De un Gobierno con un perfil político bajo en que toda la carga
estaba concentrada en su presidente (modelo PAS) podemos empezar a pasar
a un Gobierno en que se acentúe aquel componente (modelo FER). Más
partido en el Gobierno. PAS quiso irrumpir ofreciendo la sensación,
sobre todo a quienes tendían a menospreciarlo por su procedencia
periférica respecto a los rescoldos de los poderes fácticos regionales,
de que era capaz de incorporar a su equipo a personalidades ajenas a la
actividad política convencional, independientes de lo orgánico, aunque
en línea, claro, con el PP.
Él se bastaba y sobraba para ejercer como
agente político. Pero con su forzada salida de la presidencia, ese
esquema hace kaput. Llega de su mano López Miras, una joven promesa del
partido, y debe arroparse en su propia camada política. Tras el momento
diástole, cuando el corazón se expande para regar de sangre el resto del
organismo, regresa inevitablemente el sístole, la contracción necesaria
para recuperar impulso y tomar fuerzas para una posible nueva
irrigación. Estamos, pues, en el momento sístole.
Y esto, por
varias razones. Una, la necesidad de dar juego a la ´gente del partido´.
Los últimos acontecimientos han creado una visible inquietud en la
organización, donde no todos interpretan el guión que se dicta desde la
cúpula, ya que la tranquilidad que infundía PAS (aquí no va a pasar
nada) ha sido desmentida por los hechos, y nadie puede apostar a que los
siguientes mensajes de apaciguamento no sigan el mismo camino. Por
tanto, la estrategia ha de cambiar. Menos gestos a la galería, y más
fortalecimiento interno del partido. Para lo cual no hay mejor fórmula
que convocar a las consejerías y a sus estructuras a aquellos que tienen
voz y mando en la organización. Naturalmente, seleccionados entre los
leales al nuevo estatus de la ´generación PAS-FER´.
Si hay un presidente
joven, de nueva hornada ¿por qué no es también la hora de que toquen
poder sus compañeros de generación? Así, se tiende a un Gobierno
conformado desde el partido, sin muchas excusas.
En síntesis,
hasta ahora PAS ejercía por su generación; a partir de ahora, la
generación de PAS ejercerá por él. Mientras éste tenga aliento, si es
que el cerco judicial no termina por desplazarlo definitivamente. Esta
última posibilidad, que hasta ahora no se había previsto (todo va a ir
bien) ya no tiene recorrido, pues es contestada con una pregunta: ¿y si
no va bien? Habrá que preverlo, a la vista de que ha fallado la
principal. Esto significa que hay que arropar a Miras y que éste no
puede jugar en solitario a la política, como hacía su antecesor. Hay que
meter partido en el Gobierno para el caso de que PAS quede fuera de
juego, así como para confortar a quienes, taponados durante años por la
hegemonía de la generación Valcárcel, no están dispuestos ahora a seguir
´sacrificándose´ cuando precisamente FER representa la ruptura
definitiva de aquel tapón.
El problema es que deshacer el
Gobierno PAS es más complicado, ahora, que constituirlo en su momento.
Está integrado en gran parte por personalidades que acudieron desde la
´independencia´ orgánica, aunque no ideológica. Y no debe ser fácil
decir adiós a algunos de sus miembros. De ahí que haya alguna consejera
que, entendiendo la clave, se ha prestado a proponer su renuncia
voluntaria. Puede entenderse así que lo que aparentemente se presenta
como un ´retoque´ de carteras y competencias lleve semana y media de
elaboración. Y eso que López Miras ha repetido en sus tres
intervenciones públicas que «no hay tiempo que perder». Pues bien, si
así fuera, hubiera dado a conocer ayer la composición de su Gobierno
inmediatamente después de su toma de posesión.
A no ser que el retraso
oficial de esa comunicación obedezca a una calculada actitud para ir
espaciando los impactos mediáticos. Y es que la publicación del nuevo
Gobierno borraría el día de permanencia de la imagen de FER con la
vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en una fase
política en que la buena sombra nunca sobra. Hay que dejar que esa foto
cale antes de que sea ocultada por la más imperiosa noticia de la nueva
formación gubernamental. No hay tiempo que perder, pero sobre todo en la
modulación del relato mediático. Enfín.
El PP está en fase de
contracción. Y de precaución, una vez que el arrojo de avanzar ignorando
los riesgos evidentes que acechan a orillas del camino provoca el
´efecto látigo´, que diría el diputado Bernabé, de consecuencias tan
graves como la experimentada. El shock ha sido más interno que social, y
esa es la primera avería a reparar. De modo que se abre un tiempo para
que el banquillo deje de calentar en la banda y salga a jugar. Es lo que
viene, y el que avisa no es traidor.
(*) Columnista
No hay comentarios:
Publicar un comentario