lunes, 22 de mayo de 2017

Risas y veras / Ramón Cotarelo *

Ayer se me ocurrió subir un tuit diciendo: "El debate de Ferraz lo vieron 7 millones. En los avales participó el 70%. Mañana se prevé un 80%. Eso es un partido y no Podemos" y me eché encima muchos militantes morados enfurecidos y algunos trolls que lo estaban más. Salió de todo: el PSOE es la derecha, los GAL, la Otan, el neoliberalismo, las puertas giratorias, la reforma laboral, la corrupción, la cal viva, el régimen del 78; además, está partido y agonizante y será sorpassado a las primeras de cambio.

Todo eso es posible, no lo niego. Pero el tuit se basaba en datos: 7 millones de espectadores de un debate en la sede del partido, en Ferraz, recogido en las televisiones. Participación del 70 del censo en los avales, que da pie a esperar una mayor hoy. Teniendo en cuenta que la participación es la muestra mínima de compromiso con una causa, ese 70 % tiene un valor muy superior a la del 10/20 % (según la base de cálculo que se adopte) que viene alcanzando Podemos en sus consultas que, a diferencia de las del PSOE, son exclusivamente digitales. O sea, que no hay que moverse de casa para hacerse notar. Es un criterio razonable para sostener que el PSOE es un partido a la antigua (y la moderna) usanza y Podemos, no.

Ni siquiera es un partido, sino una amalgama y con una evidente tendencia a legitimarse por la vía de un movimiento. La lucha de Podemos es, ante todo, por la hegemonía de la izquierda y va orientada contra el PSOE. La oposición al PP se le presume, como a los soldados el valor. Lo que realmente le preocupa es la presencia mediática y la centralidad política que sigue obstinadamente en el campo del PSOE. Es decir, básicamente, Podemos es un espectáculo y, según sus críticos más acerado, un circo. 
Y un circo con tendencia a la monotonía en los números. La cuestión es qué grado de presencia mediática consigue, que es donde la organización consagra sus esfuerzos y visto en la comparación con la del PSOE en sus horas más bajas, la conclusión es clara: ninguno. Y no porque haya una conspiración del silencio en contra de Podemos, como sostienen sus seguidores desde prácticamente todos los medios de comunicación, convencionales y digitales, algunos de los cuales están a su completo servicio, sino por falta de interés de su confuso mensaje y pintoresco discurso.

La manifa de ayer, contraprogramaba los mítines de cierre de las dos candidaturas del PSOE con una petición de apoyo a la moción de censura y un elemento plebiscitario en la persona del candidato. La intención, patente, de arrebatar el escenario al PSOE, no se realizó. Los mítines socialistas coparon los medios y las redes y lo harán hoy mucho más. Hoy, la manifa de Sol de ayer es el recuerdo de un acto de nostalgia, tratando de revivir (y apropiarse para una estructura y mentalidad estalinistas) el espíritu del 15M, que, por cierto, se manifiesta el 27, si no estoy en error. Un acto de fuerza baldía, en el fondo, de impotencia porque se congregó a la gente para que apoyara una moción de censura que nace muerta.

Hoy es el día de las primarias del PSOE, se pongan en twitter como se pongan. Y es así porque en allas se juega mucho más que quién haya de liderar el PSOE. Se juega el destino del centro-izquierda, el futuro de la socialdemocracia, esa corriente en crisis, según opinión extendida. Hasta El País se ha dado cuenta, lo cual debiera hacerle reflexionar en términos deontológicos sobre cómo ha enfocado estas primarias, a base de apoyar la candidatura de Díaz y atacar la de Sánchez.

En efecto, los socialistas eligen hoy entre dos formas de entender su partido, dos ideas de la socialdemocracia: una social-liberal, conformista, plegada a la derecha y subalterna de esta, dominada por una oligarquía de políticos profesionales cuyo objetivo es que nada cambie; otra socialista de izquierda, de izquierda democrática, capaz de trazar un camino propio entre la derecha franquista y corrupta y la gestualidad espectacular de una izquierda populista que pretende sustituir con gritos lo que le falta en razones. Ese camino existe. Es, precisamente, el que hubiera debido recorrer  Podemos de no haber retornado a la casa del padre bolchevique desde los primeros momentos.

Por último, la posición personal de Palinuro, que no es votante en estas elecciones: los socialistas eligen asimismo entre liquidar su partido (votando esa candidatura berlanguiana de la caudilla Díaz) o restituirlo al lugar que le corresponde en el sistema político español, dada la historia de este, el de la centralidad política. Eso solo puede conseguirlo de la mano de Sánchez quien ha probado estar en condiciones de hacerlo, si no por méritos propios anteriores, sí por haberlos adquirido a base de sufrir una persecución vergonzosa en las filas de su propia organización y haber tenido que recurrir al único sector que, tras años de complicidad con la derecha gracias a los entreguistas Zapatero/Rubalcaba, vuelve por sus orgullosos fueros: la militancia.

Porque esto es lo que más duele de la candidatura de Sánchez a partes iguales al PP y al Podemos que, el uno a un lado y el otro al otro, ninguno es un verdadero partido político: el PP porque, en realidad, es una asociación de presuntos delincuentes; Podemos porque no pasa de ser una amalgama de grupos izquierdistas sin discurso. Ayer, lo que más se oyó en Sol fue el término Patria, que hace falta estar en Babia para tragárselo en España.

