martes, 13 de junio de 2017

Rajoy tocado, Iglesias hundido / Pablo Sebastián *

Está claro que el bipartidismo ha muerto en España después de 40 años de transición y celebración de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Ahora el Parlamento español es otra cosa, un debate a cuatro, los medios de comunicación son distintos y más libres y además estamos estrenando una cultura de pactos políticos difícil de digerir. Y así se vio ayer en la primera fase -y prácticamente definitiva- del debate sobre la moción de censura de Podemos contra el Presidente Rajoy.

Mariano Rajoy, buen parlamentario, ha tenido buenas y exitosas actuaciones en los grandes debates del Congreso de los Diputados pero en la moción de censura que ayer se debatió en la Cámara el Presidente no estuvo tan bien porque a lo largo de las más de tres horas de las intervenciones de Irene Montero y Pablo Iglesias tuvo que escuchar el inventario completo de corrupción del PP de los últimos años. Y especialmente el de los escándalos más recientes que afectan a su partido y que han impactado como lo reconoce el CIS en un alto porcentaje de la ciudadanía de este país.

Y Rajoy, tocado, encajó el golpe con cara de pocos amigos y pasó con una cierta pereza al contraataque pero con menor brillantez que otras veces y más a la defensiva. Pero con viento favorable porque la moción de censura presentada por Podemos no tenía pies ni cabeza y fracasó. Quedando claro, como lo reiteró Rajoy, que a Podemos solo le interesa su protagonismo para lo que necesita el discurso de una España negra y catastrófica aunque esté fuera de la realidad, el ‘contra peor para los españoles mejor para ellos’.

Lo que es así y lo que convirtió la moción de Iglesias en mero espectáculo circense de su autopropaganda como muy bien lo resumió la diputada de Coalición Canaria Ana Oramas, que recibió -como otros portavoces de las minorías- los insultos y descalificaciones del peor Iglesias. El que al contrario estuvo muy comedido y hasta obsequioso con Rajoy. Y el que en ninguno de los momentos del debate apareció como el ‘estadista’ que nos anunció en la víspera del debate su mentor Jorge Vestringe, por más que nos hablara de Cánovas y de la Restauración.

No le salió bien a Iglesias sino bastante mal la moción de censura, ni en ella presentó un programa completo y realista de Gobierno (aunque sí fue cierto su discurso sobre la marginación de los desamparados), ni sumó votos para alcanzar al menos el 25 % de los escaños de Cámara. Hasta él mismo así lo reconoció al insistir en que el PSOE deberá presentar otra moción en el próximo periodo de sesiones del Congreso (a partir de septiembre) a la que en principio sumaría Podemos. Pero siempre y cuando Pedro Sánchez no vaya de la mano de Albert Rivera sino solo de su mano y en compañía de los secesionistas de Cataluña y del País Vasco, lo que haría inviable algo así.

Precisamente la ambigüedad mal calculada de Iglesias sobre el desafío del secesionismo catalán fue otro de los problemas de su discurso porque ni pudo responder a Rajoy sobre la soberanía nacional ni tampoco se atrevió a decir a los nacionalistas catalanes qué hará el día 1 de octubre, la fecha del pretendido referéndum sobre el que solo habló con coherencia y pasión desde su punto de vista independentista el diputado de ERC Joan Tardá.

Sí denunció Iglesias a Rajoy sobre el uso partidario de la fiscalía y del Poder Judicial y, como quien oye campanas pero sin saber dónde, hizo un vuelo rasante sobre las empresas del Ibex 35 para explicar lo que ellos llaman la política económica ‘extractiva’ del PP. Donde, según Podemos, se obtiene financiación ilegal del partido de grandes empresas a cambio de concesiones de contratos públicos y reformas legislativas favorables a dichas empresas. Lo que en parte es cierto pero no del todo y lo que además es algo parecido a lo que también pasó en el Ibex 35 con los gobiernos del PSOE.

De hecho todo lo que Iglesias afirmó ayer de Rajoy y del PP podía haberlo dicho el 4 de marzo de 2016 en la fallida investidura de Sánchez. Pero está claro que entonces a Iglesias no le interesaba por nada del mundo sacar a Rajoy del poder -al que puso en el rol de Barrabás- sino hundir a Sánchez y superar al PSOE para asumir el liderazgo de la Oposición.

Liderazgo que sí logró Iglesias en la moción de censura pero solo por dos días y para fracasar. Pero a partir del próximo lunes y cuando concluya el Congreso del PSOE bajo la batuta de Pedro Sánchez el primer adversario de Podemos ya no será el PP sino el Partido Socialista. Donde saben muy bien que su reanimación electoral pasa por recuperar los más de dos millones de votos socialistas que se fueron a Podemos en 2015 y 2016.

Hoy en el cierre del debate intervendrán los portavoces de C’s, PSOE y PP, pero la suerte ya está echada y la moción de censura de Podemos fracasará. Ya lo sabían antes de empezar pero se empeñaron en celebrarla diciendo que era una ‘obligación moral’ y para el lucimiento de Iglesias a la espera del regreso de su verdadero adversario (y ‘convidado de piedra’ en el debate), Pedro Sánchez, que se abstendrá en la censura y reaparecerá cual ave fénix tras el congreso de su partido donde será investido capitán general.



(*) Periodista


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