lunes, 23 de enero de 2017

Trump y May acordarán el restablecimiento de la ‘relación especial’ / Antonio Sánchez-Gijón *

Los designios de Donald Trump empiezan a aclararse. En lugar de apoyar a (y apoyarse en) la multitud de aliados tradicionales de los Estados Unidos, los va a seleccionar cuidadosamente. Lo hará dentro de un orden temporal jerarquizado por objetivos selectivamente escogidos: primero un amigo incondicional (Reino Unido), después amigos potenciales (Rusia), a continuación amigos y aliados tradicionales (todos los demás europeos).


Pero no se de­jará guiar por las pre­sun­ciones que han dado fun­da­mento a la gran po­lí­tica mun­dial de su país: la Alianza Atlántica como fun­da­mento de la se­gu­ridad pos­t-II Guerra Mundial, más la li­bertad de co­mercio de Bretton Woods y la con­se­cuente glo­ba­li­za­ción, más las de­ri­vadas de estos dos úl­timos fac­tores como ga­rantía de que las otras grandes po­ten­cias (Japón, China, etc.) se man­ten­drán dentro de un marco de desa­rrollo eco­nó­mico pa­cí­fi­ca­mente cons­truido. Trump pro­cu­rará, por lo con­tra­rio, hacer des­ca­rrilar la marcha de China hacia la he­ge­monía eco­nó­mica en su parte del mundo, como in­ten­tará hacer con las con­quistas eco­nó­micas al­can­zadas por México en Norteamérica gra­cias a su acuerdo con los Estados Unidos.

Ya tiene su primer aliado: Gran Bretaña. Este fin de se­mana se con­cre­tarán los fun­da­mentos de una nueva alianza, du­rante la vi­sita de la pri­mera mi­nistra Theresa May a Washington. Los dos man­da­ta­rios ne­go­ciarán un acuerdo co­mer­cial (coloquialmente ‘passporting’ para los hom­bres de ne­go­cios), que tendrá el efecto de for­ta­lecer la po­si­ción ne­go­cia­dora del Reino Unido con la Unión Europea para el Brexit, y ase­gurar que Bruselas y Berlín acep­tarán que la ca­pital bri­tá­nica siga siendo una base de ope­ra­ciones fi­nan­cieras con pro­yec­ción en toda Europa, con apenas cor­ta­pisas por re­gu­la­ciones co­mu­ni­ta­rias. Pero sobre todo que la sa­lida del Reino Unido se ace­lere, con la mira puesta en que el tra­tado bi­la­teral Washington-Londres se ce­lebre antes del final del primer man­dato de Trump.

La ‘premier’ bri­tá­nica pro­pondrá a Trump el res­ta­ble­ci­miento de la que se su­pone tra­di­cional ‘relación es­pe­cial’ entre Londres y Washington, más aca­ri­ciada hasta ahora en aquella ca­pital que en ésta. Una ilu­sión que prác­ti­ca­mente se había des­va­ne­cido desde la sa­lida de Margaret Thatcher de Downing Street, y cuya reac­ti­va­ción Trump es­ce­ni­fi­cará en la que será se­gu­ra­mente su pri­mera vi­sita de es­tado, como huésped de la reina Isabel.

Alemania, en el ojo del hu­racán

La ne­go­cia­ción de Trump con May in­cluirá un tra­tado de libre co­mer­cio, que se pondrá en vigor tan pronto como se for­ma­lice la sa­lida bri­tá­nica de la Unión. Esta úl­tima se ace­le­rará más de lo pre­visto, porque Washington ejer­cerá gran pre­sión sobre las ca­pi­tales eu­ro­peas, es­pe­cial­mente sobre Berlín, mo­du­lada me­diante el pro­bable lan­za­miento de un pro­grama de sus­ti­tu­ción para las im­por­ta­ciones in­dus­triales eu­ro­peas, que a la can­ci­ller Merkel (o su su­ce­sor) le in­tere­sará ne­go­ciar (a re­gaña­dien­tes) con Washington, a cambio del cual de­berá ceder en cuanto al Brexit. Trump ha ve­nido de­li­neando esta es­tra­tegia con sus elo­cuentes de­nun­cias de lo que con­si­dera trato co­mer­cial de­sigual entre unos Estados Unidos con las puertas abiertas a toda clase de im­por­ta­cio­nes, y una Europa (pero sobre todo una Alemania) que no co­rres­ponde, entre otras cosas por la pro­tec­ción del euro, clave de la po­lí­tica eu­ropea de la Sra. Merkel.

Mientras todo eso se acor­daba, los emi­sa­rios de Berlín al nuevo equipo de la Casa Blanca re­ci­bían largas por parte de Trump y su equipo, los cuales no aho­rraban signos ex­te­riores de pre­fe­rencia por el líder de la cam­paña del Brexit, Nigel Farage, y que al nuevo pre­si­dente le hu­biese gus­tado como em­ba­jador de Gran Bretaña.

El nuevo Washington quiere que Alemania deje de acu­mular re­servas (una de las ma­yores del mun­do), y re­duzca ace­le­ra­da­mente sus su­pe­rá­vits co­mer­ciales (256.000 mi­llones de euros en 2015). En esto, Washington en­con­trará apoyos en Roma, Madrid, París y todos los otros, per­ma­nen­te­mente aque­jados de dé­fi­cits co­mer­ciales con Alemania. Pero a éstos no les gus­tará tanto la pre­sión que Washington pre­ten­dería ejercer sobre el Banco Central Europeo para que re­vise al alza la co­ti­za­ción del euro, al ob­jeto de hacer más com­pe­ti­tivas las ex­por­ta­ciones nor­te­ame­ri­canas y menos las eu­ro­peas. Esta con­tra­dic­ción entre los in­tereses del grupo cen­tral eu­ropeo (Alemania y ve­cinos nór­di­cos) y los eu­ro­peos me­ri­dio­nales (Francia in­cluida a este res­pecto) será ex­plo­tada por la ad­mi­nis­tra­ción Trump.

Ya se ha for­mado prác­ti­ca­mente un frente eu­ropeo pro-­Trump, lan­zado hace pocos días en una con­fe­rencia de par­tidos po­pu­listas de Francia, Alemania, Holanda, etc. (no así de Italia o España), con pro­gramas más o menos ra­di­cales con­tra­rios a la Unión. Aunque no es pro­bable que nin­guno de esos par­tidos al­cance el poder en sus res­pe­tivos países (al menos este año en Francia, Alemania y Holanda, y po­si­ble­mente tam­poco en Italia), su as­censo elec­toral re­du­cirá la con­fianza del elec­to­rado en los par­tidos go­ber­nantes y de­bi­li­tará la fe en las ven­tajas de la Unión Europea.


(*) Periodista


No hay comentarios: