lunes, 27 de marzo de 2017

Más allá de la trama: Tácticas de oposición y análisis del sistema / Narciso Pizarro *

Buena parte del trabajo de las personas y grupos progresistas se centra en denunciar los abusos, las manipulaciones de la verdad, los delitos impunes, el saqueo del dinero público, las complicidades existentes entre políticos corruptos y corrompedores empresariales, el papel de la prensa, las televisiones y las emisoras de radio en, por una parte, el ocultamiento y por otra la defensa de los intereses de los que ejercen el poder institucional.
 
Las denuncias se suceden, se acumulan y yuxtaponen dibujando una imagen de la realidad en la tela de ese cuadro cuya exhibición pública debería producir cambios políticos significativos. Si no se producen es que faltan pinceladas, y en este convencimiento se investigan más corruptelas, contubernios y delitos, investigaciones que dan lugar a nuevas denuncias. Algunas de ellas obligan a los denunciados a comparecer ante la justicia y, a veces, los tribunales dictan sentencias que deberían ser ejemplares. Pero los condenados a penas de cárcel siguen en sus casas, se pasean impunemente por España o viajan al extranjero. Estos hechos se añaden al cuadro mismo, que cada día que pasa es más detallado y preciso.

Los denunciantes no pierden la esperanza de que sus desvelos produzcan los efectos deseados, de que el conocimiento de la realidad modifique los comportamientos de la población española, las adhesiones políticas y el sentido del voto. Porque el postulado que funda la acción de los denunciantes no se discute nunca: la parte – mayoritaria – de la población que vota por aquellos que la explotan y subyugan, lo hace porque no sabe lo que pasa. Basta con conseguir que lo sepa para que los comportamientos se modifiquen.

Sabemos que, a pesar de la cantidad arrolladora de denuncias que se han hecho públicas estos últimos años, el voto por los partidos conservadores sigue siendo mayoritario, gracias a la aparición de Ciudadanos en la escena política y a la colaboración del PSOE en el mantenimiento del PP en el poder. ¿Podemos afirmar que esto es así porque los votantes no se han enterado, porque no han aprendido la lección? ¿Debemos imitar a los maestros de escuela y repetirla una y otra vez? En cualquier caso, es lo que se está haciendo: si las denuncias no han funcionado hay que suministrar una dosis mayor. Y mejor.

El proceso de perfeccionamiento y mejora de las denuncias está pasando por un análisis de lo que ahora se ha dado en llamar la “trama”, el complejo de relaciones entre las empresas del IBEX, los políticos y los medios de comunicación. Este análisis es técnicamente bueno. Pero no creo que su difusión mejore la eficacia de las denuncias. Vale la pena explicar por qué.

La hipótesis subyacente a los análisis y a las denuncias es la siguiente: la sociedad está objetivamente dividida en dos bloques con intereses antagónicos, la gran mayoría de los explotados y una minoría, poderosa obviamente, de explotadores. Los separa una línea infranqueable y los individuos se sitúan en uno o en otro de los bloques, pero no pueden estar en los dos a la vez. Y desde el punto de vista subjetivo, los explotados lo son porque carecen de conciencia de su situación. De ahí que la solución sea la que se da siempre a los problemas de conciencia: educación, pedagogía a raudales.

Aceptando esta visión de la realidad social, no se contemplan hechos que no coinciden con ella. El más importante es la existencia de personas explotadas por el grupo dominante que explotan a su vez a otras personas. Por ejemplo, autónomos con trabajadores no dados de alta en la Seguridad Social, profesionales liberales y trabajadores de oficios como fontaneros, electricistas, carpinteros o pintores que no facturan su trabajo para pagar menos impuestos y que no retienen el IVA. O personas, que sin pertenecer al grupo dominante ni explotar directa y conscientemente a nadie, se benefician de una u otra manera de la situación global de explotación. Estas dos categorías de individuos son muy numerosas. Y son categorías objetivas, no meros productos de suposiciones sobre el estado de las conciencias de unos y otros.

Por ello, la representación de las relaciones de explotación y de los beneficios que genera el sistema no puede ser la de un conjunto dividido en dos subconjuntos mediante una línea infranqueable y debemos utilizar otra imagen, la de una pirámide. Entre el grupo dominante, la cima de la pirámide, y la base totalmente desvalida existe entonces una gradación de las cuantías de beneficios e intereses ligados al sistema de explotación. El número de beneficiarios aumenta al disminuir el volumen de ganancias de cada segmento. Y aumenta exponencialmente la dificultad de las investigaciones empíricas en esas franjas intermedias. Quizás la ausencia de datos sea una razón adicional que abunda en la adopción de la imagen, simplificadora y falsa, de una sociedad donde solo existen explotadores (pocos) y explotados (muchos).

La importancia numérica de las personas situadas en esas franjas intermedias, la de los explotados que se benefician del sistema global de explotación es enorme, aunque, como ya hemos dicho, sea difícil de estimar con precisión. Lo que cabe pensar es que esos colectivos tengan conciencia de sus intereses en el mantenimiento de un sistema que les beneficia y que actúen en consecuencia. De la extensión de esas situaciones objetivamente intermedias y de la conciencia de sus intereses dan fe los resultados electorales. Es decir, las mayorías de votantes conservadores.


(*)  Profesor emérito de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid


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