

López Miras dispone de dos años para hacerse presidente. De ahí su lema, ´No hay tiempo que perder´. Aunque los cambios y la reformulación de departamentos, sus primeras decisiones, estén produciendo un arranque lento. Pero ya parece tener un croquis. Y para elaborarlo no se ha privado de una cualidad que dicen propia de la juventud: el optimismo. Tenemos un presidente optimista, probablemente en exceso, lo que conlleva el riesgo de ser considerado ingenuo. Sobre todo porque alrededor de las ´soluciones PP´ relacionadas con su ´gran política´, las infraestructuras, lo que se ha generalizado es el escepticismo. 

Un escepticismo que suele ser convertido en parodia cuando desde el Gobierno se hacen anuncios sobre prontas conclusiones, con fecha o sin fecha, de asuntos como el Ave, el aeropuerto y otros etcéteras. López Miras cree que va a inaugurar la mayoría de los grandes proyectos estancados, soluciones que se han convertido en inmensos problemas. Es obvio que alguna vez tiene que ser, y el presidente tal vez concibe que puede convertir en éxito el escape de los callejones sin salida en que el propio Gobierno del PP se ha ido metiendo. Cuando se corten las cintas, quizá el personal olvide lo pasado y aplauda al mago que, como Houdini, es capaz de liberarse de las propias ataduras con que él mismo se ha inmovilizado.

El croquis de López Miras tiene dos columnas. Una, muy nutrida de epígrafes, en que constan todos esos grandes proyectos ingeniados en el periodo expansivo del valcarcelismo que quedaron estancados. Y están subrayados con rotulador fosforito verde. El grueso de esas cuestiones será resuelto en la antesala de 2019, según la previsión de San Esteban, lo que en el imaginario estratégico de López Miras actuará en positivo frente a todo lo que ha venido lastrando al PP a lo largo de la actual legislatura y lo dejará en una buena plaza de salida para las próximas elecciones. Esa es la visión radicalmente optimista a la que aludo.

Pero en paralelo a la columna en verde hay otro apunte, un único apunte marcado en rojo. Y reza: agua. La Administración López Miras ha detectado que esta cuestión es mucho más complicada de resolver de manera consistente y que expone al PP mucho más que cualquiera de los otros problemas pendientes, pues a ese partido ha correspondido durante los más de veinte años de poder en la Región el discurso hegemónico del agua, con el resultado de un progresivo retroceso que la situación actual de sequía expresa en todo su dramatismo. El fracaso de la política del agua tras haber sido la bandera de los triunfos electorales del PP es especialmente dañino, por mucho que los sectores afectados confíen todavía menos en las alternativas de la oposición, lo cual es un flaco consuelo.

Por este motivo, López Miras ha empezado con un discurso viejo, el del agua. Y es que todos los otros asuntos, los señalados en verde, pertenecen a una política de futuro que no afecta en el presente a las personas. Las infraestructuras ayudan al desarrollo de la Región, pero es una carencia menos imperiosa que la del agua, que proyecta efectos inmediatos y tangibles. De ahí la prioridad que la flamante política de López Miras ha querido dar a este epígrafe. Es un problema que afecta ya, aquí y ahora, a sectores estratégicos muy movilizados, y a miles de personas que cifran su esperanza en la acción del Gobierno. Una cuestión que no se puede obviar ni aplazar.

El tajo del agua.
¿Y qué se ha encontrado el nuevo presidente tras sus primeras iniciativas? Primera constatación: el Gobierno de España cree que Murcia no tiene problemas con el agua, o no menos acuciantes que los de otras regiones, como Castilla y León. En el ministerio opinan que el Gobierno central ha cumplido sobradamente con Murcia, y no entienden la presión que les llega. Por increíble que parezca, veinte años después de que el PP copara el poder en la Región, la pedagogía sobre el problema ha dado resultado cero. 

De ahí que en el ministerio se mire con extrañeza la presión del que es objeto desde el estreno del nuevo presidente murciano. A la ministra sólo le queda expresar que López Miras delira. Antes de la reciente entrevista se produjo una larga conversación telefónica, de más de una hora, entre el presidente y Tejerina en la que al parecer la ministra mostró su perplejidad por lo que el murciano le contaba y por la ´incomprensión´ de éste ante los ´esfuerzos´ llevados a cabo por el Gobierno central.

