Conocida es la afición de los políticos
españoles a la grandilocuencia. De todos los colores pero, sobre todo,
de la derecha. En cuanto se descuidan les sale el imperio por la boca,
junto los gritos de rigor. Así va Rajoy por ahí repitiendo a quien
quiere escucharle que España es una gran nación. Le hace eco Felipe VI, fiel repetidor del santo y seña del día. España es una gran nación.
No
existe una forma universalmente admitida de medir la grandeza de las
naciones. En esto nos movemos a ojo de buen cubero. Si hay que decidir
entre las respectivas "grandezas" de los Estados Unidos y Trinidad y
Tobago, seguramente la decisión se aproximará a la unanimidad; pero si
hay que hacerlo entre el Reino Unido o Alemania o Francia y los Estados
Unidos, la cosa no estará tan clara.
Intervienen muchos factores de muy
diversa naturaleza (aparte de la convicción de muchos naturales de tales
lugares de que su respectiva nación en una gran nación porque sí) y
habría que saber cuáles son los decisivos a los ojos de Rajoy para
averiguar qué entiende por gran nación.
A veces ha señalado su
antigüedad, pero ese criterio es irrelevante: se puede ser antiguo y
grande o muy pequeño, casi insignificante. Los otros criterios que
emplean Rajoy y su pupilo, Felipe VI, son un enigma. Prácticamente en
todos los índices, escalas y clasificaciones internacionales en las más
diversas materias, el país ocupa un lugar modesto cuando no bochornoso,
como en el índice del paro general, del paro juvenil, de la emigración
de mano de obra, de pobreza, etc.
Llamar a esto una gran nación indica
una falta escrúpulos y de compromiso con el requisito habermasiano de
la sinceridad o un acto de fe mística en la función performativa del
lenguaje. El presidente de los sobresueldos, capaz de dar cuenta de su
gestión en un año sin mencionar la palabra corrupción, se convierte en
el taumaturgo Rajoy que no está definiendo la gran nación española, sino sacándola de la chistera mediante un conjuro mágico.
Con ánimo de ayudarlo, le propongo argumente su enunciado de la gran nación basándolo
en un criterio sólido, esto es la multiplicidad de procesos judiciales
en que está involucrado su partido, su gobierno y, según vayan las
cosas, él mismo. Realmente es lo que cabe llamar el gobierno desde el
juzgado o desde el banquillo. La lista de investigados, imputados, procesados, es impresionante.
Probablemente no se ha dado jamás otro caso en que un partido en el
gobierno tenga tantos miembros y cargos inmersos en procesos judiciales.
No pierda Rajoy el tiempo y no se conforme con predicar la consigna de
la gran nación; presente ya la instancia para incluir a su
gobierno en el Guinness World Records como el gobierno con mayor
concentración de presuntos delincuentes por metro de despacho.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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