lunes, 12 de diciembre de 2016

La izquierda está por hacerse / Ramón Cotarelo *

Los editoriales de El País toman siempre partido por una línea política que cabe situar en algún nebuloso lugar entre el neoliberalismo y la socialdemocracia más reaccionaria, estilo Felipe González o Rubalcaba, ambos muy influyentes en el periódico. A veces lo hacen en un estilo tronitoso, en el espíritu de Cebrián, acostumbrado a que todos los auditorios se le prosternen, a veces con veneno disimulado, estilo Rubalcaba o a veces acumulando vulgaridades ramplonas como en esta ocasión. 
 
Pero siempre van en contra de la izquierda y, por supuesto de la unidad de esta, fenómeno que el diario considera el peor de todos los males. Probablemente lo único que ponga más de los nervios a estos ideólogos del periódico de PRISA es la idea de la independencia de Cataluña y la República Catalana. Ahí ya, directamente, los plumíferos muerden.

En esta ocasión, de lo que se trata es de meter la hoja del cuchillo en la herida del enfrentamiento entre Errejón e Iglesias, que ambos ocultan con un celo e insistencia que pregonan lo contrario. Como siempre en los partidos. Por cierto, empìeza a ser aburrido el recuento de los factores que prueban hasta qué punto este de Podemos es idéntico a los que pretendía desmantelar: misma mentira sistemática, ocultación, fabulación de realidades internas, propaganda, arbitrariedad en las decisiones, oportunismo y absoluta carencia de principios. E iban a comerse el mundo con promesas salvíficas y milenaristas que han quedado ridículas ante la gris realidad de pasarse los próximos cuatro años calentando el asiento y enfrascados en peleas de hemiciclo que solo interesan a los que opinamos en público.

Pero ese dato es irrelevante. La finalidad del editorial de El País, como dicho más arriba, es ahondar en la fractura de Podemos y apoyar a Errejón a pesar de que hable catalán. Apoyarlo ¿en qué? En la formulación de una línea más abierta, moderna y moderada de la izquierda. Frente ¿a qué o quién? Frente a una visión anquilosada, jerárquica y autoritaria del partido que tiene Iglesias que es una visión leninista. 
 
Cuando se ve el partido con los ojos de Lenin (que luego heredó Stalin), se ve del mismo modo todo lo demás: la democracia, la libertad, el debate, etc. La lucha de que habla el editorial de El País, aunque sin mucha idea, es la tradicional en la izquierda entre el socialismo democrático o socialdemocracia y el autoritario o comunismo. Es verdad que, según parece, Iglesias abandonó hace años su militancia comunista y que algunos de sus seguidores no son ni han sido nunca comunistas. Son algo peor, si cabe: compañeros de viaje o tontos útiles. Eso es lo que los lleva a considerar al iluminado Anguita un "referente intelectual".

La finalidad de El País es meridiana: cargarse a Podemos, alimentando las esperanzas de Errejón y los suyos para dejarlos luego en la estacada porque lo que no está dispuesto a admitir es una unión real de la izquierda. Si España fuera un país europeo normal, las broncas y/o desaveniencias internas que hay en los dos partidos de la izquierda podrían resolverse creando un tercero a base de sumar los militantes de izquierda de un PSOE convertido hoy en una banda de usurpadores y los democráticos de un Podemos, anclado en la inopia mental de un comunismo que está tan obsoleto como oculto. 

Pero en ambos casos es preciso que los políticos que podrían tomar la iniciativa de explorar un territorio nuevo y prometedor pierdan el miedo a romper las estúpidas ortodoxias que las burocracias partidistas tejen siempre en su propio interés.
 
 
 
 
Hace unos diez días, Palinuro publicaba una crítica de la excelente película de Fernando Trueba, La Reina de España en la que comentaba que, al parecer, había en marcha una campaña de boicoteo de los sectores "nacionales" (o sea, para entendernos, nacionalcatólicos, franquistas, fascistas y demás morralla) en contra de ella. 
 
La película es extraordinaria y Palinuro, aun advirtiendo de la conjura, no le daba gran importancia, por creer que la calidad triunfaría sobre la práctica del odio y que, como suele suceder otras veces con estas campañas, sería propaganda para la película y ayudaría a su difusión. Pero estaba en un error. Quienes han puesto en marcha el boicoteo contra Trueba, al parecer, están consiguiendo su propósito pues el film no está recaudando lo necesario en taquilla para compensar por los gastos. Es decir, la están arruinando.

Y ¿por qué razón? Unas declaraciones de Trueba en las que afirmaba no haberse sentido español nunca en su vida. No se boicotea la película porque incite al odio o haga apología del crimen o el racismo, no. Se la boicotea porque su director ha tenido la audacia de decir en público lo inconveniente, lo que nadie se atreve a decir, aunque lo piense. ¿O es que esa banda de ladrones todos con cuentas en paraísos fiscales, todos defraudadores de Hacienda, todos estafadores de los dineros públicos se sienten españoles? 
 
Eso es absurdo. Es un pretexto, una excusa para boicotear una gran película desde el punto de vista cinematográfico y definitiva desde el punto de vista del contenido, una obra de arte que dice más sobre la España eterna de la cutrez, la carcunda, el fascismo y el franquismo que diez voluminosos ensayos. Sobre todo, la burla al criminal dictador y genocida Franco -que muchos en España y especialmente en PP y hasta en el gobierno, veneran- no lo perdonan. Si pudieran meterían en la cárcel al autor. Así que el boicot no es porque Trueba se sienta español o tagalo (por cierto, no sé si hay algo más español que no querer ser español), sino porque es una gran película, cargada de ironía, crítica, mordaz y antifascista.

En la crítica de Palinuro, al tiempo que se alababa el film, se hacía notar que tenía un aspecto concreto de típica propaganda comunista, términos que son redundantes, ya que decir comunismo es decir propaganda. No tiene mayor importancia porque, por mucho que se quieran ensalzar los méritos del Partido Comunista de España, estos son los que son; igual que sus deméritos. Pero escaso ojo crítico tendrá y parva decencia intelectual, quien no llame propaganda y falsedad a lo que es falso y propagandístico.

Pero eso es secundario en lo que ahora nos interesa que es reaccionar frente al intento de la carcunda nacional, con todos sus rabiosos plumillas excitados, de silenciar, acallar, una obra de arte, una obra importante, algo que debiera ver la mayor cantidad de gente posible en España. Colaborar con este boicoteo es hacer una injustica, castigar a un hombre y un equipo por haber hecho bien su trabajo y, lo que es más estúpido, privarnos a nosotros mismos de un placer estético, un reto intelectual y un ejemplo moral por seguir las cuartelarias consignas de quienes llevan más de 400 años matando en nombre de una España con la que luego se limpian el trasero.

Es claudicar ante la prepotencia de los chulos carpetovetónicos de siempre con su cabra.

Las gentes de izquierda tenemos una deuda de solidaridad con Trueba. Debemos movilizarnos para que la campaña no triunfe y, si hay que ir por segunda vez a ver la película, se va. Yo lo haré esta semana. 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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