En la entrevista cara a cara, López Miras se mostró reivindicativo y tenaz ante una ministra más o menos indiferente, que permitió que el presidente se acompañara de los más señalados representantes de los sectores económicos y sociales relacionados con el agua. A pesar de que el resultado de la reunión tuvo algún efecto (la apertura de los pozos de sequía y el recurso a los ´bancos de agua´ estaban cantados antes de la reunión, pues de otro modo ésta no se habría producido; los ministros sólo acceden a estas entrevistas cuando tienen algo que ofrecer, aunque no sea todo lo que se les pide); 

a pesar de esto, digo, el presidente no desaprovechó la ocasión para exhibirse implacable ante los portavoces murcianos del problema agua, testigos en la cumbre. Por muy frustrados que regresaran éstos de Madrid, debió quedarles claro que López Miras no se achanta en esta cuestión. De modo que de nuevo el agua va a servir para fortalecer la posición de un presidente, con independencia de los resultados de gestión. Los regantes exigen una voz firme en esta cuestión, y han sido testigos de que López Miras ha hablado de tú a tú a la ministra. Y es que no tiene otra posibilidad. Tal vez en otras áreas se muestre más concesivo, pero en el agua se ha de poner impertinente, porque es un auténtico test para él y para su partido. Y le da, además, la oportunidad política de crecer, de ofrecer la imagen de que ´viene ya hecho´ como presidente.

Apeló López Miras ante Tejerina a la recuperación de la política trasvasista, algo que para el Gobierno central es una utopía, y habla en cada una de sus intervenciones de aquel primer discurso del PP (antes, del PSOE) previo al trasvase del Ebro sobre la interconexión sucesiva de cuencas, los multitrasvases, en los que se menciona la casi totalidad de los grandes ríos de España, menos el Miño. Volvemos a estar como al principio de todo, más o menos como en el cuento de la lechera tras haber derogado en la práctica el trasvase del Tajo, en la etapa de Valcárcel, con la sumisión al famoso Memorándum. Volver a empezar.

El nuevo presidente, de quien ya hemos dicho que se caracteriza por el optimismo, proclama una y otra vez que busca una ´solución definitiva´ para la cuestión agua. De momento, está a la búsqueda de la ´solución coyuntural´ para este preciso momento de sequía, pero no deja de emplear aquella expresión: solución definitiva. Demasiada ambición en un presidente por accidente con relación a un mantra que procede de los tiempos de la República y en un contexto político nacional en que las grandes cuestiones estructurales del país no están en la agenda política del Gobierno de la nación, al que la basta con sobrevivir con el manejo de los asuntos corrientes. El riesgo de poner de entrada sobre la mesa el ´programa máximo´ es acabar en la melancolía.

Dispone López Miras, no obstante, de una ventaja sobre sus antecesores. Quizá tiene interiorizado de antemano que su tiempo político en su actual cargo se limita a dos años y ni un minuto más. Esto significa que podría emplearse a fondo en ciertas reivindicaciones sin miedo a ser relevado, puesto que ya cuenta con ello. Si resultara un presidente ´molesto´ para algunos ministros, especialmente el de Agricultura y Agua, el PP tal vez podría recuperar su identidad perdida y ganar alguna credibilidad con independencia de que la insolencia ante Madrid no se traduzca, como hasta ahora ha venido siendo la actitud contraria, la sumisión, en resultados de gestión, y menos en esa ´solución definitiva´ histórica a la que el joven López Miras asegura aspirar en el breve plazo de dos años.

El nuevo presidente, a quien le deben de estallar los oídos de referencias a su papel de subdelegado, quizá podría concebir una operación de desmentido para esa etiqueta y lanzarse a territorios reivindicativos limitados a sus antecesores por la prudencia o la necesidad, en el caso de Valcárcel, para no encontrar reparos en la estructura central del PP a su futuro político europeo. López Miras no tiene mucho que perder, pues la presidencia le ha tocado para dos años lirondos. Y a ver qué pasa después.


(*) Columnista


2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabe ni donde tiene la mano derecha este pavo sin puta idea de nada, un hijo de mamá de Lorca que no ha dado en su vida palo al agua, un tonto útil en definitiva

Anónimo dijo...

Es como si le conocieras de toda la vida!