Empiezan a aparecer memes de Pedro y Pablo en las redes. Sí, los Picapiedra.
Pero también hay otra pareja más famosa aun en la iconografía
occidental, la de los apóstoles Pedro y Pablo. El primero con la llave
del reino de los cielos; el segundo con la espada del poder en la
tierra, aunque pudiera ser aquella con la que lo decapitaran, pues no se
sabe de cierto cómo murió. Pedro aparece con las llaves de la
organización de la izquierda democrática, Pablo aporta la belicosidad. Y
ambos saben que han de entenderse si quieren ir a algún sitio.
Entenderse no significa dejar de criticarse, pero sí de atacarse y de
practicar juego sucio.
Cada
uno de ellos lo tiene suficientemente complicado. En Podemos hay un
sector visceralmente reacio a toda unidad de acción con los socialistas.
Y es poderoso. El sector proclive a un entendimiento fue derrotado en
VAII y lame sus heridas en un oscuro rincón. Manda el acero bolchevique.
Ese que sigue sin entender algo elemental: si quieres ganarte a los
militantes de un partido no empieces por decirles que sus líderes son un
puñado de sinvergüenzas, vendepatrias y robagallinas, porque suelen
molestarse. Hasta puede irse más allá y decir que también los militantes
tienen esos rasgos. Pero no se sabe entonces cómo se ganarán las
elecciones.
En
el PSOE las cosas no pintan mejor. Sánchez, nuevo SG, tiene ante sí
varios de los trabajos de Hércules y no solo el de los establos del rey
Augías, como ya le han señalado. También le espera la Hidra de Lerna, el
jabalí de Erimanto, el león de Nemea y algún otro, como una bajada a
los infiernos en forma del próximo congreso, ese concilio en donde
quieren marcarle el carné de baile. Y con dos líneas rojas: a Podemos,
ni agua y con los indepes, ni a la vuelta de la esquina.
Ahí
tendrá Pedro que usar las llaves y hasta una ganzúa. Sus huestes
deberán presentar una propuesta al Congreso que elimine esa especie de
mandato imperativo de las lineas rojas del non licet y deje
razonable discrecionalidad a la Ejecutiva y al SG para articular alguna
forma de acción conjunta de la izquierda y alguna propuesta de
negociación con el independentismo. Sánchez y los suyos tienen un arma
poderosa para conseguir su objetivo: su compromiso electoral de que
cualesquiera acuerdos en estas cuestiones se someterían a consulta de la
militancia y esta, obviamente, puede rechazarlos. De las dos
cuestiones, la primera parece reelativamente fácil. La segunda es más
difícil. Pero es imprescindible. El independentismo catalán lleva la
iniciativa desde el comienzo, a lo que se ha resignado el nacionalismo
español, parapetado en un "no" cerrado, sin luchar por llevar él la
iniciativa con algún tipo de contrapropuesta, algo que sirva para
dialogar y negociar. La respuesta de la otra parte oscilará entre el
"sí" (poco probable) y el "no". Pero como es seguro que no hay
posibilidad alguna de "sí" es si no se presenta ninguna propuesta.
Los independentistas en Cibeles.
El
lunes, mientras unas docenas de energúmenos, apenas contenidos por la
policía, portando banderas rojigualdas y de la Falange vociferaban
improperios, la troika independentista, Puigdemont, Junqueras y Romeva
exponía en la madrileña plaza de la Cibeles las razones de la
Generalitat en pro de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.
La
idea original venía de Puigdemont, quien se había ofrecido días antes
exponerla en una sesión plenaria del Senado, teórica cámara de
representación territorial. Pero los senadores se negaron a admitirlo.
