La junta gestora se ha lucido en todo el
trayecto. Empezó creyendo que el golpe de mano del 1º de octubre sería
aceptado por la militancia y no ha sido así. Ha sido al revés: ha
provocado una rebelión que se ha articulado con la espontaneidad y
flexibilidad que hoy se llevan y tanto propician las redes.
Continuó
pensando que su labor de oposición sería crucial y así podría dulcificar
la amargura de la defenestración del SG. Ha resultado ser irrelevante,
rehén del chantaje de elecciones anticipadas, y la gente no se traga el
relato de la exigente oposición. Siguió preparando el camino a la
candidatura de Susana Díaz de la que, en el fondo, la gestora es una
especie de emanación, de ectoplasma y, para ello, postergó la
convocatoria de primarias y congreso cuanto pudo. Se encontró, sin
embargo, con que la prolongada campaña de primarias que abría iría en
favor de los candidatos alternativos a la señora Díaz.
No ha dado ni una.
La
campaña, por lo demás, tampoco es tan larga. Cuando quieran percatarse
del todo, ya estarán votando las bases. Las temibles bases. Se las ve
bastante entusiasmadas con la candidatura de Sánchez. Claro. Es
requetesabido: la víctima de una injusticia como fue la defenestración
de octubre tiene mucha fuerza atractiva, mucho carisma. Y que fue una
injusticia se reconoce implícitamente en esa propuesta de Patxi López de
que al SG solo pueda deponerlo la militancia.
No cuatro burócratas. Claro que la mejor manera de asegurar el triunfo
de esa propuesta es elegir a quien fue víctima de la injusticia que
ahora se quiere remediar. López debe asesorarse con comunicadores
políticos menos ingenuos o más avisados. Añádase a ello que Sánchez
tiene buena imagen. Se nota en que las cámaras lo buscan. Cultiva,
además, el romanticismo del beautiful loser.
La larga campaña tiene visos de larga marcha
durante la cual los candidatos se verán obligados a formular su
programa para el partido y para España, a contrastarlo ante la
militancia y la opinión pública en general. Dato este último nada
desdeñable. En las primarias los militantes tienen voz y voto, pero la
opinión pública tiene voz. Y se oye. El hecho de que el electorado del
PP sea mayoritariamente favorable a Susana Díaz en el PSOE tiene dos
lecturas: es muy perjudicial o muy beneficioso para Díaz, según el punto
en que el lector se encuentre, si es partidario de la gran coalición de
hecho o de una unión de la izquierda.
Ese,
el de la izquierda, dice el medio, "sin complejos", es el campo de
Sánchez que los otros dos, López y Díaz no parecen dispuestos a reñirle.
Dado que López trae porte y maneras de centro
superultrarequeteconciliador, a Díaz solo le queda la derecha. No se ha
hecho de necesidad virtud, sino de virtud necesidad. Pero eso lo borda
la presidenta andaluza con ese ramalazo peronista que suele lucir.
Hasta ahora por "izquierda" parece entenderse aquí el distanciamiento del PP y un propósito, por cierto muy grato de oír, de unificar la izquierda para derrotar a la derecha. Pero en los meses que se avecinan, será preciso llenar de contenido esos enunciados. En el aspecto negativo, en qué cristalizará la nueva oposición al PP. En el positivo, qué medidas van a tomarse en los asuntos que afectan a la ciudadanía: desempleo, dependencia, condiciones laborales, impuestos, pensiones, etc.
Hasta ahora por "izquierda" parece entenderse aquí el distanciamiento del PP y un propósito, por cierto muy grato de oír, de unificar la izquierda para derrotar a la derecha. Pero en los meses que se avecinan, será preciso llenar de contenido esos enunciados. En el aspecto negativo, en qué cristalizará la nueva oposición al PP. En el positivo, qué medidas van a tomarse en los asuntos que afectan a la ciudadanía: desempleo, dependencia, condiciones laborales, impuestos, pensiones, etc.
Dejo para
el final la espinosa cuestión de qué se propone en relación a Cataluña
ahora que, según parece, el gobierno central va a hacer una propuesta de
mayores competencias e infraestructuras a cambio de suprimir el
referéndum. La respuesta más probable de la Generalitat será la
negativa. Pero, a su vez, sin duda, responderá con otra que incluirá el
referéndum pactado. Con lo cual el gobierno habrá de responder a su vez.
