La crisis del PSOE no es de ahora, de estos años recientes. Viene de
atrás, del inicio de los noventa y cristaliza y sale a la luz con la
victoria electoral del PP y Aznar en el 96. Las dos victorias con
Zapatero por un lado agudizan y muestran más claramente las debilidades
del proyecto y por otro son un mero punto de inflexión que permiten
ocultar temporalmente, pero no eliminar, esas debilidades.
Permítame el lector volver a la prehistoria (conocer la historia
exige conocer la prehistoria) y citarme porque creo que lo que escribí
entonces en mi libro “Políticas del PSOE 1982-95. Del “cambio” a la
decepción” sigue vigente. Algunas citas muy breves de lo escrito: “El
PSOE nunca tuvo la voluntad real de enfrentarse a los grandes poderes…ha
sido débil con los fuertes, fuerte con los débiles”. Refiriéndome al
tema GAL, a los crecientes casos de corrupción, a los engaños políticos,
etc., los sintetizaba en “No estamos solo ante una crisis política. Es
también una crisis moral” y algo de eso he leído y oído estos días.
En abril de 1994 tras dieciocho años de militancia en el PSOE dejé el
parido. En mi carta abierta a la militancia publicada en un periódico
resumía mis razones. Me voy a permitir una cita de lo escrito: ”El
resultado ( de las políticas del PSOE de estos años) lo estamos viendo…
una sociedad desmovilizada, escéptica y crecientemente hostil respecto
de la “cosa pública” y del bien común, con unos valores cada vez más
opuestos a los que uno creía como inherentes a la opción del PSOE. Más
grave aún: con una juventud cada vez más alejada del quehacer político… y
que opina que da igual quien gobierne pues “todos son iguales” incluso
añadiendo “de ladrones”. Precioso saldo final”.
Ocurre que esa crisis del PSOE estaba oculta por la relativa bonanza
económica (aunque siempre mal repartida) y por la continuidad del
bipartidismo, estando ambos factores relacionados. Lo primero termina
dramáticamente con la Gran Recesión que se inicia en Estados Unidos en
2008 y que agudiza las enormes debilidades del modelo económico español
agravadas por las políticas del gobierno Zapatero. Vuelve el PP en 2011,
crece rápida y profundamente la protesta y la movilización social y en
2015 se certifica oficialmente, en las urnas, el final de la etapa del
bipartidismo. El gran damnificado, claramente el PSOE, confuso y
envuelto en sus propias incoherencias, en sus comportamientos en muchos
casos poco ejemplares sobre todo para los jóvenes que pasan a la primera
línea de esa movilización. Lo extraño es que no hubiera ocurrido antes.
Se concreta políticamente, es bien sabido, con la presencia de Podemos,
el gran adversario directo del PSOE que es, repetimos, el gran
damnificado.
El descontento de la militancia del PSOE, descontento larvado durante
los años “plácidos” del bipartidismo, se ha concretado en el reciente
resultado de las primarias, claramente una desautorización, una censura a
la dirigencia, tanto la nacional como la mayoría de las autonómicas. Es
decir, a quienes mandan. Estamos, hay que insistir ante una crisis
profunda, de años y que no está sola pues va acompañada de la de toda la
socialdemocracia en Europa. No es exagerado afirmar que el PSOE y la
socialdemocracia enfrentan momentos de vida o muerte.
La tarea que tiene el nuevo secretario general es gigantesca, un
maldito embrollo. La más urgente es en el plano interno. Todavía no es
posible saber cuál es la real correlación de fuerzas, lo que se irá
viendo en los inmediatos meses, llenos de trámites internos complejos. A
favor del respaldo a Sánchez hay dos factores: la disciplina interna y
el hecho de que siempre hay personas bien dispuestas a ir en auxilio del
vencedor. O sea, lo de siempre: responsabilidad de unos, más
oportunismo de otros.
En el plano externo, se trataría de articular un proyecto político
realmente socialista o socialdemócrata, como se quiera llamar. Un
proyecto que enfrente decididamente los problemas del país y que sea
capaz de atraer a la mayoría. Nada menos que eso. No se trata de “tomar
el Palacio de Invierno” pero sí de encarar decididamente muchas lacras
de la actual democracia y eso supone enfrentar intereses muy poderosos.
Lo que no se puede es volver a caer, como en estos años pasados con
dominio PSOE, en lo que escribió Juan José Millas en su libro “Tonto,
muerto, bastardo e invisible” (pág.219):“La socialdemocracia se
caracteriza por ser la única filosofía de la vida que permite hacer lo
contrario de lo que predica en nombre de lo que predica”. Genial.
(*) Economista del Estado
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