viernes, 28 de abril de 2017

Introducción a la monotonía / Ángel Montiel *

Lo más atrevido que dijo ayer López Miras en su exposición para la investidura es que el del PP no es un proyecto personal. Uy. Cuidadín. Por ser una reflexión innecesaria, sobraba. Al exponerla, reveló que respondía a una inquietud existente. El aspirante a la presidencia sugería que no estará tutelado por su antecesor, como se presume, pero lo dijo por lo bajinis, como si no quisiera molestar a quien lo ha designado. Por ahí se empieza. Es el principio de la contradicción que lo conducirá durante el resto de su mandato, dos años, nada más y nada menos. 

La cruz del que será nuevo presidente de la Comunidad consistirá en tratar de mostrar cada día que las decisiones que tome partirán de su independencia, pues el legítimo prejuicio general es que se trata de un mandado de su mentor. En definitiva, el mismo estigma que afectó inicialmente a Pedro Antonio Sánchez, hasta que éste ofreció alguna señal de que Valcárcel, que lo promovió, no seguía mandando sobre él. Pero Sánchez es un político con personalidad propia, mientras López Miras no sabemos ni quién es, salvo un ingenio de Sánchez. 

Uno y otro son indudablemente conscientes de que la percepción general es que vamos a tener a un presidente mecano y que la manera de que López Miras adquiera credibilidad consistirá en revelar algún asomo de identidad. Para esto, tendrá que desconectar de PAS, como PAS desconectó de Valcárcel. Esto último fue posible porque el Todopoderoso salió de estampida, aguzado tanto por la necesidad de separarse de la fatal herencia que dejaba tras veinte años de gobernación como por el estímulo de la gozadera del supersueldo del Parlamento Europeo, lo que le permitía relativizar las decisiones que tomara su sucesor, aunque fuera para su disgusto. 

Sin embargo, el aliento de PAS sobre FER está demasiado próximo, tanto que sin él no podrá avanzar el nuevo presidente. De hecho, FER ocupará un sillón que, en el imaginario estratégico de PAS, deberá ser devuelto a éste cuando, a causa del privilegio de su aforamiento, que persistirá durante meses a pesar de que él mismo abogó forzadamente el pasado miércoles por su conclusión, pudiera quedar libre de imputaciones judiciales. FER, por tanto, se nos presenta como un paréntesis, es decir, como un presidente de quita y pon. Es una imagen políticamente inexcusable, y esto gravitará sobre su gestión. 

De ahí, además, su tono durante el debate de investidura. Un discurso apagado, previsible, monótono, sin músculo. Lo dicho y lo redicho, lejano incluso a la temeridad y el arrojo, al menos en lo formal, que caracterizó en su día la irrupción de PAS. No evitó FER siquiera la reivindicación de la ´herencia recibida´, obviando que ésta consiste en la precariedad laboral, la pobreza estructural, la parálisis de las infraestructuras, la pérdida de posición en la cuestión agua, la infrafinanciación estatal y el reguero de la corrupción, entre otros capítulos cuya descripción no cabe en este recuadro. 

El discurso de López Miras resultó ayer tan rutinario que ni a él mismo le hubiera entusiasmado si no fuera el candidato a la presidencia. Aunque se atrevió a decir que el del PP no es un proyecto personal. Cuidadín. Por ahí se empieza.


(*) Columnista


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