Eso se llama negociar y para algo servirá.
El
distanciamiento del PP es fácil de realizar y de justificar. No es de
recibo que el gobierno siga actuando prácticamente como en la
legislatura anterior, cuando no había oposición digna de este nombre.
Lo
interesante es la propuesta explícita de unificar a las izquierdas. Se
trata de un punto de tensión tanto dentro del PSOE (en donde muchos
abominan de cualquier relación con el neocomunismo de Podemos) como
entre el PSOE y Podemos, cuyo objetivo primordial sigue siendo el sorpasso.
La justificación de la política unitaria está al alcance de la mano con
solo mirar el gobierno de la izquierda en Portugal. No hay ninguna
razón racional para que no suceda lo mismo en España. Hay razones irracionales que debieran ser suprimidas.
Al margen de los líos en cada una de ellas (ya veremos cómo se toma el personal ese shadow cabinet
que ha montado Iglesias), las dos izquierdas tienen una obligación de
unificar su acción. La forma más clara de reconocerla y aplicarla sería
nombrar una comisión paritaria para establecer un programa común de la izquierda.
Se trataría de copiar lo que hicieron los franceses a fines de los 70 y
primeros 80 para acabar copiando lo que han hecho los portugueses.
Sencillo. Por lo demás, eso no impide que ambas fuerzas,
socialdemocracia y neocomunismo, sigan criticándose mutuamente. Las
críticas escuecen, pero ayudan a mejorar. Y cuanto más duras, mejor. Lo
que no debe practicarse es juego sucio.
Por supuesto, todo ello en el caso de que salga SG Pedro Sánchez. Si sale otro, de unidad de la izquierda, nada y, por lo tanto, probable nuevo gobierno del PP quién sabe con qué mayoría.
Por supuesto, todo ello en el caso de que salga SG Pedro Sánchez. Si sale otro, de unidad de la izquierda, nada y, por lo tanto, probable nuevo gobierno del PP quién sabe con qué mayoría.
Alguna perspicaz lectora calificó mi post de ayer (Allá van leyes do quieren reyes)
de "benévolo" con la sentencia. Mi intención no era serlo y tampoco ser
"malévolo" sino simplemente realista y distanciado. Excluí todo
pronunciamiento sobre el contenido porque doctores tiene la Iglesia que
ya dictaminarán. Me limité a considerarla una sentencia política
no porque su intención fuera esa, sino porque esa ha sido la
consecuencia o los resultados. Es absurdo decir que una sentencia que
absuelve a una infanta real y condena a su marido no es política en
cuanto a sus consecuencias.
Y
no solamente es política. La levedad de las penas ha suscitado un
sentimiento generalizado de injusticia por mor de la desigualdad de
trato que evidencia. De inmediato han abierto fuego todas las baterías
ideológicas dinásticas (los políticos, incluidos los socialistas, los
medios, los comentaristas) afirmando que la sentencia prueba
incontestablemente a) la independencia de la judicatura; b) la igualdad
de todos ante la justicia.
No
hablaremos aquí de la independencia de la judicatura porque ya habla
ella sola. Hablamos de la consigna de la igualdad de todos ante la
justicia. Es una mentira que tiene raíces muy largas y por eso omití su
relato en el post de ayer. La sentencia no es en sí misma prueba de la
desigualdad ante la justicia. Es la consagración judicial de una
desigualdad que nace con sus titulares y los acompaña toda su vida. Es
la radical desigualdad de oportunidades por motivo del nacimiento.
Si
Cristina de Borbón no fuera infanta, su destino hubiera sido muy otro,
no hubiera tenido un puesto directivo en una institución de crédito ni
su comparecenccia judicial hubiera pasado por los avatares por los que
ha pasado. Igualmente, si Urdangarin no fuera yerno del rey, no habría
tenido acceso a los medios y relaciones que posibilitaron sus estafas.
Hasta entre los delincuentes hay clases. Cuántos butroneros darían una
fortuna por poder delinquir en las altas esferas entre banquete y
banquete.
