Sabemos que la nueva política ‘dialogante’ del Gobierno de Mariano
Rajoy hacia Cataluña y la anunciada apertura de un despacho de la
vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en Barcelona pueden ser pasos
tan audaces como temerarios aunque tienen como primer objetivo rebajar
la tensión y romper el mono discurso victimista del nacionalismo
secesionista catalán.
En todo caso esta iniciativa acaba con el inmovilismo que hasta ahora
ha practicado el gobierno de Rajoy en esos lares, por lo que merece la
pena el explorar, con mejores modales, nuevas vías de diálogo y
entendimiento que si no producen frutos por la cerrazón nacionalista al
menos cabe esperar que sean apreciados por amplios sectores de la
ciudadanía catalana.
Naturalmente en la nueva política catalana de Rajoy no se puede
incluir la vista gorda con el creciente desbordamiento de la legalidad
al que ahora se dedican, como provocación sistemática, algunos
protagonistas de la política catalana e incluso gobernantes y altos
cargos de la Comunidad Autónoma.
Pero dicho esto está claro que algo nuevo hay que hacer con la crisis del desafío secesionista como también es cierto que, como dice Santamaría, los nuevos pasos deberían darse en buena sintonía con el PSOE (PSC) y C’s.
Hay que andar, pues, con pies de plomo pero andar y evitando errores y
debates estériles como los que desde el nuevo FAES plantea José María
Aznar a propósito de esta política de Rajoy y enfurecido con el
comentario de la vicepresidenta en el que vino a decir que fue un
‘error’ aquella recogida de firmas del PP contra el estatuto catalán de
Zapatero que luego fue recurrido y era inconstitucional como luego lo
sentenció el Tribunal Constitucional.
Aznar lleva tiempo metiendo palos en la ruedas de los gobiernos de
Rajoy porque el presidente ha roto con varias de las políticas (como la
fiscal o la exterior) y sobre todo con los modales de los pasados
gobiernos aznaristas. Y en su derecho están Rajoy de hacer lo que
considere necesario para los españoles y Aznar de decir lo que considere
oportuno sobre todo ello.
Pero el ex presidente Aznar debería considerar que la vigente crisis
política e institucional de nuestro país obliga a pactos y
entendimientos inéditos en la vida pública española. Y, aunque sea
cierto que las firmas del PP en contra aquel Estatuto de Zapatero eran
como poco tan discutibles que las firmas excluyentes del PP que
suscribieron los promotores del ‘pacto del Tinell’ -con el PSOE-PSC
incluidos-, ese era otro tiempo ya pasado que nada tiene que ver con la
vigente y desafiante crisis catalana.
Porque si miramos hacia atrás acabaremos por encontrarnos en el
inefable ‘pacto de Majestic’ de Aznar y Pujol. Y además olvida el
presidente de FAES otra cuestión muy importante: que el PSOE ha
facilitado recientemente con su abstención -y pagando por ello un alto
precio político- la investidura de Rajoy y la permanencia del gobierno
del PP.
Y aunque las protestas de Aznar contra Rajoy y Santamaría pueden dar
cierta credibilidad a la nueva política catalana del PP no ayudan mucho.
Por ello Aznar debería decir qué pretende con esta continua e
intermitente bronca contra Rajoy y a qué juega o cuáles son sus últimas
intenciones.
Porque tanta discrepancia en público contra el partido que el refundó y
la búsqueda permanente de protagonismo mediático con llamamientos a los
sectores más reaccionarios de la sociedad puede que a lo mejor escondan
una profunda añoranza de la política por parte de Aznar. Y esa
enfermedad solo tiene un tratamiento de choque: que se presente Aznar
como candidato a presidir el PP en el congreso de febrero, o que rompa
con el PP y funde el Partido Conservador en línea con Donald Trump que
probablemente ya será su ídolo. Pero mientras decide si regresa o no a
la política Aznar debería, al menos, dejar gobernar y en paz a Rajoy.
(*) Periodista
http://www.republica.com/el-manantial/2016/12/13/a-que-juega-jose-maria-aznar/
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