jueves, 15 de junio de 2017

El problema ahora es que Sánchez no se fía de Iglesias / José Oneto *

Después de 16 horas  en dos días de debate y, tras  una traca final de insultos y descalificaciones (Iglesias contra Rivera, Hernando contra Iglesias, Iglesias contra Hernando…) el Parlamento votaba la moción de censura de Podemos contra el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, y con Pablo Iglesias Turión como candidato, con el resultado esperado y sin ningún tipo de sorpresas, excepto con la sorpresa de que el diputado más cercano a Rajoy, el jefe de su gabinete, Jorge Moragas, por equivocación, se sumaba a las filas de Podemos para la candidatura de Iglesias como Presidente del Gobierno.

De esta forma, con 170 votos en contra (Partido Popular y Ciudadanos) frente a 82 Síes (Unidos Podemos, Bildu y Esquerra Republicana de Cataluña)  y 97 abstenciones (PSOE, PDeCAT y PNV) el candidato de Podemos no ha obtenido los 176 votos que le hubiera lanzado a la Presidencia del Gobierno, una aspiración que ha sido improvisada, no negociada ni madurada y pensada más para enfrentarse a la situación interna del PSOE que al Partido Popular, convencido como estaba de que quién ocuparía  la Secretaría Seneral del partido socialista sería la presidenta andaluza Susana Díaz, defensora de la abstención que permitió la elección de Rajoy como Presidente hace siete meses, y  no Pedro Sánchez defensor, a ultranza, del “No es No”.

En resumen: después de más de 16 horas de debate, y tal como estaba previsto, la moción de censura, ha resultado un fiasco porque como decía la diputada de Coalición Canarias Ana Oramas (una de las bestias negras de Pablo Iglesias, junto con Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, como se ha  podido comprobar en las intervenciones del líder de Podemos en estos dos días), cuando pudo no quiso y cuando quiso, no pudo. Y es evidente, que  cuando pudo,  en Enero de 2015, votar a Pedro Sánchez propuesto por Su Majestad el Rey como candidato a la Presidencia del Gobierno, no sólo no quiso, sino que hizo el ridículo, queriendo ser él como vicepresidente, y controlando los Ministerios e  instituciones  claves, como la Televisión pública, y los servicios de Inteligencia, el verdadero  y auténtico Presidente del Gobierno.

No quiso  cuando pudo y ahora, cuando ha querido, no ha  podido, porque ni ha contado con los  apoyos suficientes (ni siquiera lo ha intentado porque su intención era otra) ni se ha dado cuenta de que no tiene talla para ser Presidente del Gobierno de España. No sólo lo puso de manifiesto muy didácticamente el actual presidente Mariano Rajoy, en una de sus brillantes intervenciones, lo pudo haber deducido el mismo candidato, tan buen conocedor de la historia de España según puso de manifiesto el Martes (Martes y 13), desde la época del Marqués de Salamanca a nuestros días. Toda su trayectoria personal, y su comportamiento ciudadano,  indica que el señor Iglesias sería incapaz de gobernar para todos los españoles;  gobernaría,  solamente para los suyos, pero los suyos, suyos, los incondicionales.

La moción de censura derrotada este miércoles solo puede servir como un ensayo de lo que puede ocurrir en un futuro más o menos próximo. Toda la dureza que Iglesias ha utilizado contra Rivera, Oramas o Quevedo, se ha convertido en untuosidad con Ábalos, el nuevo portavoz del PSOE, al que ha colocado la alfombra roja minutos antes de que tomase la palabra para anunciar su abstención .”Señorías del PSOE, – decía el candidato de la moción de censura-  conviertan su abstención de hoy en una reflexión para el futuro”. “Les vuelvo a tender la mano, no podemos estar de acuerdo en todo, pero creo que el futuro de España se merece una posibilidad distinta a lo que ya conocemos”. Y es que,  ha repetido, hay muchas coincidencias tanto en el programa económico, como en las propuestas presentadas  contra la corrupción y la reforma de la Justicia.

Dentro de esa complacencia, el señor Iglesias estaría dispuesto incluso  a hacer suya la propuesta primera de Pedro Sánchez de un Gobierno a la portuguesa. El problema,  ahora,  es que ya no es cuestión de programa, es cuestión de confianza. Y resulta que Sánchez ha aprendido. Ha sufrido y ha aprendido que no se puede fiar de quien está obsesionado por terminar con el PSOE , ese PSOE que ha sido y es, el sustento de eso que tanto odia Iglesias: el Régimen del 78, que comenzó  a dar sus primeros pasos este Jueves de hace cuarenta años. Fue lo primero que recordó el nuevo portavoz socialista,  exmilitante del Partido Comunista, y que sí sabe lo que fue el 78 y,  lo que fue la Transición.


(*) Periodista y economista


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