La
sentencia no puede demostrar la igualdad de todos ante la justicia
(que, recuérdese, es algo más que la ley escrita porque incorpora la
equidad), porque no es verdad. Los justiciables son desiguales cuando
entran en el templo de la justicia y salen como entraron o más
desiguales.
Dicho
lo cual, la declaración de Roca Junyent es de risa. El juicio paralelo o
la sentencia paralela, vienen ahora. Y con razón. Lea el señor Roca los
comentarios de las feministas sobre la infanta. A lo mejor entiende por
qué fue fácil defenderla.
El País sigue exultante con complejo de consejero áulico de éxito. Rajoy gobierna a golpe de editorial de este periódico independiente
que ve ya entreabrirse la solución al "problema catalán". El mastodonte
se mueve y decide dar forma a la alternativa que pedía Mas.
Ditirámbico, el periódico titula la oferta de Rajoy para Cataluña.
Bien,
¿qué Rajoy? El de los cuatro millones de firmas "contra los catalanes";
el del recurso del Estatut ante el Tribunal Constitucional que dio
lugar a la famosa sentencia de 28 de junio de 2010 que negaba la
condición de nación a Cataluña; el que llamaba "algarabía" a las
multitudinarias manifestaciones de las Diadas, que comenzaron a partir
de la manifestación de julio de 2010 ("Som una nació. Nosaltres
decidim"); el que consideraba la consulta del 9N una especie feria
verbenera; el que ha judicializado el conflicto, al que niega su
carácter político considerándolo un problema de orden público; el que
dijo "no" a Mas cuando se presentó en La Moncloa a pactar un sistema de
cupo catalán; el que dijo "no" a las 46 peticiones que llevó su sucesor
Puigdemont al mismo huerto.
Efectivamente, este Rajoy parece haber visto de repente el camino a seguir a la luz de los editoriales de El País.
Y de ahí eso de "la oferta de Rajoy para Cataluña". La materialización
de la "alternativa" de Mas. Ahí es nada. Una alternativa para Cataluña.
De golpe. Lo de menos aquí es si esa oferta existe y ya está en
consideración por ambas partes o una de ellas anda dando cuartos al
pregonero mientras la otra afirma no saber nada al respecto. Al extremo
de compararla con el espíritu santo del que, según Puigdemont, habla
todo el mundo pero nadie ha visto.
Lo
importante es el contenido de la oferta. Es llamativo que se arme sobre
los 46 puntos que llevó Puigdemont a la corte el 19 de abril de 2016,
el doble de los que llevara Mas un año antes y cosechando el mismo
rotundo "no". A fines de año, Sáenz de Santamaría mostraba disposición a
negociar sobre 45 de aquellas propuestas. La que faltaba, y sigue
faltando en la respuesta de Rajoy, es el referéndum. Siga como siga la
negociación, la primera cuestión es por qué tarda el Estado, el gobierno
central, casi un año en dar una respuesta a una iniciativa de la
Generalitat. Me atrevo a decir que es el tiempo que le ha llevado
comprender la importancia del independentismo catalán.
Hace todavía un
año en la meseta no se consideraba la independencia de Cataluña como
algo verosímil. Se creía que el movimiento se resquebrajaría con la
corrupción de los Pujol, que se desharía con las rencillas y
enfretamientos entre partidos. No ha sido así y hoy se ve la
indepndencia catalana como una grave amenaza. Cataluña ha pasado de no
existir a imponerse como la motivación número uno de la actividad del
gobierno, quien ha destacado en el Principado a la virreina Sáenz de
Santamaría. Misión imposible para quien no entiende el catalanismo desde
su misma raíz.
La
condición o requisito de abandonar el referéndum para empezar a
negociar está condenada al fracaso porque la otra parte no puede
aceptarla. Cualquier mediano conocedor de teoría de juegos sabe que si
una parte que lleva ventaja gracias a una amenaza, renuncia a la
amenaza, pierde la ventaja. No creo que la Generalitat renuncie al
referéndum. Y, por otro lado, no veo por qué no puede pactarse uno
vinculante. Es lo más sensato para que todos sepamos a qué atenernos.
Hay una alternativa a la independencia: la no independencia, desde luego, pero tiene que salir en un referéndum.
A lo que no hay alternativa es al referéndum, diga Rajoy y diga El País lo que quieran.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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