Fiel a su proverbial y previsible inmovilismo y a la máxima Ignaciana
de ‘en tiempos de desolación no hacer mudanzas’, Mariano Rajoy ha
convertido el XVIII Congreso del PP en una exhibición de su poder
absoluto y ajeno a cualquier atisbo de democracia interna -’somos
diferentes’ declaró- para dejar todo como estaba, sin cambios
relevantes, y con la sola novedad del nombramiento de Fernando Martínez
Maillo como ‘Coordinador General’ del aparato del partido, dejando a
María Dolores de Cospedal en la secretaria general, pero sin mando
alguno.
Mejor dicho, Cospedal permanece en el cargo para taponar cualquier
intento de sucesión y de lucha interna por el poder del partido. Y esa y
no otra es la explicación a la decisión solitaria de Rajoy y el motivo
de la cara de pena y de circunstancias de Cospedal que salva el título
pero pierde el poder -que le había quitado Rajoy con anterioridad- y que
estuvo a punto de perderlo todo en la votación de las
incompatibilidades que el aparato del PP logró superar por solo 25 votos
y con un nítido olor a pucherazo.
Rajoy es como es y sabe que esta puede ser su última cabalgada. La
que estuvo a punto de naufragar si Pablo Iglesias, siguiendo la
propuesta de su hoy gran adversario Iñigo Errejón, hubiera permitido el
pasado 4 de marzo de 2016 la investidura de Pedro Sánchez, expulsando
ese mismo día a Rajoy de la Moncloa y al PP del Gobierno.
En definitiva nada nuevo en el PP salvo la marcha ya anunciada de
José María Aznar de la ‘presidencia de honor’ y la salida de los
aznaristas de los órganos del partido. Todo ello adornado con un
discurso de Rajoy sobre los peligros del ‘realismo’ utópico donde negó
la flagrante realidad de que todo esta cambiando en España -fin del
bipartidismo- en Europa -con el Brexit- y en el mundo -con Trump-,
convencido como parece Rajoy que nada de eso le puede afectar.
Pero Rajoy se puede equivocar porque la actual incompatibilidad
política e ideológica entre Ciudadanos, Podemos y PSOE, la misma que
permitió su investidura en diciembre pasado, un día podría ser aparcada
por los tres partidos para expulsar al PP del poder y, por ejemplo,
colocar tras una moción de censura a un candidato a presidente
independiente y a la vez consensuado por los tres primeros partidos de
la oposición. No es fácil pero la posibilidad existe, y si Rajoy la
presiente y adelanta elecciones luego no logrará una nueva investidura
con apoyos externos de C’s y PSOE, que le pedirán al PP otro candidato
que no sea Rajoy.
Sobre todo si el chaparrón de la corrupción del PP que cayó sobre la
Caja Mágica de Madrid, y que Rajoy atendió como quien oye llover,
aumenta en los próximos meses su intensidad y se acerca a la dirección
del PP. Los peligros, pues, existen pero también es verdad que en
Podemos y PSOE se viven profundas crisis y luchas de poder.
Como cierto es que el PP de Rajoy es el que garantiza la estabilidad y
la unidad de España en estos tiempos de incertidumbre y ‘desolación’ o
de tribulaciones varias. Y que en ello y en la recuperación económica
del país Rajoy tiene una cuota parte de éxito muy importante que no se
debería desdeñar. Y que en esta legislatura será puesta a prueba por
causa de la escasa mayoría parlamentaria del PP, que les obliga a pactar
y negociar.
Pero de momento ahí sigue Rajoy al mando absoluto del PP y a la
espera de un vuelco moderado en el PSOE que le permita concluir la
legislatura. Y ese es el vuelco que pretende liderar Susana Díaz que declaró en Madrid que tiene ganas de pelear por la secretaría
general de su partido como muy pronto lo anunciará.
(*) Periodista
http://www.republica.com/el-manantial/2017/02/12/rajoy-bloquea-la-sucesion/
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