Se acabó. El acoso judicial y político al que se ve sometido desde
hace casi dos meses ha podido más que PAS. El presidente de la Comunidad
Autónoma, el mejor CEO que ha pasado por San Esteban, el político
insaciable, dimite porque la sombra de siete presuntos delitos que le
acecha (cuatro por el ‘caso Auditorio’ y tres por la ‘Púnica’) era ya
insoportable.
Pesaba más el platillo de la Justicia que su reconocida
capacidad personal de resistencia, y pesaba más que el apoyo de su
partido, que desde Génova se le ha prestado hasta que, ya en el último
minuto, el juez Eloy Velasco envió a Murcia una exposición razonada con
44 indicios delictivos en un asunto, la trama para lavar con dinero
público la imagen de políticos en horas bajas, del que no cabe zafarse
con el mantra habitual de los «errores administrativos» que se invoca en
el ‘caso Auditorio’. La ‘Púnica’ es, al margen de qué suerte merezca en
el terreno penal, socialmente más reprochable, algo mucho más feo que
las irregularidades en la adjudicación de un edificio.
PAS no quería dimitir. PAS es como Napoleón, para quien la guerra era
«un juego serio en el que uno compromete su reputación, sus tropas y su
patria». A PAS, ambicioso como un emperador moderno, le escuché decir
en un almuerzo con representantes de la sociedad civil que, antes de
tirar la toalla, se la comería. No fue un exceso verbal del que pudiera
arrepentirse, porque después lo ha repetido alguna vez en público. Era
un tic de los suyos, uno de sus rasgos genuinos. Pero no siempre gana
quien más resiste.
Al final se ha quedado sin tiempo, apremiado por sus
dos imputaciones y por la cuenta atrás inapelable de la moción de
censura, y ha tenido que comerse la toalla, como Napoleón se comió su
imperio.
Se despide de la presidencia autonómica como llegó, arrogante,
exagerando su ímpetu, fabricando su particular posverdad, porque en
ninguna cabeza cabe que Ciudadanos tuviera un pacto secreto con Podemos y
PSOE para sojuzgar a los murcianos: «Me voy porque me consta que el
tripartito tenía ya cerrado un acuerdo para gobernar la Región, y eso
tendría nefastas consecuencias para todos». PAS en estado puro, PAS
superviviente, PAS a la espera de que escampe para resurgir de las
cenizas.
No le era posible a su partido resistir el asedio, pero PAS seguirá
gobernando, ahora desde la rebotica, defendiendo el fuerte del PP, su
reputación, sus tropas y su patria. Solo una condena judicial (y siempre
que fuera firme) podría echarlo de la política.
(*) Columnista
http://blogs.laverdad.es/menudapolitica/2017/04/05/la-toalla-de-napoleon/
No hay comentarios:
Publicar un comentario