La crisis institucional ha quedado atrás en la Región. Salimos de una
zona de turbulencias y se disipan los temores de inestabilidad que tanto
atenazan a los sectores económicos. No se resuelven los graves
problemas regionales, pero la economía crece y amaina la incertidumbre
política al esfumarse la posibilidad de elecciones anticipadas. Las
incógnitas brotan ahora en Madrid. Con la victoria de Pedro Sánchez en
las primarias socialistas ha cambiado toda la dinámica política. Saldrán
adelante los Presupuestos de 2017 y poco más.
En el Gobierno de Rajoy
ya no se descarta una llamada a las urnas para finales del próximo año.
Aprobar las cuentas públicas será posible con el apoyo de nacionalistas
vascos y canarios, pero no habrá entendimiento con el PSOE de Sánchez
para reformar el modelo de financiación autonómica, alcanzar un pacto
educativo o plantear un plan hidrológico nacional.
A la Región de Murcia
le llegará, con más o menos retraso y de aquella manera, la alta
velocidad ferroviaria porque está a la vuelta de la esquina. El resto de
sus necesidades prioritarias se irán parcheando un poco aquí y otro
poco allá. Dicho eso, y siendo muy importantes el agua, las
infraestructuras y la financiación, el progreso de la Región depende de
innumerables cuestiones que están en nuestras manos en el plano
educativo, sanitario, económico, tecnológico, laboral, medioambiental...
Y el mayor riesgo para culminar todos esos aspectos críticos, de los
que no se puede culpar a Madrid ni se pueden maquillar con bravatas
reivindicativas, es la crisis de liderazgo que, en mayor o menor medida,
afecta a todos los partidos de la Región. A López Miras le ha caído una
responsabilidad monumental para la que nadie le había preparado. Desde
la marcha de Valcárcel todo ha sido una improvisación tras otra de la
que el vicepresidente del Parlamento Europeo tiene la mayor
responsabilidad. Eso no significa que el cuarto presidente del PP en
cuatro años vaya a empeorar el trabajo que mantenía Pedro Antonio
Sánchez con un equipo que no ha variado en lo sustancial.
El verdadero
problema reside en que el plan trazado por Sánchez, su regreso como
candidato en 2019 libre de toda imputación judicial y como ‘víctima
injusta de una cacería de la oposición’, se complica cada vez más. Pero
ahí sigue el PP, jugando a la ruleta rusa ante el desconcierto de sus
votantes. Una baza aprovechada por Alberto Garre para entrar en escena y
recoger el descontento de sectores afines al PP.
Negarle un puesto en
el Senado, un veto de Varcárcel por no hacer la vista gorda con el
asunto de la desaladora de Escombreras, le va a costar caro a los
populares en las próximas elecciones. Da igual que la gestión de Garre
fuera mediocre y no precisamente reivindicativa. Pero su discurso
regeneracionista caló y transmite honestidad. Suficiente para un
electorado que ahora se activa y moviliza con resortes emocionales.
El PSOE encara la renovación de su liderazgo tras la renuncia de
González Tovar a la reelección. Un problema que en realidad supone una
oportunidad. La nítida victoria de Pedro Sánchez ha frustrado las
expectativas del grupo susanista liderado por la vicealcaldesa de
Cartagena y las primeras ediles de Águilas, Molina de Segura y
Santomera. La incógnita reside ahora en María González Veracruz, que
tiene la experiencia acumulada para aspirar a ese liderazgo, aunque su
relación con Pedro Sánchez, tras su abstención por imperativo a Rajoy y
su apoyo inicial a Patxi López, es un misterio que solo conoce ella.
Y
luego está Joaquín López, que siendo el mejor parlamentario socialista,
no termina de cuajar por su aparente falta de ambición y la ausencia de
apoyos clave en el interno del partido. La sorpresa puede llegar con
Diego Conesa, alcalde de Alhama y político muy próximo a Pedro Sánchez.
En Podemos bajan también las aguas revueltas. A Óscar Urralburu,
sorpresa emergente de la política regional, le han salido hasta ahora
tres competidores que cuestionan su liderazgo. Es probable que venza en
las primarias de junio, pero los pablistas, con el diputado Javier
Sánchez a la cabeza, le han atado en corto con una lista unitaria.
En
cuanto a Ciudadanos, no cabe hablar de crisis de liderazgo.
Sencillamente porque nunca ha existido. A ellos, hasta ahora, les ha
valido con el tirón de Albert Rivera.
(*) Periodista y director de La Verdad
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