Por más que se empleen en destruirlo, el PSOE es sel único partido en serio que hay en España (otra cosa son Cataluña y el País Vasco)  y solo podrá ser destruido desde dentro. 


Balance de fuego


Que se haya llegado al final de las primarias sin saber de cierto quién ganará, pues se prevé un resultado muy ajustado, ya es la mitad del triunfo de Sánchez. ¿Acaso no venía de las tinieblas exteriores, muerto viviente, defenestrado en una conjura sin posibilidad alguna? ¿No era un espejismo enfrentarse al todopoderoso aparato, rendido a los pies de Díaz? ¿No lo dejaron solo una vez caído sus más fieles colaboradores? Unos se pasaron sin más a la andaluza; otros hicieron parada intermedia en el simulacro de López, también en beneficio de aquella, pues dividía a sus posibles adversarios.

Sánchez se reinventó. Inició una larga marcha por las agrupaciones y levantó un movimiento, puso en marcha unas energías aparentemente dormidas que se manifestaron de golpe la noche de los avales inesperados. A partir de entonces, giro de 180º. Sin abandonar su partidismo a favor de Díaz, los medios hubieron de hacerle un hueco, pues lo tenían poco menos que proscrito. Y, con los medios, mudaron las cábalas de los analistas. ¿Y si gana Sánchez? 

La candidatura de Díaz, fiada a una ascensión a la SG entre vítores y parabienes, sin necesidad de primarias, carecía de plan B. Ha tenido que improvisar un programa de gobierno, reiteradamente aplazado y finalmente expuesto para chirigota de las redes. Lo cual no le ha impedido descalificar el de Sánchez, llamándolo “folleto” y probablemente sin haberlo leído. No hay plan B; hay talante B: más bronco, más agresivo.

Curiosamente, tampoco PS tenía plan B. Esperaba un resultado “digno” en avales. No contaba con el práctico empate. Eso, el giro de 180º, lo ha lanzado a posición de posible vencedor. Y ya se sabe que el vencedor es aquel a quien todos corren a ayudar. Si se deja, está perdido. Las elecciones las ganará el equipo; pero, si se pierden, las perderá él. Por eso necesita un plan B, donde se explique que votar por su candidatura es votar por la regeneración democrática, que empieza por la regeneración democrática del propio PSOE. Ese es el compromiso que le dará la victoria: la regeneración empieza por el PSOE mismo, por devolvérselo a la militancia, esa que produce repelús a Díaz. 

Los dos mítines de Sevilla, a unos cientos de metros uno del otro, son muy simbólicos. Coronan una campaña que el país ha vivido casi como una de legislativas. Y lo hacen en la misma plaza (la local y el visitante, por lo que las asistencias deben ponderarse) con una campanada final. En el caso de Díaz, con Guerra, quien no habló y en el de Sánchez con Hidalgo, quien sí lo hizo.

Traduzcan las dos imágenes a significados: el pasado y el futuro. En el día de hoy esa imagen probablemente se reforzará a lo largo de la jornada, compitiendo en atención mediática con la manifa convocada por Podemos en apoyo, en principio, de la moción de censura con el añadido de que el candidato propuesto es Pablo Iglesias.

Es una obvia contraprogramación, pero no exactamente un escrache como sostiene Díaz. Un escrache, entiendo, es justamente lo contrario de lo que pretende esta manifa, esto es, oscurecer la centralidad política del PSOE, quitarlo de las pantallas para hacer visible la moción de censura. Un escrache se hace precisamente para llamar la atención sobre otro asunto que, en este caso, serían las primarias del PSOE. Absurdo, ¿verdad?

En todo caso, la contraprogramación no va a ninguna parte porque la moción no tiene margen de maniobra. Carece de los votos necesarios y la postulación de Iglesias los hace aun más problemáticos. Habiéndose dado cuenta en Podemos del patinazo, dicen que el candidato es negociable. Una vez registrada con el candidato (pues es obligatorio), cambiarlo sería chusco. La moción está muerta. No solo reglamentariamente sino también políticamente. Podemos la defenderá, sin duda, con intensidad y amplitud. La cuestión está en si habrá alguien en el hemiciclo. Y los medios, fuera del canal del Congreso, es dudoso que lo trasmitan

La única posibilidad de que haya una moción de censura, una nueva moción de censura, es que Sánchez gane las primarias. Aun así, me cuesta creer que en Podemos aceptaran un gobierno presidido por un socialista y mucho más que formaran parte de él. Una de sus doctrinas más acreditadas es que se negarán siempre a entrar en un gobierno socialista si están en minoría.

La candidatura simulacro de López está en el limbo donde las encuestas amontonan los “no sabe/no contesta”. El propio López no puede decantarse por uno de los adversarios (probablemente por Díaz, como ordena el mando) porque no está seguro de arrastrar a los suyos en su sentido, sino en el contrario.

Pase lo que pase, hay un aspecto en el que Sánchez ya ha ganado pues ha puesto en evidencia que se da un fuerte deseo en el PSOE de que todo cambie. Ese cambio que, según Sánchez, Felipe, Zapatero y Rubalcaba no entienden y, si no lo entienden ellos, que son los mentores de Díaz, menos lo entenderá esta.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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