jueves, 4 de mayo de 2017

La realidad y la ficción I. El PNV / Ramón Cotarelo *

La política se ventila en el reino de la ficción. Como los cantares de gesta, los hipogrifos o los amores de Angélica y Medoro. Con la diferencia de que mientras las fabulas literarias se desvanecen en el recuerdo y la metáfora, las políticas afectan con dureza la realidad de la vida de las gentes.

Esos 500 millones del ala que deja de ingresar el Estado habrán de ser repuestos por los demás contribuyentes. Esa es la realidad. No se cuestiona aquí si el cálculo es justo o equitativo. Solo se señala que es el precio objetivamente puesto por el PNV para apoyar los presupuestos de Rajoy y posibilitar la continuidad de su gobierno, un gobierno al que se opuso cerradamente desde el principio. 
 
Todo esto mientras Ibarretxe se persona en Barcelona y suelta a los catalanes una teórica sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos. Ese derecho este año vale 500 millones; el año que viene, las circunstancias decidirán. Mientras el gobierno español dependa de los votos nacionalistas, estos exigirán un precio. La habilidad, parece decir el PNV, es no poner un precio demasiado alto. Eso del referéndum cierra el corazón de los gobernantes madrileños y, con el corazón, la bolsa.

Entre los indepes catalanes, la decepción es grande. Para ellos el referéndum ya no es cosa de precio, sino de principios y ven cómo los pragmáticos vascos se escurren. Ahí hay por cierto un interesante debate pendiente entre la izquierda abertzale y la CUP. Algunos sostienen, con bastante razón, que los vascos, de hecho, son ya independientes pues gozan de la substancia de la independencia que es la soberanía fiscal. Vascos y navarros. Dos excepciones que, a fuer de excepciones, invalidan el frecuente enunciado de Rajoy de la igualdad de todos los españoles. Se invocan entonces los antiguos fueros que dan lugar al concierto y consiguiente cupo blindados. Lo cual les posibilita la indeferencia respecto a quién y cómo gobierne y/o robe en Madrid.

Cuando los catalanes solicitan acogerse a la misma excepción se les dice que no por razones obvias de inviabilidad de la financiación del Estado autonómico. Además se les recuerda que esa solución (concierto) se les ofreció al comienzo de la transición y la rechazaron. Obviamente un error que no debiera aducirse como razón en contra de la legitimidad de su actual petición.

La ficción del nacionalismo e independentismo vasco, largos años enmarañado con la violencia, acaba en la dura realidad de una distribución desigual de las cargas financieras entre las CCAA. Que el Estado no tenga otra forma de conservar la integridad territorial que tanto le obsesiona sino es perpetuando un injusticia es desalentador. E injusto. Ya se sabe que, siempre que se forma una mayoría en democracia (la que busca Rajoy con sus presupuestos), la tendencia será a hacérselo pagar a la minoría.

El problema es cuando esa minoría, la catalana en este caso, confirma que no tiene posibilidad alguna de convertirse en mayoría porque es una minoría estructural y, por lo tanto, siempre estará en una posición de subalternidad. Da así en la flor de convertir su ficción de independencia en un independencia real. 
 
 
La realidad y la ficción II. Podemos
 
 
Como sucede con el del PNV, el discurso de Podemos evidencia un abismo entre la ficción y la realidad y comete una injusticia parecida, aunque con distinta víctima. Dicen los del partido morado ser objeto de sostenida, cerrada, agresividad del frente mediático. Forma parte de su relato autojustificativo. "Contra Podemos", suelen decir, "todo vale". Esto parece facultarlos para rechazar las críticas. Sin excepción. Sus contenidos no se examinan. Son falsos por ser críticas que reproducen todos los medios.

¿Todos? Algo de razón quizá tenga Podemos. Por ejemplo, esta infame y vergonzosa noticia del sándwich entre Podemos y La Sexta ha sido reproducida por todos los medios de derecha extrema. No así los medios comerciales más moderados en donde no se encuentra. No parece, pues, haber un frente cerrado de los medios contra Podemos y, desde luego, La Sexta no forma parte de él, como tampoco mucha prensa digital en donde Podemos tiene su propio diario, Público, con un estudio también propio de TV. Tan mal no están. 

El discurso tiene mucho de ficción porque, como puede comprobar cualquiera de buena fe, es Sánchez quien tiene a todos los medios cerradamente en contra de él, incluido Podemos a quien no interesa que Sánchez gane las primarias porque es el único con el que el PSOE puede recuperarse. O, si se quiere, cerradamente contra el PSOE que Sánchez representa ya que el otro, el de la gestora golpista y epistolar tiene en general buena acogida en la prensa, en especial la de derechas. La caudilla en la portada del ABC ha sido definitiva.

Con este ruido de lo icónico y el debate de a quién beneficia o perjudica una imagen suele perderse de vista la cuestión de fondo. Aquí esa cuestión es qué juicio merece la noticia sobre La Sexta. Porque supongo que nadie dudará de su veracidad; nadie dirá que es un montaje, falsa, un fake. Es una grabación de la policía autorizada por un juez en la que se dice que se está haciendo algo que es, en realidad, una variante de la vieja pinza entre Anguita y Aznar contra González en los lejanos 90. No es un delito. Es, simplemente, una inmoralidad. Una inmoralidad de Podemos. 

Anguita reaparece cada vez más detrás de Iglesias y el mensaje del dúo es el mismo: lo prioritario es acabar con el PSOE y ponerse en su lugar. Y, si no es así, que gobierne la dereceha. Envidia, rencor y despecho al mismo tiempo. El disparate de la moción de censura sin apoyos los ha llevado al frenesí de respaldarla en la calle, como si eso le diera mayor peso parlamentario. Está claro que con ella se quiere obligar al PSOE a retratarse apoyando al PP. Al PSOE parlamentario. Pero, por mucha amalgama de los dos PSOE que Podemos quiera hacer, ese discurso fortalece el PSOE callejero, el de la militancia que apoya a Sánchez.

Es decir, en su ceguera contra el PSOE, Podemos ayuda a la recuperación del partido que quiere destruir.  No hay ficción que pueda eludir esta realidad.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

No hay comentarios: