Toda decisión judicial es susceptible de
interpretaciones diversas, hasta contrarias. Incluso dentro de los
mismos tribunales. Esta del caso "Noos" como todas. Para unos es un
ejemplo de manual de justicia que place al príncipe, al poder político.
Para otros, como El País, una vigorosa muestra del Estado de derecho que refuerza la independencia de la justicia en España. Para otros, el asunto no está del todo claro, aunque, por razón del cargo, no puedan ser más explícitos, como cuando el juez Castro dice que no se esperaba este tipo de sentencia.
Es una forma de hablar. En realidad es la que esperaba todo el mundo,
una sentencia política. Esto no prejuzga su calidad técnico-jurídica. Al
fin y al cabo se han necesitado unos siete meses para trabajarla.
Estará bien trabajada. Eso también se verá. Pero tiene un innegable
efecto político, se quiera o no y favorable a la monarquía. Piénsese en
cómo presentar un rey cuya hermana cumple condena por un delito. Está
bien que el Estado de derecho impere, como dicen todos, pero sin
pasarse. Al fin y al cabo, si el padre de la infanta ahora absuelta es
inmune e inviolable, lógico es que algo de esa aura caiga sobre la
hija.
La
generosidad de trato al consorte es lo más difícil de justificar. El
país está lleno de reclusos con condenas similares o mayores por delitos
que todo el mundo opina son menores. El trato de favor parece evidente.
La justicia del príncipe, más que justicia, es gracia del príncipe
hacia sus allegados y, aunque Urdangarin no es hijo, tampoco es un señor
que pasaba por la calle.
En absoluto viene esta sentencia a hacer realidad los deseos de El País.
Eso es claro. Pero, se nos dice, es que lo verdaderamente importante,
lo que revela la verdad de la igualdad de todos ante la ley no son estas
minucias de uno años arriba o abajo de condena, sino el hecho mismo de
que personas de real alcurnia puedan ser procesadas como cualquier hija
de vecina.
A
la vista está que no fue así desde el principio, ni en el curso de su
accidentado desarrollo ni, por supuesto, en su conclusión. Lo sabemos
todos. Y cada cual lo interpreta luego como quiere. Per siempre allá van leyes do quieren reyes.
¿Salida?
Ayer lo decía modestamente Palinuro, que los de El País estaban levitando con la oferta de Mas de escuchar alguna alternativa a la situación en Cataluña. Y tanto. Hoy, la gallina de la alternativa en Cataluña ha puesto un huevo en forma de editorial: una salida para Cataluña. Y dice y urge que hay que "aprovecharla".
Salvando la gracia de usar el substantivo "salida" cuando se quiere decir "entrada", la alternativa con la que sueña El País no
es a la independencia, sino al referéndum y eso parece un error difícil
de subsanar. Al menos mientras el nacionalismo español siga sin
entender que el apoyo popular en Cataluña a la independencia es la mitad
del del referéndum y lo que esto significa. Cosa muy difícil de
transmitir a alguien que solo razona en términos de principios, siempre
que no se le apliquen a él.
Absurdo parece que El País bata
palmas por la aparición de una posibilidad, la alternativa, que el
independentismo ha venido admitiendo desde siempre. Porque quien lucha
por cambiar su futuro considera siempre todas las alternativas. El
problema no está ahí. El problema está en que quien debe presentarlas,
esto es, el gobierno central, no está dispuesto a hacerlo. Una vez más
se certifica que la mayor fuente de independentistas es la política del
gobierno central.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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