Ciudadanos Región de Murcia ha hecho un papelón. Una de las
Comunidades que mayor porcentaje de votos aporta al partido se quedará
sin representación en los órganos nacionales de dirección. Sorprende que
conozcamos ya este dato cuando aún no se ha celebrado el congreso, lo
que da noticia de cómo se organiza el partido que venía a renovar la
falta de democracia interna en el ámbito del centro-derecha. Pero llaman
todavía más la atención algunos otros datos previos al congreso
nacional.
Por ejemplo, que para la elección de compromisarios murcianos
el aparato del partido se haya distribuido en dos listas para asegurar
que los altos cargos sacaran más votos; es decir, algunos se han situado
entre los ´críticos´ por una mera consideración estratégica: para salir
por la otra banda. Tal vez por esto haya resultado que Murcia sea uno
de los enclaves en que aparezcan más nombres referenciales situados
teóricamente en el sector alternativo a Albert Rivera. Son trucos
funcionales que desvirtúan la calidad democrática que venían, o eso
decían, a reponer.
Mario Gómez y Miguel Sánchez, el dúo bajo el
que inicialmente parecía sostenerse el partido, siguen fingiendo
concordancia: el primero obtuvo 230 votos frente a los 182 del segundo,
lo que tampoco parece un exceso de participación militante, y a ambos
les siguen, en este orden, Antonio Puche, Juanjo Molina y Valle
Miguélez, la mudita. Y concejales de Murcia, bajo la dirección del
portavoz Mario Gómez, se colocan en los primeros puestos con el marchamo
de críticos, como Javier Trigueros, con un lema de lo más ingenioso:
«Por una política para las personas y no personas para la política», que
él sabrá lo que eso significa, pues si las personas no van a la
política, tal vez venga a sugerir que deben hacerlo los robots, de los
que, por cierto, ya hay más que suficientes; otro, también supuestamente
´crítico´, Enrique Fuster, se presentaba con otro epígrafe para
enmarcar: «Democracia ejemplar». ¿Qué será democracia ejemplar? Mejor no
saberlo.
Ciudadanos Murcia es, al día de hoy, un artefacto
indescifrable con ausencia absoluta de liderazgo y una política de
difícil descripción. Están peleados entre sí, todos contra todos,
perplejos ante sí mismos y profundamente deprimidos por lo que saben que
pudo haber sido y no fue y probablemente nunca será. La única luz al
final del túnel es la perspectiva de que el congreso nacional resuelva
la autorización para que gobiernen allí donde puedan, es decir, que se
empotren en los Gobiernos autonómicos y municipales en que los
Ejecutivos en minoría quisieran hacerles hueco.
No cabe duda de que a
Pedro Antonio Sánchez se le hacen los ojos chiribitas ante la
posibilidad de ceder una consejería a Ciudadanos y asegurarse así la
mayoría absoluta hasta la conclusión de la legislatura, pero en el
ayuntamiento de Murcia la pulsión sería la contraria: desalojar al PP
para gobernar con el PSOE con la aquiescencia de los dos grupos de
izquierda.
La oposición le sienta mal a Ciudadanos, pues no la
ejerce. Con el Gobierno nacional mantiene un pacto que sólo Rivera
recuerda que existe, pues Rajoy lo ignora y, en todo caso, prefiere al
PSOE. En Murcia han facilitado la aprobación de los Presupuestos sin
necesidad de dosis extra de vaselina. En realidad nadie sabe a qué juega
Ciudadanos: ¿es un apéndice del PP, dispone de política propia, ha
renunciado a su inicial impulso regeneracionista? ¿Quiénes son, qué
quieren y adónde van?
Algunos opinan que esta indefinición podría
despejarse entrando a los Gobiernos, haciéndose ver y promoviendo
gestión, lo cual, aparte de que resulta un análisis como otro
cualquiera, casualmente coincide con la ansiedad para ´tocar pelo´ que
ciertos dirigentes apenas pueden disimular, sobre todo los que opinan en
voz baja que al partido le quedan cuatro siestas y que para disfrutar
del poder es preciso afrontar un único dilema: ahora o nunca.
En
la dirección nacional de Ciudadanos, a Murcia no le van a dar cargos.
Pero probablemente autoricen que puedan acceder a los institucionales de
sus plazas. Y no cabe duda, si esto es así, que se van a matar para
pillarlos.
(*) Columnistas
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