Murcia es ahora mismo una representación perfecta del universo de
dudas, riesgos y contradicciones en que están sumidos los tres grandes
partidos constitucionalistas que hay en España.
Está, por un lado, el PP, que tiene al presidente de la Región y recién aclamado presidente del partido murciano, Pedro Antonio Sánchez,
con un pie en los tribunales y pendiente de que el juez decida si abre o
no juicio oral contra él. De eso depende el que continúe al frente del
Gobierno murciano o que tenga que marcharse humillado y procesado. Pero
tanto Sánchez como la dirección nacional de su partido han hecho una
apuesta llena de riesgos que ha consistido, por parte de Sánchez, en no
renunciar a su cargo cuando adquirió la condición de investigado y, por
parte de la séptima planta de la calle de Génova, en apoyar férreamente
su persona y su inocencia.
Están corriendo un enorme riesgo porque han colocado su apuesta en
manos del juez y no saben, literalmente, de qué lado va a caer la moneda
pero saben que, si cae cruz, las perspectivas electorales del Partido
Popular se desplomarían estrepitosamente en unas futuras elecciones
autonómicas. Podían haber optado por proponer un sustituto al actual
presidente y se habrían evitado la amenaza que ahora mismo pende sobre
sus cabezas. Sobre todo, y aquí está la clave, porque saben que si llega
a prosperar la fórmula que propone Ciudadanos -una moción de censura y
la convocatoria inmediata de elecciones anticipadas- el PP perdería entre dos y
tres diputados.
Y eso, unido al hecho de que Ciudadanos no ganaría más
que uno, dejaría la hipotética coalición al dramático borde de perder la
mayoría absoluta. Por eso no tiene sentido que, obcecándose en no ceder
la cabeza de Sánchez despuésde haber pactado que lo harían si éste era
imputado, hayan empujado a los de Albert Rivera a la posición imposible en la que ahora se encuentran.
Y eso es lo que pasa: que Ciudadanos se mueve angustiado entre guatemala y guatepeor porque
no le ha quedado más remedio que reaccionar ante el manifiesto
incumplimiento por parte del PP de lo firmado en el acuerdo que aupó a
Pedro Antonio Sánchez a la presidencia de la Región de Murcia y ahora se
enfrenta al cumplimiento del plazo que ellos mismos se pusieron para
tomar una decisión sobre este conflicto. Plazo que se cumple el próximo
lunes, cuando el juez no habrá tomado la decisión de procesar o no al
presidente murciano.
Y héteme aquí que te hete a los de Ciudadanos dispuestos a romper
definitivamente su pacto con el PP y acordar con PSOE y Podemos una
moción de censura que, si se suman los escaños de los tres, ganarían.
Pero Miguel Sánchez, el representante de Rivera en el
parlamento murciano, pretende, ay, que los ganadores de esa moción de
censura no se aprovechen de esa prevista victoria y acepten convocar
elecciones anticipadas. Y eso por una razón: porque el candidato
obligado que hay que presentar en una moción de censura tendría que ser
un socialista ya que es el único con escaños suficientes para registrar
esa moción en el parlamento. Y si los socialistas no aceptan esa
condición de Ciudadanos, este partido se puede encontrar con que ha
propiciado con sus votos un gobierno de PSOE y Podemos, formación ésta
con la que los de Albert Rivera no quieren tener absolutamente nada.
Muy bien. Pero ¿qué le pasa al candidato socialista en Murcia? Pues que Rafael González Tovar
es uno de los que apoyan la opción de Pedro Sánchez para las primarias
de mayo y teme, con mucha razón, que si después de ganada la moción de
censura convocara elecciones, la Gestora de su partido haría todo lo que
hubiera que hacer para apartarle de la cabeza de la lista electoral. Y
eso no lo va a facilitar él por la cuenta que le tiene.
Por lo tanto, si Ciudadanos se aviene a sentarse a la mesa de juego
con el PSOE y con Podemos y les sale bien la primera parte de la jugada,
Tovar está dispuesto a amarrarse al sillón y a no moverse de él hasta
mayo de 2019, cuando haya que celebrar obligatoriamente las elecciones
autonómicas de las comunidades de régimen general. Pero como Albert
Rivera ha explicado que su partido jamás formará parte de un gobierno
tripartito con PSOE y con Podemos -“que se lo quiten de la cabeza”, ha
dicho-, tenemos completado ese dibujo complejo y enmarañado que, visto
de cerca, resulta ser un laberinto ciego. Es decir, sin salida. Sólo si
el juez decide no procesar a Pedro Antonio Sánchez, esta cuerda llena
de nudos se deshará de un soplo.
En caso contrario, si Sánchez llega a sentarse en el banquillo, el PP
y los del partido naranja se meten en un remolino que los puede
engullir hasta asfixiarlos. Pero eso no se sabrá antes del próximo
lunes, el día en que Ciudadanos se va a lanzar, eso asegura, a la
piscina. Qué tensión.
(*) Periodista
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