domingo, 26 de marzo de 2017

El reto del maniquí / Alberto Aguirre de Cárcer *

Lo dijo Camilo José Cela en presencia del Rey cuando recibió hace treinta años el premio Príncipe de Asturias: «En España, quien resiste gana». Otro gallego, Mariano Rajoy, ha hecho de la máxima del Nobel de Literatura toda una filosofía política que le ha reportado indudables réditos porque ha sabido completarla con una estrategia de supervivencia frecuente en el reino animal: en los momentos de peligro, mejor es permanecer quieto que moverse. Un banderillero llamado Tancredo López la convirtió en una suerte taurina que consiste en esperar, impertérrito aún a riesgo de una embestida letal, la salida del morlaco. 

Pocos como Rajoy dominan ese arte de la petrificación y de la capacidad para ponerse de perfil a la espera de que el adversario yerre una y otra vez en sus acometidas, terminando por perder el resuello de tanto baldío esfuerzo. De hecho, hace tiempo que en España las elecciones no se ganan por adhesión entusiasta de los votantes sino por los errores estrepitosos de los adversarios. La búsqueda del éxito político ha derivado en España en un ejercicio de pura resistencia y de capacidad para atemorizar a los votantes con las funestas alternativas que representan los otros, sean quienes sean. En el centro de la arena política, el presidente murciano Pedro Antonio Sánchez está ahora en la encrucijada de apostar por el quietismo o por hacer un requiebro en el último instante ante la inminente llegada de un bicharraco negro en forma de moción de censura que salió de chiqueros con torva mirada. 

Por mucho que advierta al tendido de las consecuencias que tendría el pitonazo, su suerte está en manos de terceros que no están en eso o no les afecta lo más mínimo lo que diga porque precisamente piensan lo contrario que él. Su supervivencia depende, por un lado, de la decisión que tome un magistrado del TSJ de Murcia y, de otro, de las estrategias que, a una eternidad en tren de la Región, enhebran Fernando Martínez-Maillo (PP), José Manuel Villegas (Ciudadanos) y Antonio Hernando (PSOE) en clave regional y nacional. 

Entretanto, a PAS le quedan pocas opciones y todas entrañan riesgos. Moverse, activando un plan B, o permanecer inmóvil, confiando en el archivo del caso o en que fracase la moción por falta de entendimiento de la oposición. El toro tiene intenciones maliciosas, pero a primera vista parece cojitranco. Moverse para evitar la cornada consistiría en anticiparse a la admisión de la moción de censura del PSOE por la Mesa de la Asamblea y presentar, antes de las 9 de la mañana del lunes, una convocatoria anticipada de elecciones. 

Esa posibilidad fue descartada hace unos días por el presidente, aunque entonces la moción de censura era solo una hipótesis. Esta salida podría ser tentadora para PAS porque se iría a votar a las urnas cuando ya habría decidido el juez Pérez-Templado si le procesa o archiva su caso. Sin embargo, entraña demasiados riesgos para el PP regional, cuya línea roja fijada desde Madrid es evitar a toda costa la pérdida del Gobierno regional. 

Solo en el supuesto de que la querella quedara archivada, los populares podrían tener ‘a priori’ una representación parlamentaria superior a la actual, aunque, con la circunscripción única de la nueva ley electoral, lo más probable sería que hubiera una mayor atomización de la Asamblea, de la que no se beneficiaría precisamente el PP. Más aún con la posible entrada en liza de Alberto Garre al frente de una agrupación electoral. Por eso, ayer se daba por descartada esta vía de escape desde las filas populares.

La otra opción es no precipitarse y esperar a que fracase la moción de censura del PSOE por la falta de apoyo de Ciudadanos, dispuesto a echar a PAS del Gobierno solo si es para ir a nuevas elecciones. La reunión de la ejecutiva naranja de mañana será clave porque Rivera tendrá que decidir entre la continuidad del presidente o aliarse con el PSOE y Podemos para facilitar un gobierno alternativo, una decisión que tendría difícil explicación ante sus votantes y más después de que el presidente de Ciudadanos manifestara hace solo unos días que el socialista González Tovar debe quitarse de la cabeza el sueño de ser presidente regional. Aún así, nada hay seguro. 

A nadie se le escapa que la gobernabilidad de Murcia no está en juego solo porque se ha incumplido un pacto de investidura regional sino también porque es una pieza más de las estrategias nacionales de PP y Ciudadanos, muy marcadas por sus solapamientos ideológicos y electorales, y por la falta de sintonía personal entre Rajoy y Rivera. El primero preferiría pactar los grandes asuntos con un PSOE liderado por Susana Díaz que con quien le araña su granero de votos y le afea sin parar su inacción contra la corrupción. 

Y como el segundo lo sabe, no está dispuesto a convertirse en una muleta instrumental de usar y tirar. Rivera apoyará la aprobación de los Presupuestos, pero el voto contrario al decreto de la estiba y la alianza con PSOE y Podemos en las iniciativas para investigar la financiación del PP hacen intuir que C’S no dejará de buscar una fórmula para no quedar en entredicho en el caso de Murcia, ganando todo el tiempo que sea necesario hasta dar con ella. 

De ahí que para el PP de Murcia esperar a que fracase la moción entrañe también sus riesgos, más aún cuando el ‘caso Auditorio’ no tiene garantizado el fin de su instrucción a lo largo de la próxima semana. A día de hoy, los populares siguen sin plan B porque están convencidos de que, por coherencia, C’s no apoyará la moción de censura del PSOE, aunque no es descartable que, llegado el caso, Pedro Antonio Sánchez termine por sopesar en solitario, por muy duro que sea, una vía para asegurar la gobernabilidad del PP, como la posibilidad de presentar sobre la marcha un candidato alternativo durante el debate de la moción de censura.

El PP termina una semana de infarto convencido de que quien resiste gana. El tancredismo galaico del líder ha imbuido a todo su partido, pese a que practicado con asiduidad y sin destreza deja lesiones de pronóstico reservado. Cualquier cosa puede pasar. «Es evidente que yo no lo sé», dijo ayer Rajoy, antes de adentrarse en las brumas de su particular bosque animado de donde a veces sale una frase que tiembla el misterio: «Si lo supiera estaría en una situación diferente a la que estoy hoy». Fiel al estilo del jefe, el PP está por el quietismo y a verlas venir. En modo ‘mannequin challenge’ y rezando para que el toro pase de largo.



(*) Periodista y director de La Verdad



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