Mañana comparece ante el Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña la presidenta del Parlamento catalán,
Carme Forcadell, a declarar por una supuesta desobediencia a una
providencia del Tribunal Constitucional. Ayer, sin embargo, este mismo
Tribunal comunicaba a la misma presidenta que se suspende cautelarmente
otra medida de su Parlamento y la apercibía de las desagradables
consecuencias, incluso penales, que tendría una nueva desobediencia.
¿Quién dijo que los tribunales son lentos? El Constitucional, como se
ve, es raudo como una centella cuando le interesa y también parsimonioso
como el olivo cuando le interesa al gobierno.
Desde
que este tomó posesión, viene anunciando una consistente voluntad
negociadora. Parece, incluso que hasta se hubiera enterado de que la
situación ha llegado a este punto por su obstinación en cerrar toda
puerta de diálogo. Quiere evitarla. Ahora la hay, asegura. Y, para
mostrarla se aceleran los procesos judiciales contra todo tipo de
independentistas. Suele decirse que esos procedimientos judiciales no
dependen del gobierno y siguen su curso con independencia de este. Es
una fábula. Es el gobierno el que insta la acción de los tribunales,
bien recurriendo al constitucional todo suspiro del Parlamento de
Cataluña, bien instando la acción de la Fiscalía para que "afine" lo que
al gobierno le interese.
Por
eso no es creíble la oferta de diálogo del gobierno, porque afirma su
voluntad de seguir con la acción represiva, a la que llama "cumplimiento
de la legalidad" pero no es otra cosa que la legalidad de la "ley del
embudo". Es más, el propio gobierno, por boca del presidente, ha
enumerado todos los asuntos en las que está dispuesto a dialogar y que
coinciden con todos los de su programa electoral y obviamnte, le
importan tanto como ese mismo programa. Solo le ha quedado uno en el
fondo de la caja, uno sobre el que no está dispuesto a negociar: el
referéndum.
Pues
ya está. Se acabó: si no hay referéndum, no hay diálogo. Todos podían
haberse ahorrado las consideraciones en público. Pero que no haya
diálogo no quiere decir que las partes no sigan actuando. Continúan
haciéndolo pero sin hablar. En estas condiciones de intenso diálogo, los
independentistas dicen que el referéndum se hará diga el Tribunal
Constitucional lo que diga. La verdad es que dada la inexistente
autoridad de este órgano, convertido en correa de transmisión del
gobierno, no es de extrañar el propósito del independentismo. Y entonces
aparece la vicepresidenta del gobierno y virreina de Cataluña, Sáenz de
Santamaría a decir, amenazadoramente, que el gobierno dispone de medios
para que el referéndum no se realice.
¿Queda claro? No hay diálogo.
Por
eso resulta absurdo el enfado bíblico de los pensadores del Think Tank
de la FAES, encabezada por el siempre malencarado Aznar. Acusan al
gobierno de haberse entregado ideológicamente a los que quieren romper
España. Lo acusan de aceptar un complejo de inferioridad por someterse
al mundo conceptual del adversario. O quizá no sea tan absurdo. El "NO
es NO" de la FAES a negociar nada con separatistas o quienes le hacen
el caldo gordo es la habitual intemperancia del personaje con su
ridícula prosopopeya. Pero sigue siendo lo mismo: no hay diálogo.
El camino está cegado. Como siempre.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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