Pudieron estar a la altura de su ilustre predecesor, el Senado de la
República de Roma, cuando ante él comparecían los reyes extranjeros,
como Yugurta, rey de Numidia, a exponer sus planes. En lugar de ello
mostraron su estrechez de miras pretendiendo que Puigdemont hablara en
una comisión especializada. Los de JxS se negaron con toda razón y
acabaron consiguiendo el amparo y la audiencia de los tribunos de la
plebe en el Ayuntamiento madrileño, gobernado por la coalición de
izquierda de Ahora Madrid. Siempre el pueblo ha sido más democrático que
la oligarquía patricia en su cementerio de elefantes.
Tres
de los cuatro partidos de ámbito estatal, PP, PSOE y C’s boicotearon el
acto. No así el cuarto, Podemos, que estuvo presente, al igual que
representantes de otros partidos nacionalistas y, por supuesto,
distintos sectores sociales, como la prensa la Universidad o el cuerpo
diplomático. En un asunto de importancia capital, un problema
constitucional profundo que afecta a la estructura misma del Estado, la
inmensa mayoría de los diputados españoles (el 73% de la cámara)
prefiere no tener conocimiento directo, de primera mano, de los términos
del problema, prefiere ignorar la realidad y seguir viviendo en un
sueño. Es una prueba más de irresponsabilidad de la clase política
española, cuya voluntad de diálogo y espíritu democrático brillan por su
ausencia.
La
democracia no resuelve los problemas de fondo de las sociedades, que
son entes conflictivos: los civiliza, los encauza y, de este modo,
permite que se resuelvan por otro lado. Pero si las partes se niegan
incluso a abrir cauces de diálogo, lo que se evidencia es una voluntad
enfrentamiento e imposición antidemocráticos. Un reconocimiento de falta
de razones.
El
PSOE y su recién estrenado líder perdieron una ocasión única de mostrar
con hechos que las recientes primarias han abierto un tiempo nuevo. Si,
contra todo pronóstico, Sánchez hubiera acudido a escuchar al
presidente Puigdemont (como, por otro lado, mandan no solo la
conveniencia política sino la elegancia de trato) se hubiera dado un
toque poderoso de atención y abierto una tenue esperanza de encontrar un
camino de salida al embrollo.
No
hubo nada de eso. Hubo un plegarse a la cínica invitación de la
vicepresidenta del gobierno a Puigdemont de ir a exponer el proceso ante
el Congreso de los diputados. Algo que recuerda la orden de Leon X a
Lutero para que compareciera ante la Dieta de Worms, a retractarse de
sus tesis protestantes y salir convenientemente humillado, cosa que
afortunadamente no pasó pues Lutero no se retractó. Tampoco los
independentistas han caído en tan elemental trampa, como cayó hace años
Ibarretxe, a quien el Parlamento español dio el mismo infame trato que
el Concilio de Constanza a Jan Hus, ejecutándolo.
Muy
bien ha hecho JxS buscando un escenario alternativo. Su posición es
diáfana y, por más que los medios madrileños traten de manipular y
emponzoñar la situación tiene un hilo razonable y lógico: Cataluña es
una nación (no un concurso de sardanas), con derecho a decidir su futuro
mediante un referéndum de autodeterminación. Lo razonable y justo es
que ese referéndum sea pactado, amparado y protegido por el Estado, pero
si este se niega, aquella lo hará invocando el principio político de la
supremacía de la legitimidad sobre la legalidad.
Esta
situación recuerda pasadas y desastrosas obcecaciones de la oligarquía
española, incapaz de entender la realidad a la que se enfrenta y las
aspiraciones de los pueblos que regenta. Es un enésimo dejà vu en
el proceso de desintegración de un imperio que no consiguió mudarse en
nación. Los del JxS en Cibeles afirmaron su voluntad de seguir sentados
en la mesa de negociaciones hasta el último minuto, en espera del
interlocutor español. Es una prueba de paciente voluntad negociadora que
fortalecerá la causa independentista a ojos de la comunidad
internacional y puede acabar convirtiendo el último minuto en el último
suspiro del Estado español.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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