viernes, 10 de marzo de 2017

Un gobierno de regeneración democrática / Gabriel García *

En estos momentos, tras 40 años de democracia, este país tiene muchos problemas, más que ningún otro de nuestro entorno; el origen hay que buscarlo, y encontrarlo, en la corrupción, una lacra de nuestra sociedad que está haciendo, entre otros daños, que la Justicia, como garante de la igualdad de todos los españoles frente a la Ley, tenga dos varas de medir. 

Los últimos acontecimientos: sentencias de Urdangarín y Cristina; Blesa y Rato; y la situación que se está viviendo en Murcia, en la que hay que destacar la actuación del Fiscal General del Estado para impedir que sea juzgado el presidente autonómico, Pedro Antonio Sánchez, está siendo la gota que colma en vaso –han habido casos anteriores también escandalosos-, que desmoraliza a la gente honrada y bienintencionada, hasta conducirla a la disyuntiva de que: o acabamos de una vez con la corrupción, o ésta acabará con la Democracia. Así de claro.

Es cierto que el PSOE ha tenido y tiene algunos casos de corrupción, pero están perfectamente acotados; las responsabilidades políticas han sido asumidas; y sólo falta las sentencias. Hay otra corrupción, histórica y endémica, que lleva más retraso pero que se zanjará más antes que después, que es la ligada a CDC, actualmente PDEcat, que lleva consigo los casos “tres per cent” y “Pujol y familia”.

Pero la que hace daño, mucho daño, es la del PP, porque son ya demasiados los “casos aislados” y, lo que es peor, que no tiene el mínimo interés en ponerle fin a la corrupción. La actitud del Presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, recibiendo todas las ayudas posibles de la Justicia, pasándose por el arco los pactos suscritos y las leyes aprobadas, e incluso yendo contra su propia palabra recogida en las hemerotecas, ha dado lugar a la construcción de un relato que el PP defiende a capa y espada, y que es un atentado a la inteligencia humana, porque supone unos niveles de demagogia y desvergüenza difícilmente alcanzables.

Todo esto está ocurriendo porque en los gobiernos central, Región de Murcia, y otros lugares, está instalado el Partido Popular que, incluso en minoría, es capaz de utilizar los instrumentos del poder para hacer añicos nuestra Democracia. Mientras tanto, la oposición transige, siendo especialmente Ciudadanos, preocupado por su futuro electoral, el que sale peor parado al moverse en una contradicción que le lleva a que, en el caso de Murcia, casi le esté rogando al PP que sustituya a su presidente por otro candidato para votarlo sin reservas; mientras tanto, el PP le toma el pelo de manera insultante, al ningunearlo sin hacerle puñetero caso.

En esta coyuntura, no queda otra solución que impedir que el PP, con Rajoy al frente, se salga con la suya con su táctica “dontancrediana” de dejar pasar el tiempo hasta que las cosas se arreglen a su gusto, contando para ello con una oposición desorientada, confusa y mirándose el ombligo.

¿Cómo se conseguiría esto? Mediante mociones de censura en Madrid y en Murcia, que sean el origen de los correspondientes gobiernos de Regeneración Democrática: PSOE, Unidos Podemos en Madrid y Podemos en Murcia, con Ciudadanos que, después de expulsar al PP de los gobiernos nacional y autonómico murciano, sean capaces de conformar pactos generosos; que sean capaces de resolver los problemas del día a día; que le planten cara a la corrupción; que eliminen las leyes más dañinas de los populares; que tomen medidas ejemplarizantes; para que el PP fuera de la acción de gobierno se regenere y sea un partido constitucionalmente democrático, porque ahora no lo es.

Creo que merece la pena intentarlo porque, o hacemos esto o algo parecido, o nuestra Democracia seguirá pereciendo, con las mafias campando a sus anchas fomentando las desigualdades, mientras que el pueblo llano será cada día más pobre. Es adónde nos está llevando el liberalismo a ultranza, y encima corrupto. No nos lo merecemos.


(*) Periodista



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