jueves, 6 de abril de 2017

La toalla de Napoleón / Joaquín G. Cruz *

Se acabó. El acoso judicial y político al que se ve sometido desde hace casi dos meses ha podido más que PAS. El presidente de la Comunidad Autónoma, el mejor CEO que ha pasado por San Esteban, el político insaciable, dimite porque la sombra de siete presuntos delitos que le acecha  (cuatro por el ‘caso Auditorio’ y tres por la ‘Púnica’) era ya insoportable. 

Pesaba más el platillo de la Justicia que su reconocida capacidad personal de resistencia, y pesaba más que el apoyo de su partido, que desde Génova se le ha prestado hasta que, ya en el último minuto, el juez Eloy Velasco envió a Murcia una exposición razonada con 44 indicios delictivos en un asunto, la trama para lavar con dinero público la imagen de políticos en horas bajas, del que no cabe zafarse con el mantra habitual de los «errores administrativos» que se invoca en el ‘caso Auditorio’. La ‘Púnica’ es, al margen de qué suerte merezca en el terreno penal, socialmente más reprochable, algo mucho más feo que las irregularidades en la adjudicación de un edificio.

PAS no quería dimitir. PAS es como Napoleón, para quien la guerra era «un juego serio en el que uno compromete su reputación, sus tropas y su patria». A PAS, ambicioso como un emperador moderno, le escuché decir en un almuerzo con representantes de la sociedad civil que, antes de tirar la toalla, se la comería. No fue un exceso verbal del que pudiera arrepentirse, porque después lo ha repetido alguna vez en público. Era un tic de los suyos, uno de sus rasgos genuinos. Pero no siempre gana quien más resiste. 

Al final se ha quedado sin tiempo, apremiado por sus dos imputaciones y por la cuenta atrás inapelable de la moción de censura, y ha tenido que comerse la toalla, como Napoleón se comió su imperio. 

Se despide de la presidencia autonómica como llegó, arrogante, exagerando su ímpetu, fabricando su particular posverdad, porque en ninguna cabeza cabe que Ciudadanos tuviera un pacto secreto con Podemos y PSOE para sojuzgar a los murcianos: «Me voy porque me consta que el tripartito tenía ya cerrado un acuerdo para gobernar la Región, y eso tendría nefastas consecuencias para todos». PAS en estado puro, PAS superviviente, PAS a la espera de que escampe para resurgir de las cenizas.

No le era posible a su partido resistir el asedio, pero PAS seguirá gobernando, ahora desde la rebotica, defendiendo el fuerte del PP, su reputación, sus tropas y su patria. Solo una condena judicial (y siempre que fuera firme) podría echarlo de la política.


 (*) Columnista


http://blogs.laverdad.es/menudapolitica/2017/04/05/la-toalla-de-napoleon/ 

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