(...) Y es que el PP no se ha distinguido
nunca por su finura. El aparato no está entrenado para manejarse en
situaciones complejas, y se manifiesta con gestos y comportamientos de
la era de la mayoría absoluta. Así, se les ven todas las vergüenzas.
Por
ejemplo, si mañana se desvelara que el ministro de Justicia, Rafael
Catalá, es un infiltrado del PSOE en el Gobierno de Rajoy, la noticia
saldría en la página 20, pues es algo obvio en la práctica. Trabaja para
los socialistas con más ahínco y efectividad que Susana Díaz. Prueba de
su desenvoltura es que citó a PAS en el congreso del PP, rodeado de
cámaras de televisión y de testigos de prensa para comunicarle que los
buenos oficios de la Fiscalía General habían desactivado la acusación en
el caso Púnica, una operación hecha de la manera más burda que se
recuerda en los enjuagues políticojudiciales. El propio presidente
murciano, contagiado de tanta libertad con que se ingenian las cosas
desde el poder, adelantó a los medios de comunicación lo que iba a
ocurrir al respecto, una información que su portavoz atribuyó a ´fuentes
oficiales´, que no podían ser otras que el ministerio o la Fiscalía.
Pero
no contento con eso, en pleno escándalo por la sentencia Urdangarin,
con la que ha quedado en pelotas la dirigencia del Gobierno sobre la
Fiscalía (ésta, para ´salvar´ a la infanta apretó las clavijas a su
marido, con la consecuencia de la total atribución a éste de la
responsabilidad del caso, lo que ha dulcificado la posición de las
juezas, y al final se les ha ido a todos la mano, por supuesto a favor
de la pareja real, cuyos delitos han quedado impunes en la práctica); en
ese contexto, digo, Catalá ha renovado la cúpula de la Fiscalía, sin
pudor por la coloración política de la misma, situando en Anticorrupción
a un fiscal antiAnticorrupción, y moviendo el sillón del murciano López
Bernal en el momento políticamente más inoportuno si es que se
pretendía hacer pasar su recambio como una pieza más en el contexto
general de relevos provinciales.
Una operación absurda que,
además, se ha vuelto contra los operadores políticos, pues la
sustitución de Bernal por Díaz Manzanera contribuye paradójicamente a
incrementar la credibilidad de la Fiscalía murciana, ya que el nuevo
jefe carece de estigmas políticos y transmite profesionalidad y
compromiso, además de que la operación no conseguirá apartar a Bernal
del caso que afecta a PAS, sino que por el contrario ahora podría
concentrar todos sus esfuerzos en él. Vaya negocio que ha hecho Catalá,
ese hombre. De momento, tanto Bernal como Manzanera, ya han puesto
mojones para cerrar el paso a la estrategia verbal del Gobierno: nunca
ha habido dieciséis querellas contra PAS, dice uno, y todos los delitos,
los cuatro, de los que se acusa al presidente en el caso Auditorio son
propios de lo que se entiende jurídicamente como corrupción.
Por
tanto, con cambio de fiscales y todo, al menos en Murcia no se prestará
oído a pretextos ajenos a lo que constituye lo documentado en los casos
que afectan al presidente. Éste se propone entregar al juez instructor
del TSJ, antes o durante su comparecencia del próximo día 6, ´pruebas´
para acreditar su inocencia: varias peritaciones sobre los trabajos en
el Auditorio, mediciones de unidades de obra, el expediente de
liquidación municipal del contrato de obra, varios informes de
profesionales en Derecho Administrativo... Este va a ser, en la
práctica, su único material de defensa, al margen de toda interpretación
política. Y a pesar de la ´operación Catalá´ la fiscalía sólo estará
atenta a las pruebas reales, a favor o en contra.
En esto, nadie
podrá sacar a PAS de su situación, salvo él mismo. Ni siquiera
Ciudadanos, en cuyo entorno he escuchado esta frase: «Aunque
quisiéramos, no podríamos ayudarle». A no ser que lo hagan, en la
práctica, mientras ingenian esas improductivas ´nuevas vías´.
(*) Columnista
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