La conservación de la naturaleza sigue siendo una
cuestión menor para este Gobierno, como lo demuestra el nuevo recorte a
las políticas medioambientales en los Presupuestos Generales del Estado.
Siempre me he preguntado por qué los políticos conservadores son tan
poco conservacionistas. Por qué muestran tanta afición por determinadas
actividades extractivas vinculadas al medio natural y tan poco interés
por las destinadas a su conservación y custodia, como por ejemplo el
mantenimiento de los Parques Nacionales.
Nuestra red
de Parques Nacionales es una de las principales del mundo y la segunda
más antigua tras la de Estados Unidos. Se inauguró en 1916 con la
creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, hoy en día
integrado en el Parque Nacional Picos de Europa; y actualmente está
formada por 15 espacios protegidos que ocupan en su conjunto 384.000
hectáreas que se extienden por 19 provincias y 12 comunidades autónomas,
lo que equivale a un 0,7% del territorio estatal.
Teide, Sierra Nevada, Cabrera, Doñana, Ordesa,
Cabañeros, Timanfaya, Aigüestortes, Monfragüe… los espacios naturales
que gozan de la máxima figura de protección a nivel estatal forman un
variado mosaico de ecosistemas en el que se recogen las esencias de
nuestra biodiversidad. Desde marismas a campos de lava, desde cumbres
nevadas a paisajes submarinos, bosques, desiertos, tablas, cañones
fluviales: el propósito de la red es abarcar el catálogo de espacios más
representativos de nuestra naturaleza para que el Estado se implique en
su conservación y garantice su legado a las generaciones futuras.
Con ese propósito la red se ha ido ampliando a lo largo de los años,
pero a un ritmo mucho menor del necesario. El último parque nacional
declarado fue el de la Sierra de Guadarrama, en 2013. Sobre la mesa de
la ministra ya están los proyectos del Parque Nacional de la Sierra de
Las Nieves, en Málaga, y el del Mar de Las Calmas, en la isla de El
Hierro, pero van para largo. Y faltan muchos más. Monegros y Cabo de
Gata son a la red de Parques Nacionales lo que Murakami al Nobel: los
eternos aspirantes. Pero seguro que cada lector tiene su propio
candidato, y seguramente acertado.
Sin embargo, lejos
de dotar a la red del presupuesto adecuado para su ampliación y
desarrollo, lejos siquiera de mantenerlo para garantizar con ello la
correcta gestión de la quincena de espacios que actualmente la integran,
el Gobierno de Mariano Rajoy ha vuelto a reducirlo una vez más.
En 2015 el presupuesto del Organismo Autónomo Parques Nacionales era de
casi 47 millones de euros. En 2016 esa partida se redujo en un 8,2%
quedándose en 42,8 millones. Pero es que este año el recorte ha sido de
un 23%, dejándolo en tan solo 33 millones de euros. Algo que condena al
deterioro las principales reservas de nuestra naturaleza y que supone un
error estratégico desde un punto de vista económico. Porque el dinero
destinado al mantenimiento y mejora de los Parques Nacionales es la
mejor inversión que podemos hacer en el principal sector de nuestra
economía: el turismo.
La red de Parques Nacionales es
uno de los motores principales del sector turístico español. Recibe
alrededor de 15 millones de visitantes cada año. El parque nacional del
Teide, con más de 3,2 millones de turistas (más que el Museo del Prado),
es el parque más visitado de Europa y el segundo más visitado de todo
el mundo. Todos los expertos señalan que el turismo de naturaleza es la
mejor alternativa del sector frente al agotado, obsoleto e insostenible
modelo de sol y playa. Nosotros tenemos esa alternativa ¿y qué hacemos?
despreciarla.
Dando una vez más muestras de su
gran perspicacia y su sentido de la oportunidad, en 2017, año declarado
por la Organización Mundial del Turismo (OMT) como Año Internacional del
Turismo Sostenible para el Desarrollo, nuestro Gobierno anuncia el mayor recorte de la historia al principal exponente del turismo sostenible en España: la Red de Parques Nacionales.
Una medida contra natura, contraria al avance hacia un modelo de
desarrollo turístico más sostenible y absolutamente desatinada desde el
punto de vista económico.
(*) Naturalista, periodista ambiental y escritor
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