La trifulca interna del PSOE está tan
animada que monopoliza la atención pública en detrimento de otras
noticias no menos interesantes y hasta más significativas. Además, hay
que dar tiempo a los socialistas a comenzar alguna otra querella formal
que, en el fondo, solo oculta la inquina del aparato y sus excrecencias a
la candidatura del aguafiestas que, no contento con no morirse, regresa
a la cabeza de una oleada democrática de regeneración.
Así que, por esta vez, no hablaremos del PSOE. Aunque hay algo, una intuición, que puede salir aquí: viendo el vídeo de la exaltación de la caudilla en el Ifema, ¿me lo parece a mí o los rostros de la vieja guardia -González, Guerra, Rubalcaba- más apropiados eran para un funeral? Allí solo se reía y batía palmas contentísimo Zapatero.
Así que, por esta vez, no hablaremos del PSOE. Aunque hay algo, una intuición, que puede salir aquí: viendo el vídeo de la exaltación de la caudilla en el Ifema, ¿me lo parece a mí o los rostros de la vieja guardia -González, Guerra, Rubalcaba- más apropiados eran para un funeral? Allí solo se reía y batía palmas contentísimo Zapatero.
Tanto
hablar del PSOE en realidad escamotea a la opinión pública el
espectáculo del PP y sus líderes y lideresas chapoteando en el cieno de
la corrupción de tribunal en tribunal. Lo que la tupida red de procesos
en marcha revela es una estructura de gobierno a todos sus niveles,
estatal, autonómico y local basada en la corrupción. Un compadreo
frenético de empresarios sin escrúpulos, políticos venales y
funcionarios corruptos (siempre y en todos los casos con las
correspondientes excepciones) ha dado lugar a una situación que parece
calcada de la ciudad de Mahagonny, de la ópera de Brecht/Weil. El
gobierno de la derecha, especialmente en Madrid y Valencia y, por
supuesto, por doquier, ha aplicado una filosofía neoliberal de
privatizaciones y mercado libre. El reinado del capitalismo sin
obstáculos, que es más eficaz y en donde, a la larga se está mejor,
porque el capitalismo es un sistema que vive de satisfacer las
necesidades de la gente.
Es
exactamente lo mismo que dicen los criminales que montan la ciudad de
Mahagonny y acaba convertida en la ciudad del robo, el crimen y el
pillaje. La justicia la administran los criminales y el peor delito,
castigado con la muerte, es ser pobre. Capitalismo en estado puro que la
obra de los alemanes sitúa en algún lugar de los Estados Unidos (la
increíble Canción de Alabama quizá sea un indicativo, aunque no
estoy seguro) y retrataba la época de la República de Weimar. Y
cualquier otro tiempo y lugar en el que el capital captura el Estado. Se
predica libre mercado, juego limpio, competencia, abstención del Estado
y se tiene corrupción, compadreo, capitalismo de amiguetes, saqueo de
los bienes públicos, expolio del erario y, por supuesto, explotación
feroz del trabajo.
Mahagonny,
o sea, Madrid. Un lugar en el que, al parecer, todos los actos públicos
del tipo que fueran se tramitaban por circuitos mafiosos de unas u
otras mafias, apaños o tramas. Con un montón de empresarios en el ajo
del enriquecimiento ilícito y la financiación ilegal. Y con un partido
que parece haber ido consiguiendo sus apabullantes victorias electorales
a base de financiación de este tipo. Con este modus operandi de las
administraciones públicas es fácil imaginar qué hubiera pasado si sale
adelante el proyecto Eurovegas. Mahagonny.
Y
luego vienen las peripecias personales de quienes están inmersos en
este increíble episodio que sin duda recibirá un nombre en la historia,
algo así como los años del saqueo o el país de la mamandurria.
Son las que los medios más señalan y los menos interesantes. Aunque hay
que reconocer a Aguirre un plus de sandunguera personalidad con tronío
de alta cuna que la hace sobresalir por encima de esa recua de
implicados, imputados, salpicados o concernidos por su desparpajo.
Aunque últimamente está perdiendo brillo y nervio. Desde aquellos
felices tiempos en que presumía de haber sido ella quien destapó la Gürtel hasta el día de hoy, en que no quiere que le hagan preguntas los periodistas sobre ciertos temas
que pudieran relacionarla, si no con la Gürtel, sí con la Púnica, que
es su franquicia, ha habido muchas ruedas de prensa, muchas
televisiones, radios, entrevistas. Es para agotar a cualquiera. Igual
que sucede con los periodistas, cuando la noticia es el propio político,
malo.
Pase lo que pase
A
veces, los diálogos son esquinados, no directos y muy poco platónicos.
Han sido años de desencuentros, de enfrentamientos entre un gobierno
anticatalán en España y uno independentista en Cataluña que han llevado
al conjunto del Estado a una situación límite. Ahora, cuando las famosas
46 reclamaciones de Puigdemont fueron rechazadas por Rajoy y la hoja de
ruta lleva 2/3 de andadura hacia el referéndum y la posible
independencia, una carta conjunta de Puigdemont y Junqueras en El País, que gane el diálogo, que las urnas decidan,
con apariencia de ultimátum, pide al gobierno central un referéndum
pactado como el escocés y avisa de que, en cualquier caso, el referéndum
se celebrará, sí o sí.
