"La Guardia Civil es ya la única
institución del Estado en la que se puede confiar". Me lo dijo hace unos
meses el líder regional de Podemos, Oscar Urralburu, y me quedé tan
estupefacto como si hubiera escuchado a un gitano de los tiempos de mi
juventud. Los gitanos y la izquierda nunca han sido partidarios de los
tricornios, pero el mundo cambia casi sin que nos demos cuenta.
Los
últimos acontecimientos corroboran la impresión del podemita. La
Operación Leza es el espejo: los ministerios de Justicia y de Interior,
es decir, el Gobierno, están amigados con los criminales, con quienes
comparten mensajitos, felicitaciones, entrevistas en sede oficial y se
transmiten la expresión de buenos deseos; la Fiscalía (que no los
fiscales) es un instrumento gubernamental que intenta tapar la
corrupción; los jueces que dependen de nombramientos políticos suelen
renquear, y hasta la ´prensa pantalla´ intenta meter baza a favor de la
mafia. Hoy no te puedes fiar de nadie, y menos de los que viven de tus
impuestos.
Con una excepción, dice Urralburu, y las noticias recientes
avalan su criterio: la Guardia Civil. Quién nos lo iba a decir. Todavía
sorprende más porque este Cuerpo depende de unos tipos (Fernández antes,
Zoilo ahora) que, por el modo de desenvolverse, no parece que tengan
muchas luces, es decir, escrúpulos, y menos, recursos intelectuales
(véase al último ayer, en el Senado) y uno ha de preguntarse cómo es
posible que la UCO, la unidad de especialistas anticorrupción de la
Guardia Civil, pueda conservar su independencia y su capacidad para la
investigación y la acción coordinada con la Justicia.
Si se atiende a
las grabaciones en que Ignacio González se despacha ante Zaplana o
Enrique Cerezo para exponer cómo se debe actuar desde el poder frente a
los estamentos que aspiran a funcionar en libertad, el pasmo se
incrementa tanto como la admiración por el hecho de que el Gobierno de
los Soprano no alcance a manipular a la UCO después de haberlo intentado
con relativo éxito con la Policía, de cuya UDEF hace tiempo que sabemos
poco, y esto para gran pena y desazón de sus magníficos profesionales.
Nuestro colaborador José Daniel Espejo me lo quitó ayer de la boca: hay
que hacer una teleserie policial, salvo que ya es posible seguirla de la
mañana a la noche en televisión e internet, veinticuatro horas
consecutivas de emociones, como cuando no puedes resistir programar un
capítulo tras otro de cualquiera de los ingenios de HBO. Estoy
convencido de que si García Lorca laventara la cabeza escribiría una oda
a lo único decente que queda, la Guardia Civil. Hasta ese punto.
(*) Columnista
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