martes, 27 de diciembre de 2016

Las fugas en el de Sangonera obligarán a replantear la eficacia e idoneidad de los CIEs

MADRID.- Más de un centenar de internos fugados, la mayor parte de ellos en Murcia (81), y varios motines ocurridos en los últimos meses han vuelto a cuestionar el funcionamiento de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) y han reabierto el debate sobre la eficacia e idoneidad de estos lugares. 

En 2015, según los datos del Ministerio del Interior, 6.930 internos pasaron por alguno de los siete centros repartidos por España, de los que cuatro de cada diez son expulsados del país tras permanecer un tiempo medio en esas dependencias de 24,4 días.
Un CIE es un centro público no penitenciario donde se retiene, privados de libertad y de manera cautelar y preventiva durante un máximo de 60 días, a los extranjeros que llegan a España en situación irregular y se ven sometidos a un expediente de expulsión.
Interior defiende que los CIE son eficaces y necesarios, pero el ministro, Juan Ignacio Zoido, ha admitido que «pueden y deben mejorar», por lo que ha anunciado que impulsará la creación de un grupo de trabajo integrado por distintos ministerios, ONG y partidos para diseñar otro modelo.
El grueso del catálogo de quejas llega desde las ONG y los partidos de la oposición, hasta del Defensor del Pueblo y de alguno de los jueces de control de estos centros, como Ramiro García de Dios. La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, cuestiona las condiciones de estos centros, sobre los que afirma que existen «muchas deficiencias», y reclama al Gobierno que habilite más presupuesto para mejorar sus instalaciones, así como una «mayor cobertura sanitaria». Becerril, quien se reunió recientemente con el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, para trasladarle sus peticiones, sostiene que la sobrepoblación es el principal problema de los CIE, en los que se mezcla a personas en situación irregular pero sin historial delictivo con otras que sí lo tienen.
Más lejos aún va el juez García de Dios, quien directamente pide el cierre de estos centros de «sufrimiento y espacios de opacidad e impunidad policial». Él, precisamente, es el juez de control del centro que más incidentes ha registrado en el último año, el del distrito madrileño de Aluche, donde se produjo una fuga, varios motines y huelgas de hambre en octubre y noviembre.
«Somos solo cinco o siete por turno para unos cien internos, y no llevamos armas ni chalecos», alertó un funcionario del CIE de Aluche tras un motín en octubre. En su opinión, así es imposible garantizar la seguridad y evitar «una tragedia».
Otros centros también han dado que hablar. El de Zona Franca de Barcelona, que abrió sus puertas en julio tras más de medio año de cierre pese a la oposición de la alcaldesa, Ada Colau, o el de Sangonera la Verde, en Murcia, donde se han registrado fugas y motines, con agresiones a los policías. A ello hay que sumar los problemas ocurridos en el resto de centros que hay en España: Valencia, Tenerife, Las Palmas y Algeciras (Cádiz), que es el que más internos acoge, hasta el punto de que tiene un anexo en Tarifa.
El Partido Popular ha sido el único grupo en el Congreso de los Diputados que ha mantenido que estos centros ofrecen un trato «apropiado» y que no se vulneran los derechos humanos y ha defendido su papel en el desarrollo efectivo de políticas para el retorno de los inmigrantes, haciendo así caso omiso de las propuestas aprobadas en los ayuntamientos de Madrid, Barcelona y Valencia que exigían su cierre.
Mientras, el resto de partidos en la oposición plantean la necesidad de cambiar el modelo actual, como es el caso del PSOE, que incluyó en el programa presentado durante las últimas elecciones la propuesta de «modificar» el reglamento que rige su funcionamiento.
Unidos Podemos, entre sus propuestas para la inmigración, exige la clausura de estos centros y la agilización de los procesos para la concesión de asilo como alternativa.
A su vez, Ciudadanos reclama una política unificada con la Unión Europea en la que la agencia Frontex asuma el control de la inmigración para todos los países comunitarios.

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