Esto, más que un consejo, o comisión, o comité, o ponencia, parece un concilio. Con la sola excepción de los sanchistas,
que son como los pelagianos, todas las demás tendencias, familias,
ánimos, cargos, edades y biografías están sabiamente representadas y
equilibradas. Tambien faltan los militantes, pero, aparte de encontrarse
en actitud levantisca y estar repletos de sanchistas, su función no es
tomar decisiones, caramba, sino acatarlas. Esto es un partido, no la
casa de tócame Roque.
La
imagen de 230 personas, todas ellas especialistas, opinadoras,
activistas, con trienios, elegidas por ellas mismas, puestas a redactar
un documento es lo más cercano que cabe imaginar al verso horaciano de
cuando la montaña parió un ratón. Lo curioso de este ratón es que será
muy voluminoso. Y cuanto más voluminoso, más ratón. Pues buenos son casi
todos los nombres que aparecen en la lista de ponentes
para callarse y dejar en el cajón el manuscrito de cien o doscientas
páginas sobre planes de reforma del sector financiero o la Política
Agraria Común. La idea es que el programa lo sea de máximos. De lo que
se trata no es de un programa sino de una caperuza para encasquetársela
al candidato que salga elegido SG al mes siguiente.
Puestos
a ser constructivos, con ese ánimo de pacto de Estado en que gusta
moverse el PSOE, no sería exagerado que lo pactara con el PP.
¿Exageración? Hay muchos modos de pactar.
De
todas formas este documento de ratón con línea roja no será de obligado
cumplimiento, sino que e someterá a consideración del Congreso que,
entre otras cosas, puede darle la vuelta. Sustituir la infalibilidad del
cónclave de sabios patricios por la mayoría de la gente, que no presume
de ser infalible, pero sí mayoría.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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