La crisis interna de Podemos se puede reducir a la disyuntiva que
unos y otros plantean para llegar al poder. Para Pablo Iglesias ello
pasa por derrotar primero al PSOE y lograr el liderazgo de la izquierda,
aunque mientras tanto la derecha del PP se mantenga en el poder. Al
contrario Íñigo Errejón prioriza la expulsión del PP del poder con un
gobierno de izquierdas en el que estén Podemos y el PSOE, presidido por
el partido que logre más votos en las próximas elecciones.
Buena prueba de todo ello lo vimos en la fallida investidura de Pedro
Sánchez donde Pablo Iglesias impuso el ‘no’ al candidato socialista y
facilitó con ello la permanencia de Mariano Rajoy en el poder y luego su
mejora electoral y posterior investidura tras los comicios del 26-J.
La izquierda está alborotada. A la crisis del PSOE le sigue la lucha
por el poder en Podemos, a la que asistiremos en el II Congreso de
Vistalegre donde las huestes de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón librarán
una batalla política, ideológica y estratégica en la que al día de hoy
resulta difícil de imaginar una solución consensuada que recoja las
posiciones de ambas partes y evite la imagen de ruptura entre vencedores
y vencidos.
En Podemos, al contrario de lo que ocurre en el PSOE, el flanco zurdo
del partido que lidera Iglesias desde la actual dirección es el
favorito para la cita de Vistalegre. Y por lo que se escucha estos días
Iglesias no parece dispuesto a repartir el poder ni aceptar una
ideología de corte ‘transversal’ que iría de la izquierda radical hasta
la socialdemocracia como lo propone Errejón.
Más bien al contrario los seguidores de Iglesias quieren, al estilo
de los viejos partidos comunistas, el llamado ‘centralismo democrático’ o
una dirección férrea y monolítica, sin fisuras en lo ideológico y
estratégico y sin concesión alguna a los moderados ni al propio Errejón,
que puede acabar apartado de la dirección nacional del partido si las
cosas siguen como van.
Iglesias está pues volcado en la ‘caza del zorro’ Errejón con el que
ya ha tenido importantes discrepancias porque Errejón quería la
abstención de Podemos en la fallida investidura de Pedro Sánchez en
pasado 4 de marzo; defendía un discurso ‘transversal’ con entradas en el
ámbito de la socialdemocracia; se oponía a la integración de IU (y del
PCE) dentro de Podemos; defiende hacer política en las instituciones más
que en la calle; y aboga por una estrategia de pacto con el PSOE frente
a la clara pretensión de Iglesias de superar y destruir el Partido
Socialista.
Además Iglesias parece decidido a jugar al todo o nada e incluso ya
se verá si a amagar con su retirada en el caso que el congreso le vaya
mal, vistos los movimientos del sector crítico y el manifiesto de cargos
del partido (más de 300) que piden una política de integración que
evite la exclusión de Errejón y sus seguidores y que se reduzca el
amplio poder del secretario general.
Cuestión esta que también defienden dirigentes más neutrales como
Pablo Echenique, pero que rechazan Iglesias y sus aliados. Entre los que
figura el sector de los ‘anti-capitalistas’ que tiene una importante
implantación en Podemos sobre todo en Andalucía.
Al final la lucha por el control de Podemos entre Iglesias y Errejón
no tiene mucho que ver con cuestiones ideológicas o con la discusión de
si se han de votar en Vistalegre primero las propuestas políticas y
luego la dirección como lo pretende Errejón, o si las propuestas
políticas de cada sector deben estar ligadas a su respectivo equipo de
dirección tal y como lo defiende Iglesias.
Al fondo de todo ello está una clara lucha por el control del poder y,
como decíamos al principio con dos estrategias diferentes: Iglesias
quiere imitar a Tsipras y derrotar al PSOE –como Syriza venció al PASOK-
antes de alcanzar el poder en Grecia; mientras que Errejón pretende una
política transversal más moderada y cercana al PSOE para sacar a los
conservadores del PP del gobierno de la nación.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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