El
gobierno español no respondió, aunque su vicepresidenta reiteró que no
habría referéndum de modo alguno y, para lo demás, disposición al
diálogo. El principal partido de la oposición, PSOE, por boca de su
comisión gestora provisional pide a La Moncloa que se negocien 45 de las
46 reclamaciones y el referéndum quede fuera. Ese parece, pues, ser el
punto de encuentro del nacionalismo español frente al catalán, presidido
por un saber convencional mesetario muy arraigado: los catalanes
amenazan, pero, si se les ofrecen unas cuantas inversiones –de esas que
el Estado lleva negándoles sistemáticamente desde hace años o
incumpliendo en sus promesas (que es lo mismo)- se apaciguan y se
avienen a razones.
Avenirse
a razones, en Román paladino es que se olviden del referéndum y la
independencia y que acepten los abalorios que la autoridad central
aporta.
Con ese espíritu se
persona Rajoy en Barcelona. El mismo Rajoy que pidió –y consiguió-
cuatro millones de firmas “contra Cataluña”, el que se negó a todo
diálogo con el independentismo, el que reformó el Tribunal
Constitucional para usarlo como una porra contra el proceso, el que
azuzó a la fiscalía para procesar a los dirigentes y representantes
populares catalanes. Nada de eso importa, piensa el hombre, porque trae
un cesto cargado de millones para invertir en infraestructuras negados
durante años y los catalanes, como siempre, volverán a aceptar vagas
promesas a cambio de abandonar la vía independentista.
Complementariamente,
la vicepresidenta del gobierno y el aparato mediático de propaganda a
sus órdenes trata de dividir el bloque independentista. Su idea es
contentar a los sectores moderados (identificados con el PdCat y el
empresariado catalán) con sus sempiternas promesas y enfrentarlos con el
ala más radical del independentismo, la CUP. Argumenta que es una
minoría radical perjudicial para Cataluña y no menciona que, radical o
no radical, sin el apoyo de la CUP, el gobierno independentista tiene
las horas contadas. Y de eso se trata: de derribar ese gobierno y forzar
unas nuevas elecciones que terminarían con la hoja de ruta.
Es una operación de compraventa en la que, como siempre, la compra será todo y la venta, nada.
Rajoy
ha declamado su política de aparente generosidad ante un auditorio
bastante entregado, aunque semivacío, sin asistencia de ningún miembro
del gobierno catalán, en justa correspondencia a los desaires que los
catalanes reciben cuando van a Madrid. Varios empresarios y
correligionarios ideológicos y algunos curiosos interesados del ámbito
municipal. Los independentistas le han dejado tiempo para leer un
artículo publicado en El Periódico, Catalunya, Estado por el progreso,
en el que aclaran la ambigüedad del título. Su punto central, sostenido
luego por Neus Munté, portavoz del govern, es que las promesas de
inversiones ya no engañan a nadie, que carecen de credibilidad y, por
tanto, ya no son suficientes para detener la hoja de ruta, que es su
único objetivo.
Añaden los autores que, en tanto la situación siga siendo la que es, atenderán a las promesas de inversiones del gobierno español, siempre injustamente postergadas o negadas. Reiteran que pase lo que pase (una nueva ambigüedad que enlaza con el título), serán responsables en la administración de los recursos que reciban. Son consideraciones fundamentalmente dirigidas al empresariado catalán, inquieto por el efecto del choque de trenes en las cuentas de resultados. Pero dejan abierta una duda que puede tener consecuencias explosivas: ¿y si esta vez las promesas se cumplen y el gobierno central acepta la cláusula “anticumplimiento” que pide Munté? ¿Se desactiva el proceso? ¿Qué hay del referéndum?
Añaden los autores que, en tanto la situación siga siendo la que es, atenderán a las promesas de inversiones del gobierno español, siempre injustamente postergadas o negadas. Reiteran que pase lo que pase (una nueva ambigüedad que enlaza con el título), serán responsables en la administración de los recursos que reciban. Son consideraciones fundamentalmente dirigidas al empresariado catalán, inquieto por el efecto del choque de trenes en las cuentas de resultados. Pero dejan abierta una duda que puede tener consecuencias explosivas: ¿y si esta vez las promesas se cumplen y el gobierno central acepta la cláusula “anticumplimiento” que pide Munté? ¿Se desactiva el proceso? ¿Qué hay del referéndum?
Es
cuestión que afecta directamente al apoyo de la CUP al gobierno de la
Generalitat. A primera vista este tiene una difícil tarea: navegar un
curso propio entre la Escila de vender el referéndum por un cesto de
promesas de inversiones del gobierno central y la Caribdis de realizar
el referéndum a toda costa que exige la CUP y abre un periodo de
incertidumbre alimentado por las apenas veladas amenazas de Rajoy.
La
CUP no es solamente un aliado incómodo. También es una buena ayuda para
seguir negociando con el gobierno central el referéndum, al que no
afectará en absoluto que, además, por fin, ese gobierno cumpla sus
compromisos anteriores con Cataluña.
Algo
debe quedar claro: si el gobierno central consigue enfrentar a la CUP
con JxS a cuenta de las promesas y el referéndum, no habrá referéndum,
las promesas quedarán como siempre en nada y los procesados seguirán
siendo procesados.
Y se cumplirá el vaticinio de Puigdemont de la venganza del Estado.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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